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Estefania Molina

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Sánchez y la carta ('chantaje') que ofrece Arrimadas

Pedro Sánchez encontró esta semana una aliada en Inés Arrimadas y no solo porque le salvara la prórroga del Estado de Alarma, sino también por el as en la manga que supone Cs

Foto: La portavoz de Cs, Inés Arrimadas, en el Congreso. (EFE)
La portavoz de Cs, Inés Arrimadas, en el Congreso. (EFE)

Pedro Sánchez encontró esta semana una potentísima aliada en Inés Arrimadas y no solo porque la líder naranja le salvara la prórroga del estado de alarma, sino también porque el as en la manga que supone Ciudadanos puede resultar en adelante tan incómodo para Pablo Iglesias, el PNV y Esquerra Republicana, que amaga con devolverle a Sánchez el control de sus socios de investidura y sostener la gobernabilidad por lo que dure la legislatura.

Es la clásica teoría en Ciencia Política sobre las Coaliciones Mínimas (W. Riker, 1962), adaptada a los postulados de otro teórico, Abram De Swann: según este esquema, los actores de un sistema político (Sánchez) tendrán incentivos en formar coaliciones 'por exceso' (con más socios de los necesarios) cuando exista un peligro de chantaje o desavenencias ideológicas entre los socios del gobierno, o entre los aliados que forman la coalición. (Como el miércoles en el Congreso, donde el Ejecutivo pudo haberse quedado solo).

Un ejemplo paradigmático de ello ocurrió en 1996, cuando el Partido Popular pactó con CiU y el PNV, además de con Coalición Canaria. José María Aznar se aseguraba así que catalanes y vascos (únicos votos necesario para gobernar) no pudieran entorpecer la legislatura. Eso pasaba por incluir dentro de su abanico pactista a los nacionalistas canarios —considerados menos pretenciosos— para restar capacidad de presión a sus otros dos socios y tener algo de margen de maniobra aritmética.

Precisamente, casi tres décadas después, la circunstancia se puede repetir para Sánchez ante la ingente necesidad que tiene Ciudadanos de visibilizarse como un partido útil, frente a las cenizas de sus escasos 10 escaños.

En primer lugar, porque la posibilidad de contar con Arrimadas rebaja el poder de negociación de ERC, y pone en serio riesgo su estrategia para las elecciones catalanas. Oriol Junqueras fiaba hasta ahora una eventual victoria electoral frente a Carles Puigdemont a su trato de favor preferente con Moncloa —mesas de diálogo, escenificaciones entre gobiernos…—. Por ese motivo, Junqueras mostró su malestar esta semana apremiando a Moncloa a elegir aliado, o Cs o ERC. Tanto es así, que no sería de extrañar que los republicanos tratasen de regresar en breve al redil de Sánchez.

Sin embargo, la decisión de dejar solo al presidente del Gobierno se produjo por el protagonismo de Quim Torra en las últimas semanas con sus quejas hacia la centralización del mando único de Moncloa, y el escaso acercamiento del presidente del Gobierno hacia ERC. Todo ello, pese a que en el partido no había plena unanimidad sobre la votación del Estado de alarma —de hecho, el exportavoz de la formación en Madrid, Joan Tardà, abogó públicamente por apoyar la prórroga—.

En segundo lugar, Podemos es el otro damnificado silencioso de la entente entre Sánchez y Arrimadas —por mucho que tilden ahora a Cs de derecha civilizada, que antes decían "neoliberal"—. Pero ¿cuánto más puede sostener la compostura Iglesias, a la vista de las ansias pactistas de Cs? Porque los naranjas en el Congreso son el mismo partido que gobierna en la Comunidad de Madrid con el PP de Isabel Díaz Ayuso. Y quizás eso explique por qué Iglesias arremetió fuerte contra Ayuso este viernes, a cuenta de la desescalada, lo que se puede interpretar como una enmienda a la totalidad de los naranjas.

A fin de cuentas, unos presupuestos generales 2021, o de "reconstrucción", tamizados por la renovada moderación de Arrimadas podrían resultar perjudiciales para las pretensiones ideológicas de Podemos en el Ejecutivo, al neutralizar su programa. Incluso, ese acercamiento de Sánchez con Cs permite al presidente recuperar la imagen de centro político que siempre ha deseado, gracias a las posibilidades de la geometría variable —que el líder socialista ya buscó en su investidura fallida en 2016, cuando intentó pactar con Cs y Podemos al mismo tiempo—.

Finalmente, arrinconar al PP supone el último peldaño del terremoto causado por Arrimadas. Pablo Casado plantó un fuerte órdago a Moncloa con el estado de alarma que, sin embargo, no logró debilitar al Ejecutivo. Al contrario, Casado provocó que se abriera la vía Cs para el PSOE. E, incluso, que el PP resultara irrelevante en la votación, mientras Arrimadas se colgaba las medallas de un pacto que bien habrían suscrito muchos barones populares.

Si bien, el líder del PP tendrá que definir de forma clave su errático liderazgo en breve, frente a las fuerzas centrífugas que le acechan: de un lado, el Cs pactista, del otro, sumarse al Vox que amaga con una moción de censura al presidente del Gobierno.

Aunque, a fin de cuentas, ante una grave crisis económica a la vuelta de la esquina, el escenario pude cambiar radicalmente. O, incluso, que parezca que cambia. En eso consiste la carta "chantaje" que supone Arrimadas: en la posibilidad de rebajar las expectativas del independentismo y Podemos, devolviendo a Sánchez su poder sobre el tablero político.

Pedro Sánchez encontró esta semana una potentísima aliada en Inés Arrimadas y no solo porque la líder naranja le salvara la prórroga del estado de alarma, sino también porque el as en la manga que supone Ciudadanos puede resultar en adelante tan incómodo para Pablo Iglesias, el PNV y Esquerra Republicana, que amaga con devolverle a Sánchez el control de sus socios de investidura y sostener la gobernabilidad por lo que dure la legislatura.

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