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Alaska y Mario, en la hoguera facha
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Javier Caraballo

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Alaska y Mario, en la hoguera facha

Les han hecho el vudú moderno con la lapidación en las redes sociales porque no son políticamente como debieran

Foto: Alaska y Mario Vaquerizo. (EFE/Mariscal)
Alaska y Mario Vaquerizo. (EFE/Mariscal)
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Alaska y Mario Vaquerizo ya están en la hoguera por fachas, les han hecho el vudú moderno con la lapidación en las redes sociales porque no son políticamente como debieran. Han sonreído y se han fotografiado con líderes del Partido Popular como Isabel Díaz Ayuso y Alberto Núñez Feijóo, y ese es un pecado de lesa dignidad que en España no perdona la izquierda, que es el ámbito político en el que solo pueden ser admitidos y considerados. Si lo observamos, parece que en España cada semana se destierra a una persona por hacerse de derechas. Ni siquiera hace falta que el afectado haya manifestado su interés por votar a la derecha, basta con que sus declaraciones sean consideradas críticas con los actuales gobernantes, este Gobierno de coalición de socialistas y morados. O que dejen abierta una cierta duda sobre sus pensamientos verdaderos, porque sus afirmaciones sean tibias, o estimadas como tales. Si no está claro, zas.

Van cayendo como moscas, uno tras otro, embadurnados con una pringue de descalificaciones que se hacen virales, algo más efectiva incluso que la grasa y las plumas con que paseaban a los herejes por las calles para escarnio del pueblo. Hasta a los que tienen el carné del PSOE desde antiguo y a los que se presentan a las elecciones por ese partido se les hace la cruz al instante si se salen del marco. En todo caso, todavía a estos últimos los podemos incluir en una batalla distinta, la batalla ideológica, que es la que tiene lugar en el seno del Partido Socialista. Lo llamativo es lo otro, lo de la condena a quienes no tienen ninguna vinculación con partidos de izquierda; parece olvidarse algo tan elemental como que una democracia es todo lo contrario a la lapidación por ideas.

Foto: Mario Vaquerizo y Alaska, en la diana. (Getty)

Lo que ha ocurrido con esa pareja de cantantes y artistas, Alaska y Mario Vaquerizo, es muy característico por el perfil de ambos. Y por el marcaje implacable que existe para que nadie se desvíe ni un milímetro de los parámetros consentidos. La línea roja que nunca deben cruzar no permite, por ejemplo, ni fotos, ni coqueteos de sonrisas y abrazos con líderes de la derecha y, mucho menos, colaboraciones laborales con gobiernos del PP. Aunque sean amigos de antiguo: está prohibido; aunque cobren por sus trabajos habituales de cantantes o artistas: está prohibido también. A Alaska también la desprecian por facha, aunque haya confesado alguna vez que “nunca” ha votado a la derecha, pero lo de Vaquerizo es más interesante porque la lluvia de hostias que le está cayendo es la mayor de todas. Y eso que la cosa viene de antiguo. En 2012, por ejemplo, se le ocurrió aceptar la invitación de la fiesta del Orgullo Gay en A Coruña para acudir allí y promocionarla. ¿Puede objetarse algo a que el hombre aceptara? No, claro, no cabe en conciencia alguna, salvo en la de quienes están en contra de esa celebración o son abiertamente homófobos. Pues bien, como resulta que el acto lo organizaban cargos públicos del Partido Popular, a este hombre lo llegaron a llamar “el tipo de gay que el PP quiere imponer: reprimido, casado con una mujer, sumiso, divertido, bufón y cómplice de la homófoba Iglesia”.

