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Sobre la tendencia decreciente del PP en las encuestas
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Sobre la tendencia decreciente del PP en las encuestas

Los trasvases de electores desde PSOE y Vox se están estrechando al mismo tiempo. Por distintos motivos, los dos rivales del PP vienen recuperando terreno

Foto: El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Javier Belver)
El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Javier Belver)
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Cualquiera que camine por la madrileña calle Génova podrá ver cómo se transparenta la preocupación en la sede del Partido Popular. Saben lo que les pasa, pero no el motivo y, desde luego, parecen lejos de saber cómo solucionarlo.

Miran los números y tienen claras las tendencias demoscópicas. Ven el trazo de la línea azul y son conscientes de que estuvieron al borde del sorpaso cuando lograron deshacerse de Casado. Tienen perfectamente delimitada la duración del efecto Feijóo.

Y no dudan de que la retroalimentación propiciada por la victoria andaluza se agotó en septiembre —tal y como pasó el año pasado tras la mayoría de Ayuso—. La tendencia ascendente llegó hasta que terminó el verano.

Foto: El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Marta Pérez)

Y la decreciente comenzó con la llegada del otoño. El globo ha venido perdiendo aire desde entonces. No puede hablarse de pinchazo, pero tampoco poner paños calientes sobre la evidencia: unos 750.000 votos menos en el trimestre.

La lealtad de voto permanece bastante alta, no da la sensación de que el problema venga por ahí, no se ven señales de desmovilización. Y sí indicios preocupantes por las otras dos vías que impulsaron la subida.

Los trasvases de electores desde PSOE y Vox han venido estrechándose al mismo tiempo. Por distintos motivos, los dos rivales del PP han estado recuperando terreno. No son subidas espectaculares. Pero son nítidas: durante los últimos tres meses, los populares han bajado unos 10 escaños.

Nadie puede decir que las circunstancias políticas se hayan vuelto súbitamente hostiles para el Partido Popular con el cambio de estación, más bien lo contrario.

Foto: El líder de Vox, Santiago Abascal. (EFE/Borja Sánchez Trillo)
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La caída en la capacidad de compra de los españoles es tan histórica como la aprobación de la reforma del delito de sedición, y la historia de la ley del solo sí es sí no puede ser más desgraciada. Sobre el papel, los tres puntos de ese mapa configuran un territorio político prometedor. ¿Qué ha estado pasando?

Es muy probable que la gestión económica sea la principal fortaleza de la marca PP. Aznar levantó ese atributo y Rajoy lo actualizó con otro equipo. Luego Casado lo trituró, porque estuvo más pendiente de los ajustes de cuentas que de conectar talentos. Y Feijóo no ha levantado todavía un equipo de suficiente altura, porque las mentes solventes más cercanas a sus siglas están ganándose la vida en el sector privado.

A pesar de eso, el actual dirigente de los populares sí pudo extraer algunos réditos. Fundamentalmente, en el ámbito de la política fiscal. La batalla respecto a los impuestos que impulsó Moreno Bonilla y prolongó Ayuso fijó en la sociedad la impresión de que había un modelo alternativo al del Gobierno con capacidad de seducción en todas las capas sociales.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Eliseo Trigo)

Sin embargo, el Partido Popular no persistió durante el mes de octubre y directamente desistió durante noviembre. No fue a más cuando, además, el debate de los presupuestos generales estaba ya en el horizonte. Desperdició la ocasión de contrastar serena y seriamente su proyecto económico en un momento de máxima sensibilidad social.

Y Sánchez lo aprovechó. Se lanzó a anunciar medidas y subvenciones, tiró y tiró de chequera mientras los conservadores ni siquiera rechistaban. No plantearon su alternativa. Cedieron el terreno por el que los socialistas, décima a décima, supieron remontar sin oposición.

En aquel momento, durante aquella primera quincena de octubre, toda la conversación nacional giraba en torno a la economía. Pero la conversación cambió y los problemas aumentaron en la calle Génova.

Los de Feijóo esquivaron la trampa de acordar con el PSOE la reforma de la Justicia. Eso es cierto. Si hubiesen pasado por aquel aro —tras el que venía la reforma del delito de sedición—, habrían cometido un suicidio electoral.

Foto: El líder de Vox, Santiago Abascal, durante una concentración convocada por Vox en Colón. (EFE/Sergio Pérez)

Pero por segunda vez, después de acertar, desistieron. Primero, no armaron un relato convincente frente a la sedición. Y si algo quisieron comunicar, no lo comunicaron bien. De manera que el recuerdo de la mala gestión de Rajoy a lo largo de la crisis catalana volvió a ocupar la mente de los electores centralistas más conservadores.

El PP sigue hoy muy lejos de lavar el pecado de aquella culpa y, como consecuencia, continúa en peores condiciones que Vox para competir en todo lo territorial. Parte de la reciente y leve mejoría estadística de los de Abascal tiene que ver con eso, con el hecho de que la sedición estuviese más en el primer plano que la situación económica.

Después, el PP tampoco fue capaz de adaptarse al siguiente cambio de la conversación política nacional. Durante estas últimas semanas, la economía ha caído a la tercera posición, la sedición a la segunda y todo el protagonismo lo ha concentrado la ley del solo sí es sí.

Foto: Ilustración: Pablo Learte.
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Por motivos que no soy capaz de encontrar, el PP puso el foco en la ministra de Igualdad. Corrió tras la liebre falsa porque fue detrás de Vox en lugar de irse a por el PSOE.

Se entiende que los de Abascal disparasen a Montero, ellos crecen polarizando con el otro lado del extremo. Pero no se comprende por qué todo el PP no se centró en Sánchez, que es el responsable político principal, además del adversario real. Un error infantil, inexplicable.

A pesar de todo, no descarten que la factura de la ley del solo sí es sí sea mayor en términos demoscópicos para el PSOE que el coste de la reforma de la sedición. Podría, incluso, frenar o revertir la remontada socialista.

Hará falta algo de tiempo para comprobarlo. Pero si fuese así, a pesar de todas las oportunidades perdidas durante el otoño, el Partido Popular podría entrar en el invierno recobrando algo de aire demoscópico.

Foto: La ministra de Igualdad, Irene Montero, conversa con un diputado del PP, Guillermo Mariscal. (EFE/Zipi)

Estas cosas pasan con cierta frecuencia, a veces uno sale de su peor momento porque el competidor reclama su derecho a pegarse un tiro en el pie, como está haciendo el Gobierno en materia de igualdad. Ojo con el voto femenino.

Ojito, porque podría llegar a activarse, de nuevo, la dinámica virtuosa que busca Feijóo: cuantos más votos le quite al PSOE, más le quitará a Vox.

Para aprovechar a fondo esa posible corriente de aire, el líder del PP tendría que hacer algunos cambios: el equipo económico, el discurso y la comunicación.

Y ya si eso, si es posible, comprar 1.000 toneladas de tila para toda esa capa de la derecha ansiosa que no entiende que competir con Vox solo vale para fortalecer a Sánchez.

Cualquiera que camine por la madrileña calle Génova podrá ver cómo se transparenta la preocupación en la sede del Partido Popular. Saben lo que les pasa, pero no el motivo y, desde luego, parecen lejos de saber cómo solucionarlo.

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