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Nacho Cardero

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Rajoy no los mata, ellos se suicidan

Rajoy lleva dos años sentado a las puertas de La Moncloa y desde entonces no ha visto más que pasar cadáveres de sus enemigos. Los propios y los ajenos

Foto: Mariano Rajoy. (Efe)
Mariano Rajoy. (Efe)

Rajoy lleva dos años sentado a las puertas de la Moncloa y desde entonces no ha visto más que pasar cadáveres de sus enemigos. Los propios y los ajenos. La cárcel de Bárcenas, la vuelta de Rubalcaba a la universidad, el guerracivilismo de UPyD, la volatilización de VOX. “Como salga bien parado del quilombo catalán sin hacer nada, este hombre se convierte en un estadista”, se ufana uno de sus biógrafos. De tener que trazar una semblanza, sería una mezcla de Winston Churchill y Mr. Chance, ese jardinero autista encarnado por Peters Sellers quellegó a la carrera presidencial de los Estados Unidos haciendo analogías entre política, buganvillas y plagas del campo. Todo ello sin mover el dedo índice de su mano izquierda. Simplemente dejando que sus rivales se hundan en sus propias contradicciones. Rajoy no mata a sus enemigos, ellos deciden cómo se suicidan.

El hombre que bosqueja las estrategias del PP es Pedro Arriola (Sevilla, 1948), un tipo que cobra de Génova más que McKinsey por sus informes de Telefónica. Entre estudios y consejos al oído, cerca delmillón de euros al año. Aunque hubo un momento allá por el año 2004 en el que estuvieron en un tris de ponerle las maletas en la calle por considerarle un submarino de Aznar, lo cierto es que con el paso del tiempo se ha ganado la confianza del jefe. Arriola se erigió en el personaje clave del aquelarre que concentró a la cúpula del Partido Popular en Sigüenza el pasado 6-7 de septiembre. De aquella reunión salieron las líneas maestras para las próximas elecciones, esto es, cómo hacer frente al affaire catalán y dividir a la izquierda.

Al PP le interesa una voladura controlada del arco parlamentario y con tal objetivo alienta el sentimiento cainita de la izquierda. En el reino de los ciegos, ya se sabe, el tuerto es el Rey. Y si bien es cierto que Génova se ha dejado un ojo por culpa de la crisis económica y de valores que azota el país, el resto de formaciones ha perdido hasta el oremus. Son partidos mutilados, zombis de la política que arrastran los pies sin saber qué camino tomar.

Actualmente hay trece formaciones en el Congreso de los Diputados que con la llegada de Podemos pasarían a catorce, toda una mezcolanza de intereses e ideologías. Un reputado exministro con los Gobiernos de Suárez, Calvo Sotelo y luego de Aznar barruntaba que, con la ley que regula el sistema electoral en España y esta fragmentación en el Parlamento, al PPle bastaría un 35% de los votos para acercarse a la mayoría absoluta, una cima que a día de hoy no parece descabellada. Para argumentarlo, el exministro echaba la vista atrás y recordaba las elecciones generales del 1 de marzo de 1979, donde la UCD obtuvo una victoria holgada, con el 34,48% de los votos y 168 escaños, frente al PSOE, que consiguió el 30,40% y 121. Si a esto añadimos que los sondeos actuales establecen una mayor diferencia entre Rajoy y Pedro Sánchez que la que había entonces entre Adolfo Suárez y Felipe González, tenemos un escenario político debidamente horadado para que los populares mantengan el poder y Arriola pueda justificar la pastizara que le pagan por sus servicios.

La misma estrategia que exhiben los populares es de la que adolecen los socialistas. Pero no está todo perdido. Aunque carece de un Arriola, el nuevo secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, puede presumir de contar con Trancas y Barrancas. Los monigotes de Antena 3 se han convertido en sus improvisados asesores de comunicación. Y no sólo. De sus últimas irrupciones televisivas podemos colegir que también debe participar de las decisiones estratégicas Jorge Javier Vázquez, gurú del papel couché, que igual da consejos sobre el botox a Belén Esteban que se pone a redactar el programa de los socialistas.

Pedro Sánchez, en realidad, no tiene quien le aconseje. Sus últimas apariciones públicas, y los errores tácticos devenidos de las mismas, así lo demuestran. Tras prescindir de Ignacio Varela, el cerebro en la sombra de las campañas electorales del PSOE desde 1978, con el que González y Rubalcaba compartían ‘mesa camilla’, ahora apenas cuenta para la asesoría de comunicación con Luis Arroyo, un tipo que empezó a despuntar con Zapatero y Chacón y que hace proselitismo del obamismo, esto es, mucha imagen, poco fondo, y también con una joven asesora política de nombre Verónica Fumanal, a la que Sánchez conoció cuando se prestó como voluntaria para ayudarle durante su estancia en Barcelona.

