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Los toros antes de las Ventas: el Príncipe de Gales, una explosión y los mítines de La Chata
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Miguel Díaz Martín

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Los toros antes de las Ventas: el Príncipe de Gales, una explosión y los mítines de La Chata

Empieza la Feria de San Isidro y recorremos la arquitectura, la historia y las anécdotas de los cosos madrileños que precedieron a la Monumental y que forjaron la pasión por la fiesta en la capital

Foto: La plaza de toros de Goya, que estuvo ubicada cerca del actual Palacio de los Deportes. (Cedida: Archivo de la Comunidad de Madrid)
La plaza de toros de Goya, que estuvo ubicada cerca del actual Palacio de los Deportes. (Cedida: Archivo de la Comunidad de Madrid)

Encaramado al balcón real, sobre los arcos de medio punto que sostienen las tres alturas de la Casa de la Panadería, Carlos Estuardo, Príncipe de Gales, asiste a un singular espectáculo: en pleno corazón de Madrid, hábiles jinetes banderillean y lancean a un toro bravo en su honor. Es agosto del año 1623 y Felipe IV ha decidido agasajar al pretendiente de su hermana María de Austria y futuro rey Carlos I de Inglaterra con una corrida popular en la Plaza Mayor.

El espacio que hoy ocupan turistas, hooligans, individuos disfrazados de personajes de televisión y eventos de todo pelaje fue el primer gran coso taurino estable del Madrid posmedieval. Por eso, hoy, ya metidos de pleno en la Feria de San Isidro, vamos a hacer un recorrido por los alberos que antecedieron a la Monumental de Las Ventas, comenzando por la mencionada Plaza Mayor.

placeholder Un grabado con una corrida de toros en la Plaza Mayor con motivo de la jura de Isabel II. (Cedida: Archivo de la Comunidad de Madrid)
Un grabado con una corrida de toros en la Plaza Mayor con motivo de la jura de Isabel II. (Cedida: Archivo de la Comunidad de Madrid)

Arrancamos en un rectángulo muy diferente al actual. A comienzos del siglo XVII, los terrenos que pisamos aún eran "el arrabal", la zona extramuros tras las puertas históricas de la ciudad. Juan de Herrera, autor del Monasterio de El Escorial y de su magnífica biblioteca, trazó aquí el proyecto inicial de la Plaza Mayor. Otro maestro, Juan Gómez de Mora, concluyó la obra dimensionándola según la proporción áurea y levantando las viviendas que actuarían de talud para salvar la cota con la Cava de San Miguel. Esta decisión dio como resultado el nacimiento del Arco de Cuchilleros y de la escalerilla que comunica ambos espacios a través del mismo.

Plaza cuadrada y toreo a caballo

Tenía esta plaza nueve entradas o embocaduras. La planta baja de la Casa de la Panadería se abría a la calle Mayor para el paso de mercancías y viandantes. Los edificios del perímetro lucían seis plantas de estructura de madera con sótanos abovedados, bajos porticados y fachadas en ladrillo rojo visto, según el Colegio de Arquitectos. Tres graves incendios en 1631, 1672 y 1790 arrasarían la plaza -incluyendo la Casa de la Panadería, de la que solo quedaron sótanos y cimientos- antes de que Juan de Villanueva acometiese la reforma neoclásica que cerró el complejo. Villanueva dispuso los arcos mayores de las esquinas como entradas e igualó la altura de las viviendas con la Casa de la Panadería, restaurada para acentuar el balcón y las estancias reales con el escudo de armas de Carlos II y las torres con chapitel.

placeholder Los juegos bélicos en la Plaza Mayor. (Cedida: Museo de Madrid)
Los juegos bélicos en la Plaza Mayor. (Cedida: Museo de Madrid)

Si nuestra plaza era diferente, otro tanto sucedía con las corridas. En la modalidad de aquellos tiempos, los lanceros a caballo dominaban sobre los hombres a pie. Su objetivo no era exhibir arte, destreza y respeto por el animal, sino derribar al morlaco a base de punzadas. Lo que el tiempo no modificó son los característicos balcones de la Plaza Mayor -377 en la actualidad-, que eran ocupados por los invitados de la Corona y la municipalidad cuando tenían lugar los juicios y autos de fe de la Inquisición, los juegos bélicos de caña o espectáculos taurinos como los que el Príncipe de Gales disfrutó en su infructuoso viaje a Madrid. Estos lances fueron los primeros en los que se sacaron las reses muertas de la plaza en señal de decoro y respeto al invitado del rey, de acuerdo a la crónica del Madrid antiguo de Mesonero Romanos.

El uso de la Plaza Mayor para las justas se perpetuó en coronaciones, compromisos reales, nacimientos de notables y celebraciones patronales. Y si bien la boda de Isabel II puso fin a las lidias en el siglo XIX, no fue hasta hace apenas 50 años cuando esta acogió su último evento. A modo de conmemoración histórica, el Círculo de Bellas Artes promovió en 1970 un festejo para el que instalaron gradas portátiles con más de 4.000 asientos y se usaron 110 camiones de arena para cubrir el adoquinado. El furor por las faenas, que se puede comprobar en las imágenes de la revista El Ruedo, obligó a muchos madrileños a acomodarse en los tejados.

