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El momento 1993 del Partido Popular
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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El momento 1993 del Partido Popular

En Génova, libremente, podrán optar por perseguir atajos rápidos y milagrosos. O podrán tomar la vía de ese esfuerzo doble que conlleva actualizar la organización mientras se levanta un proyecto político acorde con la Constitución

Foto: Cuca Gamarra y Alberto Núñez Feijóo, en la sesión constitutiva de las Cortes Generales. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
Cuca Gamarra y Alberto Núñez Feijóo, en la sesión constitutiva de las Cortes Generales. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
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Queda por ver si —como a veces parece anticipar el oficialismo— Sánchez terminará siendo investido con fervor místico y sin pestañear, tras una amorosa ofrenda floral del separatismo y después de un largo ritual de sacrificio con los indepes abjurando felizmente de su voluntad de desmontar la arquitectura constitucional. Llámenme loco pero, a lo mejor, puede que hasta tenga algún sentido no descartar otra posibilidad.

Queda por ver si Puigdemont bajará la cabeza y se someterá amablemente a la imperiosa necesidad de librar de la extrema derecha a un país que él quiere quebrar, si renunciará sumisamente a la hoja de ruta que tiene marcada, habiendo como hay urnas catalanas a la vista.

Foto: Carles Puigdemont, en el Parlamento Europeo. (EFE/Julien Warnand)

Nos queda mucho por ver de aquí a la investidura y luego a lo largo de una legislatura que todo el mundo augura corta —sin precisar un motivo basado en hechos reales— pero que sí se anuncia maldita por la polarización y el mayor poder que nunca tuvieron los nacionalistas. Y nos queda también mucho por ver en la derecha, que lleva ya unos cuantos añitos dando bastante espectáculo.

Termina una semana que ha revivido entre los electores conservadores el shock emocional de aquella noche del 23-J que hoy parece lejana. Saben que falló el mapa, se reconocen ante un escenario previsto y da la impresión, desde la distancia, de que no todo el mundo sabe por donde tirar.

En el extremo, tras su valiosísima contribución durante la campaña electoral para que hoy pueda seguir gobernando "el peor presidente en 80 años", no se ven indicios de reflexión sobre su responsabilidad histórica.

Termina una semana que ha revivido entre los electores conservadores el 'shock' emocional de aquella noche del 23-J que hoy parece lejana

Sin embargo, sí se ven claras señales de decadencia y un pánico evidente al escenario de repetición de generales. Por eso, y no por nada ajeno al partidismo, expresaron su respaldo a la eventual investidura de Feijóo. Son conscientes de que tienen muchas culpas que limpiar.

En la zona más moderada, por debajo de una decepción de digestión muy amarga, se distingue la decisión de seguir jugando la partida de la investidura hasta el final.

En este tramo, la cuestión no es tanto si el juego es más o menos difícil —que lo es y mucho—, sino si existe otra opción después de haber ganado las elecciones y antes de que la puerta de la investidura pueda cerrarse definitivamente.

Foto: El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo durante la reunión convocada con los nuevos diputados. (EFE/Mariscal) Opinión

Habrá quien diga que por este camino costará evitar el desgaste en la imagen de Feijóo. Quizá merezca la pena cuestionarse si el coste de no hacer nada y dejar el bolso en el escaño podría o no podría terminar siendo mayor para el líder, para el partido y para el país estando enfrente lo que está.

¿Alguien entendería que el Partido Popular no buscase la investidura hasta el último minuto? ¿Cómo podría justificarse esa decisión ante millones de votantes? Seguramente, habrá más de uno dudando del intento que simultáneamente critique a Arrimadas por no haberlo intentado en Cataluña —cuando, por cierto, el presidente del Parlament estaba avisado de impedirlo y facultado para hacerlo—.

Por lo tanto, para el PP no existe la opción de no buscar la investidura y —aunque parezca todavía menos probable tras la constitución de la mesa— puede resultar precipitado dar por cerrados todos los escenarios menos el de Sánchez. Si algo se puede adelantar de lo que viene es que Puigdemont guarda todo tipo de trucos y sorpresas.