Desde entonces, Vaquerizo estaba advertido y lo que hizo en enero pasado lo condenó definitivamente: aceptó un trabajo de la Comunidad de Madrid para ser embajador en la Feria del Turismo, previo pago de su importe (algo más de 13.000 euros, que debe ser su caché de artista). También le dijeron de todo y eso que el tipo lo explicó con algo tan sensato y comprensible como esto: “Nací en Madrid, vivo en Madrid y quiero morirme en Madrid. Para mí es un orgullo ser elegido embajador por Madrid”. Por si fuera poco, apareció dando abrazos, sonriendo y haciéndose fotos con Díaz Ayuso y con Feijóo. Dice el hombre, y se le intuye el ánimo apesadumbrado o decepcionado, que en España pasa algo raro, preocupante, y se pone de ejemplo: “Vengo de una familia que ha vivido la dictadura y yo, ahora, me siento identificado con mis abuelos. No puedes decir lo que piensas. Aparentemente, habíamos avanzado”.

Foto: La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el cantante Mario Vaquerizo participan en la celebración del Día de Madrid en Fitur 2023. (Fernando Villar/EFE)

Los caminos de la lapidación viral se detendrán escuetamente en la comparación de este momento en España con la dictadura, de este Gobierno progresista con el franquismo. Pero no es eso lo que dice el cantante, sino que tiene que ver con la asfixia moral de estos tiempos. De hecho, es una realidad incuestionable que el corsé de lo políticamente correcto, de lo permitido socialmente, se ha estrechado tanto en estas últimas décadas que la creatividad artística, la producción literaria y hasta el ingenio humorístico se acaban constriñendo a las pocas temáticas que están permitidas. Y que son premiadas, claro. Pero, al margen de eso, que es una evidencia y que no solo afecta a España, convive esta otra peculiaridad de la izquierda española de ir tachando de traidores o fachas cada vez a más gente. Es esta inercia que comentamos de enviar todas las semanas a alguien a la hoguera de los fachas, ya sea un catedrático, un cantante, un magistrado, un periodista, un deportista o un socialista veterano.

Como estamos en un año electoral, la cruzada se incrementará, porque no se puede arriesgar ni un voto, o eso dicen y les anima. Los outsiders acudirán veloces, como el presentador Jorge Javier Vázquez, molesto con Vaquerizo por lo que se apuntaba antes, no porque vaya a votar o a pedir el voto para el Partido Popular, sino porque ha cruzado la línea roja de las sonrisas y los abrazos: “Estamos hartos de que compadrees de una manera tan descarada con representantes de un partido que se opone a la consecución de derechos y libertades”. Conviene reparar en esas palabras de Jorge Javier, el uso del plural, “estamos hartos”, y el motivo, el “compadreo” con la derecha. En fin, ya sabemos que en los extremos de la política, tanto en la derecha como en la izquierda, esta dinámica de sectarismo es una constante, una parte de su esencia política. Pero en el PSOE alguien tendría que repensar si esta inercia de ir declarando fachas a diario les ayuda o les perjudica social y electoralmente. Cuando va cayendo a la hoguera de los fachas gente tan dispar como Mario Vaquerizo, Fernando Savater o Alfonso Guerra, por poner solo tres ejemplos, hay que estar muy ciegos para no ver que el único perjudicado es el partido que estrecha su base social, el PSOE, mientras que le concede al adversario, el PP, la posibilidad de ampliar su base electoral con esos nuevos referentes, aunque ni siquiera voten a la derecha.

Alaska y Mario Vaquerizo ya están en la hoguera por fachas, les han hecho el vudú moderno con la lapidación en las redes sociales porque no son políticamente como debieran. Han sonreído y se han fotografiado con líderes del Partido Popular como Isabel Díaz Ayuso y Alberto Núñez Feijóo, y ese es un pecado de lesa dignidad que en España no perdona la izquierda, que es el ámbito político en el que solo pueden ser admitidos y considerados. Si lo observamos, parece que en España cada semana se destierra a una persona por hacerse de derechas. Ni siquiera hace falta que el afectado haya manifestado su interés por votar a la derecha, basta con que sus declaraciones sean consideradas críticas con los actuales gobernantes, este Gobierno de coalición de socialistas y morados. O que dejen abierta una cierta duda sobre sus pensamientos verdaderos, porque sus afirmaciones sean tibias, o estimadas como tales. Si no está claro, zas.

Mario Vaquerizo
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