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El entierro de Juan Carlos I
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Javier Caraballo

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El entierro de Juan Carlos I

Hemos llegado al punto, quizá como el propio Rey caído, de que ya solo la muerte puede devolverle el reconocimiento público

Foto: El rey Juan Carlos. (Getty/Archivo)
El rey Juan Carlos. (Getty/Archivo)
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Nadie quiere mencionar el momento, pero ha sido el propio afectado el que lo ha hecho en el último libro que se ha publicado sobre su vida, larga, inmensa y estropeada: su muerte. Hablamos de Juan Carlos I, de su vida de hoy, en su destierro forzoso, o como quiera llamarse, que consiste, fundamentalmente, en cómo será recordado. En el libro, ' Mi rey caído', de la escritora francesa Laurence Debray, el pasaje concreto surge en una de las últimas frases cuando, recién fallecido Felipe de Edimburgo, la escritora conversa en Abu Dabi con Juan Carlos I, y surge la duda. El Rey emérito parece conmovido con la muerte del marido de la reina Isabel II y dice: “Fue un entierro magnífico, realmente muy conmovedor y elegante”. La escritora repuso entonces que “también en España se entierra muy bien”, a lo que Juan Carlos I añadió: “El entierro de mi padre fue muy bonito; ahora, debo pensar en el mío”.

Nadie quiere mencionar el momento, pero la coyuntura, la vida desastrosa de Juan Carlos de Borbón, la decepción monumental que ha supuesto para tantos millones de españoles, nos ha conducido a este punto trágico de esperar el momento en el que se pueda recomponer su memoria de hombre público, del jefe del Estado que pilotó la Transición desde la dictadura de Francisco Franco y, con todos los poderes del Estado en sus manos, los cedió a la democracia, que nos ha dado el mayor periodo de paz, de libertades y de progreso de la historia. En una sola persona se concitan los dos sentimientos y hemos llegado al punto, quizá como el propio Rey caído, de que ya solo la muerte puede devolverle el reconocimiento público.

Foto: El rey Juan Carlos I, en una imagen en 2016. (Getty)

El libro de Debray, que se presentó el año pasado en su edición francesa y este lunes se ha presentado en Sevilla la edición en español (para entender el desfase de tiempo, quizás haya que preguntarse previamente por qué el documental de esta misma escritora, coproducido por la RTVE, se mantiene en semiclandestinidad), tuvo como presentador al exvicepresidente del primer Gobierno socialista, Alfonso Guerra, en el transcurso de unas jornadas sobre ‘Monarquía o república’ de la Fundación Cajasol, organizadas por Arturo Pérez Reverte y Jesús Vigorra, periodista de Canal Sur.

También Alfonso Guerra reparó en la misma circunstancia: ¿tendrá que esperar Juan Carlos I a su muerte para que, de nuevo, pueda recuperar el afecto de los españoles? El exvicepresidente está tan convencido de ello que, incluso, contó una anécdota que le resultó reveladora: hace unos meses, en una conferencia en Málaga, hablaban de esto mismo, un periodista le confesó que iría al entierro del Rey emérito, y el público de la sala se puso en pie para aplaudir. Esa reacción espontánea le hizo comprender a Alfonso Guerra la urgencia de comenzar a plantearse en España que el Rey emérito no puede acabar sus días en Abu Dabi y, más allá, si su destierro se prolonga muchos años más, cómo va a hacer su hijo, Felipe VI, para honrar su memoria. “Creo que el rey Felipe debería de resolver esto antes de que suceda algo que nos deje en muy mal lugar”, concluyó Guerra. La escritora añadió: “Sí, porque el mundo entero va a estar pendiente de cómo los españoles van a enterrar a su rey: será la demostración de cómo España gestiona su propia historia”.

