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María José Caldero

Los lirios de Astarté

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Del agua y otros placeres

Quiero llevarles de escapada relax después de esta semana postelectoral de infarto. Nos lo merecemos

Foto: Baños árabes de Jaén. (Cedida)
Baños árabes de Jaén. (Cedida)

Fuente de vida. Líquido objeto de deseo que ha desencadenado conflictos de toda índole a lo largo de la historia.

Su presencia generosa augura riqueza y fertilidad; su escasez, ruina y muerte.

Julio. Piscina pública. El gorjeo acuático de una ducha delata que la han dejado abierta y el agua se pierde dolorosamente a través del sumidero. De tenerla a nuestro antojo en la intrascendencia de los hábitos domésticos, la hemos maltratado, derrochado e infravalorado.

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No teman, que no me he traído hoy a nuestros lirios el micrófono reivindicativo de Greta Thunberg, aunque viendo el amarillo apagado, seco y árido, que cubre nuestros campos, no está de más recordar que debemos cuidar de un recurso cada vez más escaso. Nos va la vida en ello.

En realidad, lo que quiero es llevarles de escapada relax después de esta semana postelectoral de infarto, nos lo merecemos. Una escapada en la que el agua va a ser nuestro vehículo conductor por una Andalucía de baños evocadores, sensuales e históricos. Baños que guardan entre sus muros los ecos de las conversaciones de aquellos andalusíes que buscaban escapar del trajín diario al amparo de un hamman terapéutico.

placeholder Baños del Alcázar califal de Córdoba. (Cedida)
Baños del Alcázar califal de Córdoba. (Cedida)

No fueron nuestros antepasados andalusíes los primeros en entregarse al placer de un baño relajante. Hay que buscar su precedente en la civilización romana, un pueblo que era de higiene distraída hasta el conocimiento de las bondades del baño diario vía helena.

Y de aquellas termas, estos baños.

No cayó en saco roto aquella buenísima costumbre de la higiene diaria y los musulmanes la adoptaron y adaptaron a sus propias características constructivas, pero también sociológicas. No solo se convirtieron estos espacios en lugares de escamondado corporal, también propiciaban momentos para las relaciones sociales, para la confidencia, el cotilleo o, simplemente, para regalarse un rato de evasión, además de la intrínseca función espiritual del baño como acto de purificación.

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Fue prolífica Andalucía en la construcción de estos paraísos cotidianos. Crónicas con altos porcentajes de leyenda, hablan de más de 300 baños en la Córdoba califal. Debieron ser bastantes menos, aunque muchos más de los que se han conservado hasta nuestros días. Más de veinte llegó a tener la Granada nazarí.

Por la hermosísima carrera del Darro llegamos a El Bañuelo, los baños más antiguos y mejor conservados de los que aún se conservan en la capital granadina. Conocidos también como los Baños del Nogal o Baños de los Axares, estaban situados en el barrio de los Axares, con fama de lugar saludable por su afortunada orientación que le permitía disfrutar del sol y de la brisa fresca del Darro. La imagen que define visualmente a estos baños levantados en el siglo XI por el rey zirí Badis (aunque otras investigaciones atrasan la fecha al siglo XII) es la espectacular bóveda de ladrillo en la que se abren lucernarios con forma de estrellas de ocho puntas. Esta bóveda cubre la sala del bayt al-wastani o sala de agua templada, la más amplia y concurrida del conjunto por ser el lugar preferido por los usuarios.

placeholder El Bañuelo, sala central. (Cedida)
El Bañuelo, sala central. (Cedida)

Los óculos estrellados comunicaban la estancia con el exterior, minimizaban la condensación del vapor y dejaban pasar la luz natural justa para crear un ambiente íntimo y relajado. Tras la conquista cristiana en 1492, el esplendor de los baños tornó en decadencia hasta prácticamente desaparecer con la expulsión de los moriscos. Algunos sobrevivirían al reconvertirse con otros usos. En el caso de El Bañuelo como lavadero público.

No cambiamos de siglo, el XI, pero sí de ciudad para irnos hasta Jaén. Allí, en los sótanos del Palacio de Villardompardo, encontramos los que posiblemente sean los baños árabes de mayor extensión que podamos encontrar en España. Sus 450 metros cuadrados de extensión se dividen entre las distintas salas que lo conforman y que siguen la estructura base: vestíbulo y salas de agua fría, templada y caliente. Cuadrados y rectángulos para las plantas, semicírculos para las bóvedas, estrellas octogonales como lucernas. Geometría del bienestar.

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Tras la conquista de la ciudad por Fernando III en 1246, los baños siguieron con su función higiénica, social y espiritual hasta que en los siglos XIV y XV los cristianos decidieron darle uso como tenerías, talleres dedicados a curtir pieles de animales. Su ocultación como base de cimentación del palacio renacentista no evitó su feliz descubrimiento en 1913 y su catalogación como Monumento Nacional en 1931. Pasear por sus salas atravesando la perfección de sus arcadas de ladrillo se convierte en una experiencia sensorial verdaderamente regeneradora.

Regeneración, terapia, paz, calma. Así debía sentirlo al-Hakam II en los baños del Alcázar Califal de Córdoba, espejo del refinamiento alcanzado por la corte omeya. Mármoles, pinturas murales, sesiones de masaje, afeitado y peinado. Después de esto, cualquier bono-regalo les parecerá peccata minuta.

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Los baños reales eran de uso exclusivo del monarca y su familia, además de servir de lugar de reunión con las autoridades políticas. Un consejo de ministros con toallas en la cintura.

El mismo carácter regio debieron tener los baños del Alcázar almohade de Jerez de la Frontera. Con unas espectaculares cubiertas, los baños jerezanos mantuvieron su función original hasta el siglo XV en que se prohibió su uso y fueron reconvertidos en iglesia.

Almohades son también los baños descubiertos en las obras de remodelación del Bar Giralda en 2021. Ochocientos años ocultos a los ojos de los sevillanos que hoy contemplamos maravillados la extraordinaria decoración pictórica original que cubre sus techos y los convierten en un hallazgo excepcional.

Los baños de la Alcazaba de Almería, los de Baza, los de Ronda, Andalucía está salpicada de estos templos hedonistas.

El vapor regenerador, la luz sanadora, las fragancias de un Mediterráneo sensual y estimulante. Todo al servicio de la charla reposada, la confidencia íntima, la negociación informal.

Y el agua.

Cristal líquido sagrado.

Fuente de vida. Líquido objeto de deseo que ha desencadenado conflictos de toda índole a lo largo de la historia.

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