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Pablo Pombo

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PP y PSOE: mismo dilema, diferentes caminos

Vox planteó un órdago que los populares aceptaron y todo lo que viene por detrás es una cadena de consecuencias de aquella elección. Sin embargo, no hay nada que puedan hacer los socialistas para evitar el fracaso de Yolanda Díaz

Foto: El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Javier Belver)
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Javier Belver)
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La producción legislativa sigue estancada, pero el sistema de partidos está transformándose. Podemos y Ciudadanos subieron y cayeron. Y tras la primera generación de fuerzas de la “nueva política”, ascendieron otras dos con declives que ya parecen irremediables. El PSOE y el PP, que en distintos años pero con la misma intensidad, se sintieron amenazados, hoy se saben consolidados y contemplan despacio sus posibilidades de crecimiento. Tienen el mismo dilema, pero cada uno lo está resolviendo a su manera.

Básicamente, la disyuntiva que ocupa a esos laboratorios consiste en elegir uno de estos dos caminos: tratar de sumar todo lo posible con lo que está en su extremo del espectro político o intentar comerse al extremo para alcanzar el gobierno con el apoyo de los nacionalistas.

Los de la calle Génova han estado paralizados durante mucho tiempo ante la emergencia de un partido a su derecha. Casado no supo gestionar aquello y casi termina mandando al desguace las siglas azules. Han necesitado tiempo para enderezar la nave. Tiempo y la pérdida del Gobierno. En la campaña de 2023, el PP no fue capaz de aclarar su relación con Vox y luego lo pagó, se atenazó en el momento clave.

Ahora, la incógnita se muestra más despejada. Los populares ven que los de Abascal solo puede ir a menos. ¿Hasta dónde? Pongamos que hasta el 7. Parece una referencia razonable, fue la cifra de la debacle de Ciudadanos. Por esa vía el PP podría ponerse en el 36 o el 37%.

Foto: Feijóo y Abascal, en el Congreso de los Diputados. (EFE/Fernando Villar) Opinión
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Parece que tienen el diagnóstico claro. Ven que a Vox le falla el liderazgo porque se cae a cachos y todo lo que queda por abajo es morralla, después de las purgas que se han ido ejecutando sin que nadie termine de comprender el motivo. El golpe de gracia se lo dio Alvise en las europeas, no hizo falta mucho más para que a Vox se le viesen los agujeros del cartón verde. Y, encima, al de Se Acabó La Fiesta se le empezó a terminar su chiringuito con el descubrimiento del chiringuito financiero. Miel sobre hojuelas.

Y, además, parecen tener una receta trabajada. Feijóo ha detectado que puede imprimirle un aroma más social a su proyecto, en el fondo parecida a la oferta política de la CDU alemana, centrada en las políticas familiares.

Foto: La vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz (i), junto al presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. (Europa Press/A. Pérez Meca)

La familia dejó de ser un valor conservador en la crisis de 2008 porque ofreció un paraguas a los hijos, ganó importancia con la pandemia y la crisis inflacionaria, y es hoy un punto nuclear y transversal.

Los hijos de las clases medias, ahora precarizadas, no pueden poner en marcha sus proyectos vitales, tienen enormes dificultades para acceder a la vivienda, pero están encontrando en las estructuras familiares las tablas de su salvación. Por ahí pueden morder los populares en la tostada electoral del PSOE.

A su vez, da la impresión de que el PP tiene claro que ha de taponar a Vox en la cuestión migratoria. Otra clave que también se ha convertido en transversal, aunque los progresistas de aquí sigan sin darse cuenta y mira que son claros los números.

La inmigración preocupa a los votantes socialistas dos puntos más que el paro, cinco y medio más que los problemas políticos y ocho más que la situación económica. La clase baja o pobre está más preocupada que la clase media, la clase trabajadora y la clase media baja más que la clase alta y medio alta. Por ahí está el tapón a Vox.

Los de la calle Ferraz también están echando cuentas. Llevan meses esperando a que Sumar resucite y retome el pulso en 10%. Quizá hayan empezado a asumir que no hay manera. El fracaso de Yolanda Díaz debe estar llevándoles a un cálculo no muy distinto del siguiente: 3% para Podemos, 5% para Sumar y 34-35% para el PSOE.

Lo ideal para Sánchez sería que las dos formaciones de extrema izquierda se reagrupasen y que la extrema derecha terminase partiéndose en dos. Para lo primero, habría que entregárselo todo a Pablo Iglesias. Y para lo segundo, convendría que Alvise no acabase en el talego.

Foto: Sánchez, Montero y Díaz. (Europa Press/Eduardo Parra)

La diferencia entre cómo afrontan el PP y el PSOE este dilema está en que Feijóo tuvo capacidad de decisión y Sánchez no tiene capacidad de control. Vox planteó un órdago que los populares aceptaron y todo lo que viene por detrás es una cadena de consecuencias de aquella elección. Sin embargo, no hay nada que puedan hacer los socialistas para evitar el fracaso de Yolanda Díaz.

Primero porque en esa sopa de letras cohabitan electoralmente intereses distintos y con frecuencia contrapuestos. Y, segundo, porque la opción de un Frente Popular propulsaría al PP unificándoles todo el voto.

Desde la barrera, se oyen el tintinear de las campanillas que presagian la retirada de Yolanda de la plaza pública. Todo parece indicar que Urtasun aguarda zaino en toriles. Se le ve más presente en los medios y cuesta pensar que esto ocurre contra la voluntad de Sánchez.

Foto: Pedro Sánchez, Yolanda Díaz y María Jesús Montero. (EFE / J.P Gandul)

Al escucharle, cualquiera puede apreciar que solo razona en términos de partido. Y eso no termina de ser inocuo para la extrema izquierda porque su partido es el de los comunes y Sumar es una agrupación de partidos regionales.

Por lo tanto, en ese caso, pueden darse por hechas las tiranteces con Madrid, Valencia y compañía. Me cuesta imaginar que todos aceptasen, sin más, el destino de convertirse en una sucursal de Barcelona.

Nada de provecho ciudadano se mueve en esta legislatura que no tiene más objeto que el de prolongar el secuestro de un gobierno. Pero algunas cosas están pasando. Después de tantos vaivenes, se ve que el bipartidismo tiene mejor salud que nunca y comienzan a intuirse que el PP tiene un plan para el día de mañana, mientras el PSOE vive al día.

La producción legislativa sigue estancada, pero el sistema de partidos está transformándose. Podemos y Ciudadanos subieron y cayeron. Y tras la primera generación de fuerzas de la “nueva política”, ascendieron otras dos con declives que ya parecen irremediables. El PSOE y el PP, que en distintos años pero con la misma intensidad, se sintieron amenazados, hoy se saben consolidados y contemplan despacio sus posibilidades de crecimiento. Tienen el mismo dilema, pero cada uno lo está resolviendo a su manera.

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