Foto: Juan Carlos I. (EFE/EPA/Ali Haider)

Hace ya tiempo, mucho tiempo, que, para muchos españoles, sobre todo para quienes vivieron la Transición, los sucesivos escándalos en los que se ha visto envuelto el rey Juan Carlos se han digerido como un desengaño personal, una desilusión, la patraña de haber confiado como persona en aquel que, cuando comenzó a derrumbarse su prestigio, nos dijo a todos, con cara de apesadumbrado, “lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a ocurrir”. Incluso entonces lo creímos, sin saber todo lo que vendría después; todo lo inconfesable, y delictivo, que se escondía en paraísos fiscales y en sociedades camufladas. Todo eso, que es irreparable, sentimentalmente irreparable, tiene que reconducirnos, sin embargo, a la etapa siguiente, a la que tiene que venir después.

Ha llegado el momento de que pensemos en el entierro de Juan Carlos I, pero no como un hecho físico, que todo ser bien nacido debe esperar que se produzca dentro de muchos años; no, el entierro de Juan Carlos I es el que tiene que reconciliarnos con nuestro pasado reciente para que ni siquiera él mismo pueda destruir con los desmanes de su vida el orgullo de la mejor época de nuestra historia, de la que ha sido uno de los principales protagonistas, el ‘piloto del cambio’, como lo han llamado los historiadores. El Rey emérito ya comenzó su entierro cuando se marchó, o lo desterraron, a Abu Dabi, y, recientemente, cuando le ha comunicado a su hijo que seguirá viviendo allí “de forma permanente”, tan lejos de España, “con la idea de desaparecer”, según su biógrafa francesa.

Foto: Entrevista a Mariano Rajoy. (Ana Beltrán)
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Nadie quiere mencionar el momento, pero está en la mente de todos, empezando por el propio afectado. Con lo cual, alejados del morbo negro que cualquier malnacido quiera alimentar, lo que nos exige el momento es una reflexión profunda sobre el lugar que debe ocupar en la historia Juan Carlos I de Borbón y Borbón-Dos Sicilias. Para que sepa en vida que jamás se olvidará su legado, que nunca le disculparemos sus tropelías.

Quizá, como nos aconseja Laurence Debray, tendríamos que ser más franceses en este tipo de juicios sociales o históricos. “Quizás es una visión muy francesa, distinguir entre el hombre privado, con su vida privada, y el hombre público, con su obra, con lo que le deja a la historia de un país. Mitterrand tenía dos familias y pasó 14 años escondiendo una familia, con el dinero del Estado tenía que asegurar el secreto y la seguridad de su segunda familia… La gente piensa hoy que fue un gran presidente porque en Francia existe esa división, esa barrera, entre su vida privada y su obra pública”, afirma Debray. También dice que, en Francia, en las escuelas, se enseña la historia como si fuera un cuento, la grandeza de sus hombres y mujeres, el orgullo de país. Los españoles, está visto, somos muy distintos. Pero el esfuerzo de diferenciar en Juan Carlos I su vida y su obra nos enseñará que, sobre todo, lo hacemos por nosotros mismos. Por nuestra memoria.

Nadie quiere mencionar el momento, pero ha sido el propio afectado el que lo ha hecho en el último libro que se ha publicado sobre su vida, larga, inmensa y estropeada: su muerte. Hablamos de Juan Carlos I, de su vida de hoy, en su destierro forzoso, o como quiera llamarse, que consiste, fundamentalmente, en cómo será recordado. En el libro, ' Mi rey caído', de la escritora francesa Laurence Debray, el pasaje concreto surge en una de las últimas frases cuando, recién fallecido Felipe de Edimburgo, la escritora conversa en Abu Dabi con Juan Carlos I, y surge la duda. El Rey emérito parece conmovido con la muerte del marido de la reina Isabel II y dice: “Fue un entierro magnífico, realmente muy conmovedor y elegante”. La escritora repuso entonces que “también en España se entierra muy bien”, a lo que Juan Carlos I añadió: “El entierro de mi padre fue muy bonito; ahora, debo pensar en el mío”.

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