Pedro Sánchez ha ido de traspié en traspié en las últimas semanas. Primero tropezó en el Comité Federal del PSOE con un discurso que traslucía diversas modalidades de postureo pero poco contenido; luego con su intervención televisiva en Tele 5, ligando subliminalmente sus mensajes de regeneración con la carnaza del Sálvame; en tercer lugar con el PSC, que se ha sumado al desafío del Parlamento catalán al pueblo español aprovechando que el nuevo líder de los socialistas no se ha arrogado todavía la legitimidad necesaria para poner el dogal a los rebeldes; y en cuarto lugar con Podemos, a los que menosprecia hasta casi la descalificación, pareciendo ignorar que muchos de los votantes de esta formación lo eran antes del PSOE y que, como dicen en el feudo de Susana Díaz, primero es la aritmética y después la retórica, dejando entrever que Pedro Sánchez puede ser preso de sus palabras cuando necesite de los votos de los neocomunistas tras las municipales y autonómicas.

“Habrá que ver si la estructura del partido resiste. Dependerá de las próximas elecciones. Si recuperamos diez capitales de provincia y dos o tres comunidades, entonces sí. De no ser así, ya no habrá líder que solucione esto. El PSOE quedará reducido a la marginalidad”, calcula un miembro destacado de la vieja guardia socialista. “Y para conseguir estos objetivoshacen falta alianzas. Si no pactamos, no hay estructura; y si no hay estructura, si no conquistamos capitales y comunidades, el batacazo será descomunal”.

La estrategia de Rajoy, que como en el caso catalán es básicamente una no estrategia, continuar inmóvil mientras a los rivales les explotan las granadas en la mano, le está dando sus frutos. Valga de ejemplo lo que le está ocurriendo aRosa Díez, a la que, además de la ‘facción’ que comandan Sosa Wagner y Fernando Maura para la unión de UPyD con Ciudadanos, le ha salido un tercer grano o movimiento, en este caso liderado por Enrique Calvet, hasta hace unos díasmiembro de la oficina de buenas prácticas del partido y número cinco en la lista por las europeas, que propugna un Congreso Extraordinario antes de final de año ante el riesgo real de caer en la irrelevancia política.

También es el caso de VOX, ese frankenstein de la política al que alimentaron para dar una patada en el culo al PP y en el que han terminado a navajazos. De esa formación ya han abandonado Ignacio Camuñas, José Luis González Quirós y ahora Alejo Vidal-Quadras, eterno quintacolumnista, quien aseguraba a este mismo diario “sentirse desilusionado con el agrio debate generado”. Este fin de semana, VOX celebraba bien su refundación, bien su último funeral, con el nombramiento de Santiago Abascal como nuevo presidente.

Los sondeos apuntan a la irrelevancia de determinadas formaciones. Arriola cocina las encuestas, mientras los demás se van cociendo en su derrota. Y el presidente del Gobierno sin moverse del sillón. Lo decía Mr. Chance de las plantas, pero también lo podía decir del PP: "En todo jardín hay una época de crecimiento. Existe la primavera y el verano, pero también el otoño y el invierno, a los que suceden nuevamente la primavera y el verano. Mientras no se hayan seccionado las raíces, todo está bien y seguirá estando bien".

Rajoy lleva dos años sentado a las puertas de la Moncloa y desde entonces no ha visto más que pasar cadáveres de sus enemigos. Los propios y los ajenos. La cárcel de Bárcenas, la vuelta de Rubalcaba a la universidad, el guerracivilismo de UPyD, la volatilización de VOX. “Como salga bien parado del quilombo catalán sin hacer nada, este hombre se convierte en un estadista”, se ufana uno de sus biógrafos. De tener que trazar una semblanza, sería una mezcla de Winston Churchill y Mr. Chance, ese jardinero autista encarnado por Peters Sellers quellegó a la carrera presidencial de los Estados Unidos haciendo analogías entre política, buganvillas y plagas del campo. Todo ello sin mover el dedo índice de su mano izquierda. Simplemente dejando que sus rivales se hundan en sus propias contradicciones. Rajoy no mata a sus enemigos, ellos deciden cómo se suicidan.

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