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Volver a ser el diputado 176 (o el sueño de una noche de verano)
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Volver a ser el diputado 176 (o el sueño de una noche de verano)

La necesidad de contar su presencia en la Cámara Baja evidenció la fragilidad de la mayoría parlamentaria del Gobierno, alimentando titulares y análisis, bautizando a Oramas como la diputada ciento setenta y seis

Foto: La portavoz de Coalición Canaria, Ana Oramas. (EFE/Zipi Aragón)
La portavoz de Coalición Canaria, Ana Oramas. (EFE/Zipi Aragón)
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Fue en mayo de 2017. La diputada de Coalición Canaria, Ana Oramas, acudió a la votación de las enmiendas parciales a los Presupuestos Generales del Estado pese al fallecimiento de su padre. Cuando trascendió que la parlamentaria había encajado ese golpe, familiar, mayúsculo, quedó en el aire si estaría o no en las votaciones, dándose la circunstancia de que no había opción de solicitar el voto telemático.

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La necesidad de contar su presencia en la Cámara Baja evidenció la fragilidad de la mayoría parlamentaria del Gobierno, alimentando titulares y análisis, bautizando a Oramas como la diputada ciento setenta y seis, estatus que compartió con otro parlamentario, también del archipiélago, Pedro Quevedo, de Nueva Canarias. Al año siguiente del capítulo protagonizado por la diputada fue el propio Quevedo quien salió al rescate de los Presupuestos de Mariano Rajoy. Otra vez los nacionalistas de las Islas haciendo valer la figura del diputado 176, ora Coalición, ora NC. Otra vez, pocos años después, el nacionalismo canario explorando fórmulas que les permitan mantener su presencia en las Cortes y, con los dedos cruzados, también rezando para que las mayorías que determinen las urnas les renueve la condición de diputado ciento setenta y seis.

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Es el sueño más perseguido por NC, y especialmente por quienes, en Coalición Canaria, regresan al Gobierno autonómico después de cuatro años debutando en la oposición, necesitando en consecuencia como agua de julio una buena posición en las próximas negociaciones de los Presupuestos Generales del Estado; por las buenas, fluyendo adecuadamente con quienes se sienten en los ministerios (siendo en las Islas el pacto Coalición-PP, el escenario deseable para el próximo Ejecutivo regional es que Feijóo entre en Moncloa), o por las malas, teniendo la sartén del diputado 176 por el mango con indiferencia de quienes ocupen los escaños azules del Congreso. No lo tienen fácil. La lotería del ciento setenta y seis es un tren que no suele pasar dos veces, pero Coalición sigue creyendo en su buena estrella y no quiere perdérselo, de ahí que desde el mismísimo momento en que Sánchez precipitó la convocatoria de elecciones se hayan puesto manos a la obra para armar un puzzle que ha ido cogiendo forma —sumando siglas que refuercen una alianza liderada por CC— sin que una pieza, la de Nueva Canarias, termine de encajar.

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Se intentó. Los negociadores de cabecera de CC y NC buscaron la forma de concurrir encabezando una amplia plataforma que ha puesto otra vez de relieve que la deseada reunificación del nacionalismo canario (Nueva Canarias se fundó y escindió de CC en 2005) deberá esperar, quién sabe si por otro momento, por otros liderazgos o por ambas cosas. No está siendo posible. Lejos de acercarse al reencuentro de las dos formaciones que se dicen de obediencia canaria, en esta ocasión están más lejos que cuando en las anteriores elecciones generales —en 2019– alcanzaron un acuerdo que se concretó en un escaño a tiempo parcial, que ocuparon el mismo Quevedo (NC) y María Fernández (CC), ambos de Las Palmas de Gran Canaria.

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¿En qué se traduce la plataforma que está impulsando Coalición? Como así ocurrió en buena parte del país, el veintiocho de mayo materializó en las Islas un aviso a navegantes. La aparición en escena de Vox, entrando con fuerza en el Parlamento canario y en algunas corporaciones de peso, anunciaron lo que debe interpretarse como señal de lo que puede ocurrir a finales de julio. Vox no hizo campaña en el archipiélago. Semanas después de la noche electoral, en las Islas pocos o nadie ponen cara, nombre o apellidos a sus candidatos. Con todo, en la Cámara regional han pasado de cero a cuatro sin despeinarse, desde el anonimato, únicamente impulsados por la onda expansiva de las primarias que necesitaba e interesaban al PP y a Vox, primarias que Pedro Sánchez, cometiendo un error de difícil comprensión (especialmente a ojos de sus líderes regionales o candidatos municipales) regaló a la derecha y a la derecha de la derecha.

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Con este antecedente, y sabiéndose en la inevitable debilidad de afrontar unas elecciones generales con el eje izquierda-derecha sacando de escena el pulso centro-periferia, saben Coalición y NC que solo sumando de un lado y de otro pueden sobrevivir al guión, la narrativa y el relato de campaña que trae bajo el brazo esta convocatoria electoral. Quieren presentarse a pie de calle como una tercera vía, una tercera opción que les haga un hueco en la película que van a rodar (están rodando ya) socialistas y populares, con Sumar y Vox acompañando al piano.

Qué mejor que resucitar la figura del diputado ciento setenta y seis que tantas alegrías les dio —con la consiguiente repercusión en las Islas— para proponerse como alternativa al bipartidismo electoral. Coalición ha conseguido subir al barco a Unidos por Gran Canaria, Agrupación Herreña Independiente (AHI) y, sobre todo, a Agrupación Socialista Gomera, una aportación notable por gentileza de quien se ha consolidado como llave maestra de los gobiernos autonómicos en sus diferentes versiones, Casimiro Curbelo. Ha sido posible con todos, menos con Nueva Canarias, formación que lidera con mano de hierro Román Rodríguez, vicepresidente en funciones al que las urnas de mayo han dejado sin escaño.

Foto: Casimiro Curbelo interviene ante el Parlamento de Canarias. (Europa Press)

Fue posible en 2019, pero no han logrado ir de la mano, CC y NC, años después. Han sido tres los obstáculos que ambas formaciones se han encontrado en el camino. De una parte, el desacuerdo sobre quién debía encabezar la lista al Congreso en Gran Canaria. De otra, la falta de acuerdo sobre el sentido del voto de NC en la inminente investidura de Fernando Clavijo (CC). Y, en tercer lugar, el desencuentro sobre la necesidad —planteada por Coalición— de votar, caso de contar con más de un parlamentario, en idéntico sentido la investidura de Sánchez o Feijóo. Y, una más. No hay tres sin cuatro. A las tres razones más o menos reconocidas hay que añadir la enemistad, manifiesta e imperecedera, de Román Rodríguez y Fernando Clavijo, agua y aceite, un enfrentamiento que únicamente podría explicarse con mínima precisión remitiendo a la polaridad de los líquidos. En los minutos de descuento, ya bajo las siglas de CC, intentan dar con un independiente, válido y con tirón electoral —así lo han anunciado— para lograr una plancha de consenso. Quieren estar. Sueñan con volver a ser el disputado voto del diputado ciento setenta y seis.

Fue en mayo de 2017. La diputada de Coalición Canaria, Ana Oramas, acudió a la votación de las enmiendas parciales a los Presupuestos Generales del Estado pese al fallecimiento de su padre. Cuando trascendió que la parlamentaria había encajado ese golpe, familiar, mayúsculo, quedó en el aire si estaría o no en las votaciones, dándose la circunstancia de que no había opción de solicitar el voto telemático.

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