No existe la opción de no buscar la investidura y puede ser precipitado dar por cerrados todos los escenarios menos el de Sánchez

Otra cuestión, en realidad, la de fondo, está en lo que probablemente estará por venir después. Con Sánchez en el Gobierno, puede darse por hecho que la labor de oposición será un "no" en sesión continua en el Congreso y que los populares harán un uso intensivo del Senado para retrasar y llenar de obstáculos el angosto sendero que Puigdemont le permita a Moncloa.

Es en el terreno partidario donde las cosas parecen estar más abiertas. A lo largo de la última década, los españoles hemos sido testigos de toda suerte de movimientos en la derecha más llevados por las tripas que por el raciocinio.

El recuento es tremendo: dos cismas —Ciudadanos y Vox—, una desaparición —Ciudadanos—, un golpe que se debió evitar —Cataluña—, una moción de censura que se pudo taponar —2018—, un nombramiento mejorable —Casado—, un rosario de derrotas electorales —2019— y un desalojo del poder orgánico en una situación extremadamente crítica —Casado en 2022—.

Foto: Pedro Rollán Ojeda, nuevo presidente del Senado. (EFE/Juanjo Martin)

Toda esa cadena de acontecimientos llevó al Partido Popular hasta el borde de un precipicio en el que resultaba más que verosímil —y difícilmente revocable— el sorpaso de Vox. Desde aquel momento en la UVI, que diría Lopera, el PP ha ido recuperando algo de salud, no toda —los ecos del genocidio de talento aplicado por Casado serán duraderos—. Pero las aguas se han ido pacificando, las victorias han ido regresando —recuperando muchísimo aire territorial en mayo—, e incluso se alcanzaron dos mayorías absolutas notables —Madrid y Andalucía— y, finalmente, llegó la primera plaza en las generales.

Quien tenga algo de memoria podrá comparar la decepción actual de los populares con la que sufrieron en 1993, entonces también las expectativas eran altas, pero tampoco hubo cambio en el poder. Fueron dos campañas de alta tensión destructiva que terminaron activando a la base progresista —en los 90 se habló tanto de "crispación" como hoy se habla de polarización.

Aznar supo ver después de aquel recuento que su avión necesitaba más potencia que la del rechazo social, así que armó dos motores más. Por un lado, un proyecto de país más ancho y actual que el de su competidor, en el que la regeneración funcionaba como pieza clave y la economía daba más tracción que todo lo demás. Y, por el otro, una organización electoralmente más competitiva y moderna que la de su rival. Solo después de aquel doble esfuerzo adicional llegó una victoria que no fue precisamente amplia, conviene recordarlo.

"Aznar supo ver después de aquel recuento que su avión necesitaba más potencia que la del rechazo social, así que armó dos motores más"

Cabe, por lo tanto, deducir que los populares podrían encontrarse ante el dilema de volver a tomar decisiones desde la ansiedad o desde lo racional. Durante un tiempo estrecho mantendrán abierto, de nuevo, su momento 1993.

De manera que, libremente, podrán optar por perseguir atajos rápidos y milagrosos. O podrán tomar la vía de ese esfuerzo doble que conlleva actualizar la organización mientras se levanta un proyecto político acorde con la constitución, los problemas de las clases medias y las reformas que demanda este tiempo.

Es fácil predecir quienes contarán las bondades del pensamiento mágico. Cualquiera que conoce el interior de un gran partido se sabe la regla de oro: los que menos hayan aportado, serán los que se comporten de una manera más ruidosa. Está cantado.

Queda por ver si —como a veces parece anticipar el oficialismo— Sánchez terminará siendo investido con fervor místico y sin pestañear, tras una amorosa ofrenda floral del separatismo y después de un largo ritual de sacrificio con los indepes abjurando felizmente de su voluntad de desmontar la arquitectura constitucional. Llámenme loco pero, a lo mejor, puede que hasta tenga algún sentido no descartar otra posibilidad.

Partido Popular (PP)
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