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Caza Mayor
Por
Apoteosis sanchista en Cataluña: con Illa y contra Ayuso vivimos mejor
Lo sucedido en Cataluña en los últimos años no es culpa ni del procés, ni de Puigdemont, ni de Colau, sino de Madrid y la fachosfera. La realidad no existe. Repitan conmigo: la realidad no existe
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La persecución a la desinformación como excusa para aumentar la capacidad de engañar a los españoles. Dirección: Pedro Sánchez. Comienza con Salvador Illa alabando el plan de regeneración democrática y acaba con el presidente del Gobierno mentando el conocido libro Cómo mueren las democracias, momento culmen de la película en el que el espectador, visiblemente emocionado, apenas puede contener las lágrimas.
El largometraje está colgado en la página de Youtube de La Moncloa y se desarrolla en el Palacio de Congresos de Cataluña, con motivo de la segunda edición de los premios de La Vanguardia. Los asistentes están entregados en cuerpo y alma a Sánchez, especialmente la burguesía catalana que, desde el retorno del PSC a la Generalitat, vuelve a ser burguesía. Ha apartado las pulsiones identitarias y recuperado el seny y, ya de paso, aquello de es bona si la bossa sona.
En la misma fila de butacas, Pujol, Mas y Aragonès, que brillan con luz propia después de librarse de las garras de Mordor, es decir, de los conciliábulos madrileños que pretendían sentarles en el banquillo por el 3% y el 1-O de 2017. Habrase visto.
Salvador Illa cambia del catalán al castellano —la lengua de las fake news y las conspiraciones— para dirigirse al auditorio: "Las sociedades democráticas también necesitamos el buen periodismo. El periodismo riguroso, veraz, independiente. Ese periodismo que se basa en los hechos, en argumentos y en el conocimiento vuelve a ser más necesario que nunca ante la oleada de desinformaciones, falsedades y mentiras a las que nos enfrentamos cada día. Por eso celebro, presidente, los pasos dados por el Gobierno de España en el ámbito de la regeneración democrática y celebro que contemos con una ley de libertad de medios de comunicación en Europa".
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Aquí es cuando vienen las risas enlatadas. No se rio nadie, pero permítanme algunas apostillas para entender ciertos golpes de humor que, si no los desbrozamos de grandilocuencia, no serían entendidos como tales. Me explico:
Horas después de la gala, El Periódico de Cataluña informaba de que el fugado Puigdemont había llamado a Illa "tras su fugaz regreso a Catalunya" por la investidura. La noticia, seguramente por desconocimiento, no buceaba en el contenido de la conversación.
Esa misma mañana, la portavoz de la Generalitat, Silvia Paneque, era inquirida por el asunto. Ante la negativa de la consejera a dar explicaciones, Rafa Garrido (minuto 44 del vídeo colgado en X), de la Agencia Catalana de Noticias, le insiste: "¿Por qué el Govern considera que la llamada del jefe de la oposición al presidente de la Generalitat en el día de la investidura y después de lo que había pasado es privada y no tiene interés público?". Respuesta de la portavoz de la Generalitat: "La privacidad de las conversaciones del president Illa la determina el president Illa".
🔴 EN DIRECTE | La #consellera de @territoricat, i #portaveu del #Govern, @SilviaPaneque, informa dels acords que ha adoptat el Consell Executiu després de la reunió celebrada aquest matí al Palau de la Generalitat https://t.co/Z8pyDvuIaL
— Govern de Catalunya (@govern) October 1, 2024
Todo aclarado. Este es el plan de regeneración democrática al que se refería Salvador Illa en su discurso, el que ha trazado con escuadra y cartabón su jefe, Pedro Sánchez, para que todos seamos más transparentes y acabar con las fake news, y pueda brillar la verdad, una verdad que le pasa lo mismo que a la privacidad de Illa, que es monopolio de unos pocos, una verdad que no es otra que la que se difunde desde Moncloa y la fontanería de Ferraz, una verdad que se inventa y retuerce al antojo de quien manda.
Para no extenderme en el asunto, les remito a La ética del engaño, tesis doctoral de Diego Rubio, nuevo jefe de gabinete del presidente del Gobierno, donde se defiende, desde un punto de vista político, que no necesariamente ético, la mentira como instrumento transformador de la sociedad. Esto lo escribe quien bisbisea a Sánchez y le asesora en los discursos.
