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Madrid, tierra de castillos: la prisión de Éboli, el fuerte maldito y otros bastiones desconocidos
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Miguel Díaz Martín

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Madrid, tierra de castillos: la prisión de Éboli, el fuerte maldito y otros bastiones desconocidos

En este Madrid, que antes fue Corona de Castilla, se erigen bastiones que fueron "prisiones de notables", fortalezas protectoras o palacios señoriales que hoy se usan con fines lúdicos

Foto: Imagen del Castillo de Viñuelas. (Cedida: COAM)
Imagen del Castillo de Viñuelas. (Cedida: COAM)

Remontémonos 500 años en el tiempo. Cae la noche del 28 de julio de 1579. Desde su oscura habitación, una consternada Ana Mendoza de la Cerda acaricia el parche de su ojo derecho sin entender aún cómo sus enemigos han logrado que Felipe II la destierre de la Corte. Sabe que está al sur de Madrid por la trayectoria de los carruajes. Con su ojo bueno ha logrado atisbar que pasará su cautiverio en una fortaleza de piedra blanca. Deduce que se encuentra en el Castillo de Pinto. Lo que desconoce es que está viviendo uno de los episodios más importantes de su vida y que hará correr ríos de tinta durante siglos. Hablamos de la gran Princesa de Éboli.

Arrancamos este viaje en la calle de la Almudena de Madrid, donde el edificio en el que Ana Mendoza vivió, frente a la catedral, luce una placa que recuerda el arresto real en su propia casa. A continuación, como hemos visto, sería enviada a uno de los baluartes que conforman el poco valorado patrimonio medieval de la comunidad, el Torreón de Pinto o Torre de Éboli.

La arquitectura de los bastiones madrileños no se reduce, como la mayoría cree, al castillo de Manzanares o la villa amurallada de Buitrago. Muy al contrario, la región esconde edificios excepcionales que fueron plazas de la Reconquista o cárceles improvisadas para notables.

placeholder El torreón de Pinto o Torre de Éboli. (Cedida: Ayuntamiento de Pinto)
El torreón de Pinto o Torre de Éboli. (Cedida: Ayuntamiento de Pinto)

La Torre de Éboli es un magnífico ejemplo de ello. Sus 25 metros de altura, levantados en mampostería y sillería, albergan cuatro plantas con bóveda de cañón rematadas en lo alto por un parapeto defensivo sobre garitas en semivuelo y espigones. La disposición de las esquinas en forma redondeada para reforzar la estructura emparentan su construcción con otra atalaya que conviene admirar: la Torre del Pan. Caminemos hasta Arroyomolinos para descubrirla.

Gonzalo Chacón, señor de Casarrubios y mayordomo mayor de Isabel la Católica, gobernó esta torre gótica de cinco pisos y muros de aparejo de ladrillo que dan al conjunto su imagen distintiva. El ladrillo cocido de factura mudéjar, protagonista en castillos como el de Batres, permitía no solo salvar el elevado precio de la piedra y la gran distancia de Arroyomolinos respecto a las principales canteras -Guadalix o Venturada al norte y Colmenar o Campo Real al sureste-, sino que proporcionaba a las construcciones una resistencia formidable pese a su aparente fragilidad, como demuestran los impactos de artillería visibles.

Al lector que visite Pinto o Arroyomolinos no le costará imaginar los antemuros de los castillos primigenios a los que pertenecían ambas torres, los fosos con puentes removibles o la disposición de las caballerizas de los señores, defendidos en última instancia en el caso de la Torre del Pan por saeteros encaramados sobre los ocho garitones superiores.

La cárcel de un rey francés

Volvamos a un lugar muy próximo al de la detención de la princesa de Éboli, la Plaza de la Villa de Madrid, donde se levanta la Torre de los Lujanes. Este complejo con patio central toledano es, en realidad, un ejemplar único de casa-palacio del siglo XV. Destacan en ella la portada principal cuadrada con decoración gótica y blasones familiares (faja de gules, muro de azur y bordura con catorce castillos) y la puerta lateral de la torre, realizada mediante arco de herradura con grandes dovelas pétreas de extraordinaria rareza en la capital, según el servicio histórico del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM).

placeholder La Casa y Torre de los Lujanes, en el centro de Madrid, en una imagen de archivo. (Cedida: COAM)
La Casa y Torre de los Lujanes, en el centro de Madrid, en una imagen de archivo. (Cedida: COAM)

La torre pudo ser arrasada en el siglo XIX por la pretensión municipal de ampliar la angosta calle del Codo, pero un informe de la Real Academia de Historia fue determinante para evitarlo: los tres expertos que firmaron el dictamen establecieron que debía darse crédito a la versión popular que aseguraba que la Torre de los Lujanes había alojado temporalmente a Francisco I, rey de Francia, tras su detención como prisionero de Carlos V durante la batalla de Pavía (Italia). Gracias a ello podemos disfrutar de una de las plazas más características de la capital.

