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Crónicas desde el frente viral
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Cambio estratégico: el sanchismo ya no se conforma con sobrevivir
Todo lo que está moviendo el poder político, desde lo orgánico hasta lo empresarial pasando por el deterioro democrático, puede escandalizar pero tiene una función instrumental. El objetivo es lograr un cambio de régimen con un partido dominante
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Están pasando cosas bien interesantes en todos los espacios políticos de nuestro país. No hay espacio que no se esté reconfigurando: hay agitación mezclada con el pánico en la extrema izquierda, hay una transformación en Vox y señales de posibles novedades en la extrema derecha, hay cambios notables internos e ideológicos en el nacionalismo –se ha producido una matanza en el PNV y la inmigración comienza a protagonizar el ideario de Junts y de Bildu…
Sin embargo, es en los dos principales partidos donde se están produciendo las principales alteraciones. Los populares parecen haber superado el dilema estratégico que les tenía acogotados, da la impresión de que han superado la fantasía de gobernar España en solitario, comienzan a asumir que tendrán que hacerlo con la extrema derecha y empiezan a buscar la forma de que les condicionen lo menos posible.
Y, al mismo tiempo, no hay día sin que veamos una noticia que nos lleve a pensar que el sanchismo está empezando a trabajar para algo de mayor alcance que llegar a la próxima semana. Si unimos los puntos que se iluminan en la actualidad nacional, podremos llegar a la conclusión de que en Moncloa, por primera vez en mucho tiempo, parece haber un plan estratégico.
Naturalmente, tener un plan no implica que pueda darse por hecho que se cumplirá. No se puede garantizar su éxito, pero sí puede apuntar que está en marcha, que están trabajando en ello.
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Estamos viendo a los socialistas devorar a la competencia que tienen a la izquierda mientras aplica la mano militar en todo lo orgánico. Estamos viendo medidas como la ley Begoña y maniobras como la de Telefónica, también operaciones muy agresivas en el espacio de los medios de comunicación. Estamos viendo acciones muy claras para interferir en el sector privado y para purgar y colonizar la administración en todos los ámbitos, incluyendo el diplomático. En mi opinión, pensar que todas estas vueltas de tuerca responden a una suma de coincidencias sólo puede ser interpretado como un ejercicio de ingenuidad.
Todo lo que está moviendo el poder político, desde lo orgánico hasta lo empresarial, pasando por el deterioro democrático pasando por lo internacional, puede escandalizar, pero tiene una función instrumental. El objetivo, a mi juicio, consiste en lograr un cambio de régimen con un partido dominante, que restrinja la alternancia en el poder volviéndola impracticable y que esté respaldado con una serie de partidos que buscan confederar a España.
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Un partido puede convertirse en dominante cuando dispone de un conglomerado de poder, influencia y control social tan grande que le hace muy difícil de batir en las urnas y que, llegado el caso de accidente electoral le permite volver al Gobierno con suficiente facilidad tras la siguiente competición.
El sanchismo lleva semanas trabajando, está dando forma a ese conglomerado mientras trata de gestionar su debilidad parlamentaria y busca la manera de sobrevivir a los posibles casos de corrupción. Están moviéndose en lo táctico y en lo estratégico.
Desde mi punto de vista, es un error plantearse que Sánchez abandonará la política tras una eventual derrota en las próximas generales. Primero combatirá con todo y, si pierde, comenzará a preparar su regreso a Moncloa aprovechando la infraestructura de poder que está construyendo ahora.
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Para lograrlo, le conviene que Vox tenga el mayor peso posible en el próximo Gobierno hipotético y necesita el concurso de los sindicatos. Si Feijóo tiene que dedicar el 70% de su tiempo a gestionar los problemas internos causados por la deslealtad que los de Abascal muestran al gobernar y si existe suficiente conflictividad social, se darán dos condiciones necesarias para generar una estabilidad tal que impida a los de Feijóo completar el mandato.
Con ese manual ha operado el peronismo durante años: hasta Macri, ningún presidente no peronista pudo llegar hasta el final de la legislatura. Ese es un ejemplo muy nítido de cómo un partido dominante impide la alternativa en el ejercicio del poder: no la neutraliza del todo sino que la restringe, la estrangula al máximo.
En Latinoamérica hay más referencias de ese modelo de partido dominante: estuvo el PRI mexicano que lo dominó todo, también podría señalarse al PT en Brasil. En Europa, el caso más sofisticado y duradero se dio en Italia con el largo reinado de la Democracia Cristiana. En España, se han dado situaciones comparables con la hegemonía del viejo PNV y durante los años del pujolismo.
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El cambio de régimen que se genera al pasar de una democracia plena a una de partido dominante no requiere la alteración del marco legal formal, pero sí necesita la construcción de un Estado dentro del Estado en manos de las élites que monopolizan el poder político.
Existe una justicia para todos y otra para los miembros del partido, unas reglas económicas para unos y otras para los cercanos, una información no interferida sobre los asuntos generales y otra férreamente controlada respecto a ciertos particulares. Hacia esa dirección se encamina, en mi opinión, la intención política estratégica que descifra la actualidad de las últimas semanas.
El sanchismo puede estar mutando de nuevo. Y no, no estamos hablando de un cambio ideológico porque ese componente es irrelevante. Estamos reflexionando sobre una transformación estratégica que parece estar forjándose ahora mismo.
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El tiempo en que todo estuvo condicionado por ambición narcisista de acumular poder personal puede estar quedando atrás. Podría estar naciendo un proyecto político que ni siquiera necesite al líder para seguir perpetuándose.
La construcción de ese estado exclusivo para una élite sanchista tendría cimientos y potencia suficientes para seguir funcionando aunque se cambiase el dirigente. De hecho, con sucesor la mecánica podría tornarse más cruda y agresiva. La historia de las democracias menguadas está llena de ejemplos que confirman ese temor. Ahora que lo pienso, si no se extirpa el peligro a tiempo, no encuentro ninguna excepción. El siguiente, probablemente, será peor.
Están pasando cosas bien interesantes en todos los espacios políticos de nuestro país. No hay espacio que no se esté reconfigurando: hay agitación mezclada con el pánico en la extrema izquierda, hay una transformación en Vox y señales de posibles novedades en la extrema derecha, hay cambios notables internos e ideológicos en el nacionalismo –se ha producido una matanza en el PNV y la inmigración comienza a protagonizar el ideario de Junts y de Bildu…