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Pero no nos liemos. Volvamos a los premios y la intervención del presidente del Gobierno en la clausura: "Para que la barbarie triunfe no debe haber testigos incómodos como la prensa libre que lucha por la libertad. Todos los intentos por acabar con la democracia comienzan cerrando periódicos, ocupando emisiones de radio y de televisión. Eso no es casualidad".
Sería para carcajearse de nuevo si no fuera porque, como en toda comedia negra, de la sonrisa al llanto apenas media un palmo. El exégeta de "hacer de la necesidad, virtud", mantenerse en el poder a golpe de cambios de opinión, invadir las empresas con el brazo de la Sepi, colonizar los medios de comunicación vía publicidad institucional y gobernar con tics autocráticos, se erige ahora en el mayor defensor del cuarto poder, que es precisamente el que tiene que ejercer de contrapeso frente al Ejecutivo.
Lo decíamos al principio: la lucha contra la desinformación como excusa para aumentar su capacidad de engañar a los españoles. Una crítica que no viene de la máquina del fango, sino The Economist, que desde que le propinó el sopapo a Sánchez ha pasado de ser un prestigioso semanario internacional a engrosar la lista de la fachosfera.
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Después de la intervención del presidente del Gobierno en la gala, tuvieron que entrar los sanitarios al Palacio de Congresos para asistir a un ramillete de empresarios que se rompieron las manos de tanto aplaudir. Y eso que algunos de ellos ya habían entrenado en un encuentro previo con Sánchez en el Cercle, en la calle Provença de Barcelona.
Un artículo del Ara describía el ambiente de aquella reunión: "Que Cataluña es un oasis para Pedro Sánchez puede comprobarse cada vez que el presidente español viene de visita. Es el único lugar de España donde el establishment está claramente alineado con las políticas de la Moncloa, al contrario que en Madrid, donde es visto como una especie de okupa [...]. Una fotografía del Círculo de Economía que demuestra esta alianza y que ha sido toda una demostración de fuerza de los socialistas".
El president del Govern @sanchezcastejon, acompanyat del president de la Generalitat @salvadorilla, ha visitat avui el Cercle d'Economia i s'ha reunit amb la seva junta directiva pic.twitter.com/kPobIk5wAD
— Cercle d'Economia (@CdEconomia) September 30, 2024
Dicen que Cataluña está mejor que nunca. Como para no estarlo. Los empresarios andan encantados con Pedro Sánchez, reconvertido en el genio de la lámpara: da igual lo complicado que sea el deseo, el Ejecutivo siempre se lo concede. El último, el concierto económico, una fórmula que acerca a este territorio a la soberanía fiscal y que sirve para premiar a los ricos catalanes en detrimento de los pobres del resto de España.
El interés de uno y de la otra resulta evidente: Sánchez necesita a Cataluña para mantenerse en el poder y Cataluña necesita a Sánchez para aumentar sus privilegios.
Para más inri, ambos tienen un enemigo común. El presidente sitúa a Ayuso como su némesis con el objeto de debilitar a Feijóo, mientras que el empresariado barcelonés señala a Madrid como el origen de todos sus males, un Madrid que "aspira a ser reconocida globalmente con la etiqueta de cosmopolita. Alternativa y superior a la localista y retrógrada de las decadentes elites del resto de territorios, defensores de motores de crecimiento caducos, como la industria", en irónicas palabras de Manel Pérez.
Ya lo decía yo. Lo sucedido en Cataluña en los últimos años no es culpa ni del procés, ni de Puigdemont, ni de Colau, sino de Madrid y la fachosfera. La realidad no existe. Repitan conmigo: la realidad no existe.
La persecución a la desinformación como excusa para aumentar la capacidad de engañar a los españoles. Dirección: Pedro Sánchez. Comienza con Salvador Illa alabando el plan de regeneración democrática y acaba con el presidente del Gobierno mentando el conocido libro Cómo mueren las democracias, momento culmen de la película en el que el espectador, visiblemente emocionado, apenas puede contener las lágrimas.