Dos fortalezas en la Villa y Corte

Pero si de castillos en sentido estricto hablamos, Madrid cuenta con dos fortificaciones. La más antigua es el Castillo de la Alameda, levantado a apenas 600 metros del aeropuerto de Barajas y cuya recuperación por el Ayuntamiento permite admirar dos muros y dos torres realizados en piedra de sílex, así como el foso y el puente y el perímetro originales.

Aunque el parque del Capricho le robe todo el protagonismo, La Alameda destaca por su uso -de nuevo- como prisión de notables y posada real. Allí fueron encarcelados Fernando Álvarez de Toledo, III Duque de Alba y temido gobernador de Flandes, y Pedro Téllez de Girón, III Duque de Osuna y virrey de Nápoles. En 1599, el complejo sirvió de acomodo a la reina Margarita de Austria, que hacía su entrada en la Corte tras su boda en Valencia con Felipe III.

placeholder Vista aérea del castillo de la Alameda. (Cedida: Ayuntamiento de Madrid)
Vista aérea del castillo de la Alameda. (Cedida: Ayuntamiento de Madrid)

El segundo castillo se encuentra en la Posesión de Viñuelas. Aunque originario del medievo, la configuración actual -ampliado por sus extremos, recuperadas las torres laterales almenadas- es del siglo XVIII. Felipe V, Fernando VI o Carlos III disfrutaron de esta finca cinegética, que también fue residencia del dictador Francisco Franco. En la actualidad luce elementos neogóticos y eclécticos, además de interesantes nervaduras y escudos en su salón de armas. El enclave cuenta con algunas vidrieras de la afamada casa Maumejean, autora de los vitrales del Banco de España o de la cúpula el Hotel Palace, entre muchas otras obras de lujosa factura.

El Castillo de Viñuelas es escenario de multitud de bodas y celebraciones de la sociedad madrileña. Si celebraste aquí tu enlace y tu matrimonio acaba mal (o bien, según se mire), siempre podrás culpar a doña Leonor de Guzmán, alias la Favorita. La amante oficial de Alfonso XI y madre de diez de sus hijos extramatrimoniales recibió esta posesión en detrimento de la esposa del monarca, María de Portugal. A la muerte de Alfonso XI, la reina mandó ejecutar a la amante, dando lugar a la historia de maldiciones que pesa sobre Viñuelas.

De galletas y cruzados

Nuestra última parada es Villarejo de Salvanés. Conocido por muchos madrileños como el pueblo de la fábrica de galletas Cuétara, este municipio del sureste acoge la torre del homenaje de la fortaleza de la Orden Militar de Santiago.

Se trata de un ejemplo excepcional de arquitectura militar realizado en potentes muros de mampostería, formados por ocho cubillos o torres circulares. La entrada en altura, las ventanas saeteras y los matacanes simulados nos hablan de sus características defensivas, que permitían a los caballeros de Santiago guarecerse, almacenar armas o provisiones y vigilar la comarca al tiempo que la administraban. Su importancia en la región es similar o superior a la de los caballeros cruzados de la Orden de Malta, cuya influencia estudiamos con anterioridad.

placeholder Torre del homenaje de la fortaleza de la Orden Militar de Santiago, en Villarejo de Salvanés. (Cedida: Ayto. Villarejo de Salvanés)
Torre del homenaje de la fortaleza de la Orden Militar de Santiago, en Villarejo de Salvanés. (Cedida: Ayto. Villarejo de Salvanés)

Concluimos aquí un recorrido que bien podría continuar por atalayas como la de El Berrueco, castillos como el de Chinchón -no tan famoso, pero igual de impresionante que su plaza- o el de Santorcaz y titánicas fortalezas como las de Fuentidueña y Aulencia, mayores que la de Manzanares, pero víctimas de un lamentable estado de ruina y abandono. Como habrá podido comprobar el lector, Madrid es más de lo que pasa en su vida capitalina. Hemos de ser conocedores de nuestra historia y patrimonio en esta tierra de castillos, cuya importancia y valor reivindicaremos siempre que podamos en las próximas entregas de Caminemos Madrid.

Remontémonos 500 años en el tiempo. Cae la noche del 28 de julio de 1579. Desde su oscura habitación, una consternada Ana Mendoza de la Cerda acaricia el parche de su ojo derecho sin entender aún cómo sus enemigos han logrado que Felipe II la destierre de la Corte. Sabe que está al sur de Madrid por la trayectoria de los carruajes. Con su ojo bueno ha logrado atisbar que pasará su cautiverio en una fortaleza de piedra blanca. Deduce que se encuentra en el Castillo de Pinto. Lo que desconoce es que está viviendo uno de los episodios más importantes de su vida y que hará correr ríos de tinta durante siglos. Hablamos de la gran Princesa de Éboli.

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