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Crónicas desde el frente viral
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Alemania vota en una semana: todos sabemos quién será Canciller y nadie conoce su talla
El futuro de Alemania y de Europa estará en manos de un hombre que es un producto político del mundo de ayer
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Dentro de un siglo, los libros contarán que el mundo cambió en 2025. Podrá leerse que fue ahora cuando el multilateralismo se acabó, cuando la OTAN terminó y cuando el modelo democrático occidental se tambaleó.
Apenas quedan resquicios del siglo XX. La realidad en que crecimos parece carne de museo. Buscamos referencias en el pasado a ver si así nos orientamos. Hablamos de los Sudetes, de Yalta, de todo lo anterior a la configuración de la segunda mitad del siglo XX. Y no advertimos las enormes diferencias con aquella época.
Entre ellas, el papel de Alemania: el país que fue foco de los problemas europeos está abocado ahora a buscar una solución. Y esa búsqueda tiene un punto de partida: 23 de febrero, elecciones al Bundestag.
Nuevo Canciller en un tiempo nacional y continental de orfandad política, debilidad económica y vulnerabilidad militar. Nuevo líder sin ningún Churchill a la vista y con todos los socios de la UE infestados de sucedáneos de Pétain inoculados desde el putinismo.
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Encabezará el Gobierno, salvo hecatombe electoral, Friedrich Merz. Otra paradoja más: el futuro de Alemania y de Europa estará en manos de un hombre que es un producto político del mundo de ayer. 70 años en el establishment, millonario, calmado y sin experiencia de gestión pública.
Lo previsible es que la CDU gane con un resultado cercano al 30% y que abra la negociación para formar un Gobierno de coalición con los socialistas, con los verdes o con los dos. Lo probable es que esta sea la última ocasión para frenar el triunfo de la extrema derecha, nada más y nada menos que en Alemania.
Puede que esa oportunidad esté ya perdida en Francia, el futuro de Macron parece cada vez más oscuro. El puente, el eje París-Berlín, podría terminar sostenido desde una única orilla en un trance históricamente delicado. Por lo tanto, la gran pregunta es si Merz tendrá o no tendrá la ambición y la visión que requiera esta complejísima situación.
Hasta el momento, casi todas las señales que emite el candidato conservador vienen marcadas por la cautela. No está prometiendo nada parecido a una revolución, es un reformista que parece conocer el paisaje que ha heredado. Sabe que el legado político de Merkel y Scholz está envenenado.
Gustará más o gustará menos, pero parece claro que la derecha tradicional europea le está comprando el libreto a Meloni
La canciller estableció un modelo basado en una triple externalización —energía desde Rusia, exportaciones hacia China y la protección militar con Estados Unidos— que no tardó en transformarse en triple dependencia. Unos pocos años han bastado para dejar al modelo económico germano desfasado y sin alternativa a la vista. Simultáneamente, la gestión de las migraciones ha generado un serio problema de convivencia.
Alemania no quiere seguir así. Y no parece muy arriesgado anticipar que el primer cambio llegará respecto a las migraciones. El giro restrictivo que viene dándose en otras naciones europeas no se frenará en Alemania, será retroalimentado y pronto además.
Gustará más o gustará menos, pero parece claro que la derecha tradicional europea le está comprando el libreto a Meloni. Aquí en España se nos dirá que todo esto es una rendición a las tesis de la extrema derecha. Es una manera de verlo, hay otra que podría dificultar la labor de los catedráticos en moralina.
La socialdemocracia de los países nórdicos lleva años manejando mensajes y aplicando políticas mucho más duras y hostiles que las de Fratelli d'Italia. Y de lo del británico Starmer bien podemos charlar otro día.
Lo cierto es que la cuestión del islamismo radical es el elefante en el salón alemán
¿Variará, a este respecto la orientación del SPD? La extrema derecha espera que no. Y pone velitas para que la coalición sea necesariamente a tres. De ese modo, las tensiones internas aumentarán y AfD estará en condiciones de encontrar el combustible que le hará falta en la siguiente carrera electoral. Se quiera o no se quiera afrontar, lo cierto es que la cuestión del islamismo radical es el elefante en el salón alemán.
La siguiente urgencia está fijada en el ámbito de la defensa. Todo parece indicar que Merz no tiene demasiada intención de ser templado con Putin —a diferencia de sus dos predecesores en el cargo—. Sin embargo, queda por verse cuánto margen de actuación le permitirán sus socios de coalición.
En cualquier caso, puede apostarse a que el gasto militar alemán aumentará hasta 3%. Lo mismo puede esperarse de Francia y de Polonia. España corre el riesgo de convertirse en un socio más instalado en la periferia de la Unión Europea de lo que ya está.
En materia económica, el programa de la CDU apunta una fuerte bajada de los impuestos, muy "business friendly" y comienza a barajarse seriamente un movimiento heterodoxo. Las probabilidades de que Alemania levante el freno (de mano) de la deuda no son marginales. El miedo al endeudamiento y a la inflación, clavados a fuego en la memoria de aquel país sigue pesando, pero más pesa el estado de necesidad: tocas gastar y financiar.
Estamos viendo demasiadas cosas que desbordan la imaginación que nos fue reciente
La apuesta por la reindustrialización del país que ofrece la CDU es vaga, suena demasiado voluntarista. En términos generales, no se distingue con claridad el perímetro del proyecto que ofrece Merz. La cautela general es todavía más acusada respecto a la salida de la guerra de Ucrania y la relación futura con Estados Unidos.
Cualquiera puede entender que no es casual que la guerra comercial contra Europa se inicie, justamente, cuando mayor es el vacío de poder en la primera potencia del continente. No hace falta ser paranoico para detectar una ofensiva.
Desde hace semanas, primero Musk y después Vance están interfiriendo en la campaña electoral tratando de beneficiar al máximo a la extrema derecha alemana. Putin también mueve sus piezas, sus propios actores en el sistema de partidos.
La distancia que conserva la CDU parece segura, las encuestas apuntan a estabilidad con una ligera, ligerísima por ahora, tendencia decreciente. Los ultras van al alza y queda toda una semana de campaña. Veremos cómo procesa la opinión pública el atentado de hace unos días. Veremos lo que pueda ocurrir día a día, porque una semana, en tiempo electoral, equivale a siete años.
Nos ha tocado vivir unos años demasiado interesantes. Estamos viendo demasiadas cosas que desbordan la imaginación que nos fue reciente. Nadie sabe lo que pasará, todos sabemos que pasarán cosas sin precedentes. Todos sabemos que ganará Merz y nadie, ni siquiera él, sabe si tiene la talla que viene marcada en los libros de historia.
Dentro de un siglo, los libros contarán que el mundo cambió en 2025. Podrá leerse que fue ahora cuando el multilateralismo se acabó, cuando la OTAN terminó y cuando el modelo democrático occidental se tambaleó.