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Pensiones y cultura del despilfarro
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Javier Caraballo

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Pensiones y cultura del despilfarro

Sánchez ha presentado una reforma de las pensiones parcheada y ha conseguido que la Unión Europea la dé por buena

Foto: El ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá. (EFE/Kiko Huesca)
El ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá. (EFE/Kiko Huesca)
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Europa ha consentido un parche. Esa es la novedad que nos traen las pensiones. Ha consentido un apaño con la reforma que le ha presentado el Gobierno de España, a pesar de que no supone ninguna transformación estructural de un modelo deficitario y anquilosado. Con lo cual, aquí hay algo que no cuadra porque lo esperado era que, para salir de las últimas crisis, la Unión Europea exigiera reformas profundas para que las ayudas de financiación extraordinarias no se evaporen en una inercia de gasto público exponencial. Financiación extra a cambio de reformas en el sistema económico. Pero no.

Resulta que la reforma presentada no supone ninguna transformación del sistema de pensiones de España para hacerlo más sostenible y menos deficitario, sino que se sustenta, esencialmente, en una modificación de las aportaciones al sistema por parte de las empresas y de los salarios más elevados. ¿Ha cambiado Europa de criterio bruscamente? Sin volver a caer en el austericidio, que es como se denominó la temeraria severidad financiera impuesta tras la crisis de 2007, el modelo sostenible de la Unión Europea nunca se ha apartado de la austeridad en las cuentas públicas. La cultura del despilfarro no cabe en la mentalidad europea, sino la cultura reformista y la cultura de la estabilidad económica. Y no parece que, en el caso de la reforma de las pensiones presentada por España, se hayan aplicado esos criterios tradicionales con los que la Unión Europea busca la garantía a largo plazo del bien más preciado, el estado de bienestar que identifica a este continente.

Foto: El ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá. (EFE/Kiko Huesca)
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La calificación de que la reforma de las pensiones presentada por el Gobierno es “un parche” puede deducirse de la propia aceptación que ha tenido la propuesta. Si es una reforma cómoda para los sindicatos mayoritarios y para el ala radical del Gobierno, los ministros morados de Unidas Podemos, está claro que no se trata de una reforma profunda del sistema. En lo que se incide, una vez más, es en el lema principal del Gobierno, eje de todas sus acciones: “Que aporten más quienes más tienen”. Esta es la lógica política simplista que se aplica, y que explica, todas las iniciativas, desde la cesta de la compra al precio de la electricidad, el salario mínimo, las nuevas prestaciones sociales o la reforma de las pensiones. Como lo importante, más importante incluso que la reforma en sí misma, es el discurso político, la propuesta de las pensiones ha salido adelante sin oposición interna ni del Gobierno ni de los sindicatos.

Lo sorprendente, subrayémoslo una vez más, es que el mismo respaldo a la propuesta se haya obtenido de la Unión Europea, en vez de subrayar, como se constata en tantos análisis especializados, que la reforma de las pensiones presentada por el Gobierno de España “ha quedado reducida a poco menos que un parche, insuficiente para asegurar la viabilidad del sistema sin medidas adicionales”. Con ese parche, sin que se incluyan medidas de ahorro en el gasto público ni modificaciones estructurales para no hacer depender del Estado todo el gasto de las pensiones, como ocurre en otros modelos europeos; sin nada de eso, la Unión Europea ha asentido ante la propuesta española. Habrá que confiar que, tras el espanto del austericidio, en esta nueva crisis no se caiga en el despilfarricidio.

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Sentado todo lo anterior, sobre las dudas que presenta esta pseudo reforma de las pensiones, convengamos que la habilidad política del presidente Pedro Sánchez es, sin duda alguna, su mayor virtud como líder. Al margen de filias y fobias, que no vienen al caso, conviene reparar en esta circunstancia si no se quiere errar en las previsiones políticas a medio y largo plazo. Veamos lo que ha ocurrido en las últimas dos semanas. Uno: los dos socios del Gobierno se enzarzan en una enorme disputa por la ley del solo sí es sí, en la que se intercambian las mayores descalificaciones. Se trata de un episodio insólito en democracia: un Gobierno que se corrige a sí mismo y decide revertir muchos de los cambios introducidos en los delitos contra la libertad sexual que se habían aprobado unos meses antes. Dos: como los socios de Podemos en el Gobierno no aceptan la modificación de la ley, el PSOE consigue sacarla adelante con los votos del principal partido de la oposición, el PP. Lo logra, además, sin que el presidente socialista deje de arremeter contra los populares. Tres: unos días después de esa convulsión enorme, que llevó a múltiples interpretaciones sobre la ruptura irreversible del Gobierno de coalición, se presenta la propuesta de la reforma de las pensiones que vuelve a unirlos. El acuerdo causa el efecto de "borrón y cuenta nueva"; la legislatura continúa.

Si el balance lo extendemos al resto de la legislatura, ahora que el mandato ha entrado en su último año, comprobaremos que lo ocurrido esta misma semana es una constante, la habilidad del presidente socialista de sortear todos los momentos críticos en los que va cayendo. El primer Gobierno de coalición de la democracia, en el que se incluyó como socio principal a un dirigente errático, interesado y desleal como Pablo Iglesias, ha sido el que ha aprobado más presupuestos generales del Estado consecutivos de la última década, a pesar de que también el Congreso de los Diputados era el más fragmentado de la historia. Las dos grandes reformas de esta legislatura las ha aprobado Pedro Sánchez, contra todo pronóstico. Maquilló la reforma laboral de un Gobierno del Partido Popular, de la que renegaba, y logró hacerla pasar por una reforma de izquierdas, aplaudida hasta por los sindicatos que le habían dedicado varias huelgas generales. Y ahora igual, pero al revés, ha presentado una reforma de las pensiones parcheada y ha conseguido que la Unión Europea la dé por buena. Algo no cuadra, se decía antes, salvo que introduzcamos como explicación la incuestionable habilidad del presidente Pedro Sánchez de superar las peores adversidades. Otra cosa es que, además de servirle a él como líder del PSOE, vaya a servirle al país que gobierna.

Europa ha consentido un parche. Esa es la novedad que nos traen las pensiones. Ha consentido un apaño con la reforma que le ha presentado el Gobierno de España, a pesar de que no supone ninguna transformación estructural de un modelo deficitario y anquilosado. Con lo cual, aquí hay algo que no cuadra porque lo esperado era que, para salir de las últimas crisis, la Unión Europea exigiera reformas profundas para que las ayudas de financiación extraordinarias no se evaporen en una inercia de gasto público exponencial. Financiación extra a cambio de reformas en el sistema económico. Pero no.

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