Caminemos Madrid
Por
Esos edificios tan raros: lo que ocultan las dos esquinas de Madrid que no puedes dejar de mirar
Sorprenden a los locales y dejan boquiabiertos a los turistas por su exterior, pero su historia y su valor van más allá de su bello exterior. Bienvenidos a los secretos que albergan estos dos iconos de la arquitectura de Madrid
Aparecen tras un recodo, dominan con su descarada presencia y atraen las miradas a base de combinaciones arquitectónicas y decoraciones imposibles. Son los edificios de estilo ecléctico que dan el contrapunto atrevido a un Madrid inundado de historia. Hoy damos un paseo por la stravaganza arquitectónica de dos de las esquinas más admiradas de la capital. Inmuebles que esconden en su interior tremendos ejercicios creativos e historias de destrucción patrimonial que suelen pasar desapercibidas. No te quedes ahí y acompáñanos a visitarlos.
Empezamos en Canalejas, donde embocar la plaza y poner los ojos como platos es todo uno. La Casa Allende de Leonardo Rucabado nos recibe con su poderoso torreón rematado en aguja y su bello mirador de madera oscura inspirado en la tradición cántabra. No hay paseante que no se haya parado a admirar esta fachada de carácter regionalista que exhibe una combinación de columnas dóricas, medallones con efigies históricas (la Dama de Elche, el conquistador Francisco Pizarro), estatuas con tabardo y conchas decorativas que la hacen única en toda la ciudad, como destaca el Colegio de Arquitectos de Madrid (COAM).
Si uno tiene la suerte de estar entre los pocos elegidos a los que se permite el acceso, se dará cuenta de que la belleza que hay tras las puertas se corresponde con la del exterior. El arquitecto Rucabado no reparó en gastos para construir la que fue vivienda particular del prolífico industrial y político leonés Tomás de Allende Alonso. Para ello, se rodeó de los mejores artesanos del siglo XIX: el ceramista Daniel Zuloaga, el pintor Alcalá Galiano y los maestros vidrieros Maumejean, bien conocidos por nuestros lectores.
El genio de los tres artistas dio lugar a la impresionante galería de la Casa Allende, un pasillo acristalado de 10 metros de largo y 2,5 metros de ancho con cinco vanos de vidrios coloreados de estilo modernista en su lado exterior. Un bello zócalo de azulejería con motivos florales decora el lado interior, que luce un espectacular pavo real en la zona central, como recogieron los especialistas Jorge Maier y Abraham Rubio en su estudio sobre este espacio. Rematan el conjunto las pinturas de Alcalá Galiano. Las escenas muestran festejos de la antigüedad clásica en torno al culto del dios Baco y concluyen en el techo, donde se mezclan el cielo azul, las flores y las plantas de parra.
Sea uno arquitecto o interiorista, profano en la materia o asiduo a la historia y el arte, es difícil escapar a este mix decorativo y artístico sin pensar en la cantidad de talento diseminado en tan pocos metros cuadrados.
Tragedia en la Casa de las Bolas
Extasiados aún por nuestra visita a Casa Allende, empezamos a caminar en dirección al Barrio de Salamanca. Recorremos el Madrid de la explosión demográfica y el Plan Castro, la zona noble donde la burguesía decimonónica se asentó en edificios de viviendas de hasta cuatro pisos y amplios portales para el paso de los carruajes, que eran aparcados en los característicos patios de manzana interiores.
En el cruce estrellado que forman las calles de Goya, Peñalver, Narváez y Alcalá se erige otro de los esquinazos más admirados de la capital: la Casa de las Bolas. Dos torreones neoárabes con semiesferas de colores incrustadas rematan sendos chaflanes de una parcela triangular. Estas dan nombre al conjunto de cinco edificios de viviendas construidos bajo la dirección de Julián Marín entre 1885 y 1895.
Su creador quiso homenajear a la antigua plaza de toros de Goya o de la Fuente del Berro -también conocida como de la carretera de Aragón-, por lo que incorporó a sus torres arcos de herradura, mocárabes, azulejos policromados y otras decoraciones de carácter geométrico que ya lucía el coso taurino, primer ruedo de estilo neomudéjar de Madrid y auténtica referencia para la posterior construcción de la Plaza de las Ventas.
Los pocos lectores que aún no conozcan el complejo comprobarán que el sorprendente ornamento de los torreones mezcla sin demasiados problemas con las fachadas más tradicionales de las viviendas, que tienen balcones corridos con barandillas de forja, decoraciones en ladrillo o revoco y algunos elementos neoclásicos.
En este caso, sin embargo, no podremos deleitarnos en el interior. El Colegio de Arquitectos guarda en sus archivos el testimonio del deplorable estado que las viviendas de la manzana -dedicadas, en su origen, a familias de clase media que vivían de alquiler- llegó a presentar bien entrado el siglo XX. La pérdida de elementos alcanzó incluso a las cúpulas de las torres, que tuvieron que ser replicadas.
La rehabilitación de los edificios, realizada por separado al tratarse de distintas propiedades, eliminó parte de los componentes originales, si bien el COAM asegura que la documentación existente permitió recuperar la fisionomía con la que se diseñaron. Gracias a ello, los chaflanes de la Casa de las Bolas siguen deleitando a los amantes del patrimonio.
Quienes quieran ir más lejos antes de terminar nuestro recorrido, solo tienen que caminar quince minutos más para encontrar las mismas esferas de este particular inmueble en la antigua Colonia del Madrid Moderno. Promovida por Santos Pinela en lo que entonces eran las afueras de la capital, esta zona residencial aún ofrece vestigios de los hotelitos con balcones de miradores que sobresalen sobre pilastras de forja. Unas construcciones que a muchos recordarán los proyectos higienistas que ya hemos conocido en anteriores capítulos.
Es en este entorno, justo en el cruce de Emilio Castelar con la calle de Cardenal Belluga, donde los curiosos encontrarán la torre neoárabe en miniatura con la que Julián Marín quiso reproducir su obra anterior. Ambas pasan a formar parte, desde este momento, del catálogo de curiosidades que exploramos y que continuaremos divulgando en nuevos capítulos de Caminemos Madrid.
Aparecen tras un recodo, dominan con su descarada presencia y atraen las miradas a base de combinaciones arquitectónicas y decoraciones imposibles. Son los edificios de estilo ecléctico que dan el contrapunto atrevido a un Madrid inundado de historia. Hoy damos un paseo por la stravaganza arquitectónica de dos de las esquinas más admiradas de la capital. Inmuebles que esconden en su interior tremendos ejercicios creativos e historias de destrucción patrimonial que suelen pasar desapercibidas. No te quedes ahí y acompáñanos a visitarlos.