Un episodio dantesco

La llegada de la Casa de Borbón bajo el reinado de Felipe V sacó los toros de las calles, quedando testimonios de lidias o tientas informales en plazas como la de la Cebada y en recintos privados de la nobleza. En su lugar, se construyó la primera plaza de toros circular: el recinto de Casa Puerta, junto al Manzanares. Sin embargo, la capital no tuvo una plaza con vocación de permanencia hasta 1749, con la inauguración de la Plaza de la Puerta de Alcalá.

Ventura Rodríguez y Fernando Moradillo construyeron, a partir de los diseños de Juan Bautista Sachetti y bajo el auspicio de Fernando VI, un ruedo con graderío de madera y dos alturas de balcón corrido protegido por tejado a doble agua. El exterior se realizó en cal y canto con mampostería enfoscada en la que se abrían ventanas seriadas. Cerraba el conjunto el palco con frontón triangular de estilo clásico. La plaza acogía a 12.000 espectadores en las grandes tardes, según los datos del Archivo y Biblioteca Regional de la Comunidad de Madrid.

placeholder La bautizada como Plaza de Toros de la Puerta de Alcalá. (Cedida: Archivo de la Comunidad de Madrid)
La bautizada como Plaza de Toros de la Puerta de Alcalá. (Cedida: Archivo de la Comunidad de Madrid)

Pese a su sencilla apariencia, la Plaza de la Puerta de Alcalá se mantuvo en pie durante 125 años. La sustituyó la Monumental de Goya, conocida como de la Fuente del Berro o de la Carretera de Aragón. Donde hoy se erige el Palacio de los Deportes, se levantó un coliseo para 15.000 almas. Las fotografías de Jean Laurent atestiguan cómo el estilo neomudéjar aplicado por Emilio Rodríguez y Lorenzo Álvarez inspiró a José Espeliú. Este les superó en 1931 al dotar a Las Ventas -con 23.700 localidades- de mayor riqueza y complejidad: dos torres cuadradas y dos rectangulares, zócalo circular porticado, estructura metálica, gradas y andanadas de madera y decoración exterior en cerámica vidriada. Matadores aparte, han estado entre sus muros Liz Taylor, Audrey Hepburn, Ernest Hemingway o Ernesto Che Guevara, entre otros.

En el caso de Goya, el neomudéjar se reflejó en una plaza de tres pisos en ladrillo con zócalo pétreo y arcos de herradura separados por columnas coronadas. La puerta principal contaba con arco de herradura de interior polilobulado enmarcado por un alfiz. Sobre la cornisa, el frontón escalonado exhibía motivos geométricos. Tal fue el cariño de los madrileños que la prensa no dudó en despedir "la Plaza Vieja" con honores antes de su derribo. Por el camino quedaron tardes de gloria y algún espectáculo dantesco, como la "lucha feroz" entre el toro Sombrerito y el bebé elefante Nerón, promovida en 1898. El bochorno terminó con el elefante herido, ovación para los astados y una lluvia de fruta sobre el albero, según las crónicas.

Un polvorín y un mitin histórico

No podríamos acabar este recorrido por las plazas de toros de Madrid sin hablar de dos coliseos de importancia para la capital. El primero de ellos es el de Tetuán de las Victorias. Construida en 1870 en un estilo que imitaba a sus predecesoras, acogió la presentación como novillero del célebre Manolete y festejos populares como la becerrada de La Lata hasta la Guerra Civil, cuando fue usada como polvorín. En 1936, el cronista Cabañes, de la revista El Ruedo, informó de que la “torpe maniobra” de unos operarios hizo estallar los explosivos que allí se almacenaban, provocado una detonación que la destruyó totalmente.

placeholder Fachada de la antigua plaza de toros de Tetuán. (Cedida: Santos Yubero/Archivo de la Comunidad de Madrid)
Fachada de la antigua plaza de toros de Tetuán. (Cedida: Santos Yubero/Archivo de la Comunidad de Madrid)

La segunda es la Plaza de Toros de Vistalegre. Su nombre lo toma de la espléndida quinta de recreo de Carabanchel propiedad del Marqués de Salamanca, con la que lindaba. La Chata, como fue conocida, abrió en 1908 y presentaba, al igual que la de Tetuán, los clásicos arcos de herradura en ladrillo visto. Fue destruida durante la Guerra Civil, quedando las obras de reconstrucción sin terminar, lo que le granjeó su apodo cariñoso. Su derribo en 1995 para dejar paso al actual multiusos de Vistalegre fue polémico, debido a que allí tuvo lugar el gran mitin del Partido Socialista Popular en 1977, el primero celebrado por un partido político en una plaza de toros desde la Guerra Civil. El 26 de marzo, y siendo el "viejo profesor" Enrique Tierno Galván el principal reclamo, una izquierda con vocación de unidad logró un lleno absoluto, como recogieron la Gaceta Ilustrada o Diario 16. Para el recuerdo de aquella tarde-noche de la Transición quedó la frase: "Fuera sillas. Todos en pie, que cabemos más".

Encaramado al balcón real, sobre los arcos de medio punto que sostienen las tres alturas de la Casa de la Panadería, Carlos Estuardo, Príncipe de Gales, asiste a un singular espectáculo: en pleno corazón de Madrid, hábiles jinetes banderillean y lancean a un toro bravo en su honor. Es agosto del año 1623 y Felipe IV ha decidido agasajar al pretendiente de su hermana María de Austria y futuro rey Carlos I de Inglaterra con una corrida popular en la Plaza Mayor.

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