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¡Viva Tamames! ¡Viva Cartagena!
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Javier Caraballo

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¡Viva Tamames! ¡Viva Cartagena!

El error principal de Vox con la moción es que se aleja sideralmente de lo que mejor ha sabido hacer hasta ahora, conectar con cientos de miles de españoles que no se sentían representados

Foto: Abascal y Tamames, en el Congreso de los Diputados. (EFE/Javier Lizón)
Abascal y Tamames, en el Congreso de los Diputados. (EFE/Javier Lizón)
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Respeto, sí; consideración, ninguna: la moción de censura que presenta Vox, encabezada por el economista Ramón Tamames, es una payasada inaceptable. Un despropósito que convierte al protagonista en un vanidoso ególatra y a Vox, partido que lo ha elegido, en una formación política frívola e irresponsable. El cuadro lo completan los que van de comparsas, instigadores o palmeros, como el no menos ensimismado Fernando Sánchez Dragó, al que solo le falta colarse en el Congreso y protagonizar un desnudo en la tribuna para acaparar más la atención. En el fondo, solo es eso, esa es la adrenalina que les mueve, no una honda preocupación por los problemas de España o por la deriva de este Gobierno.

Estarán preocupados, que sí, pero no es eso lo que los impulsa, sino la dependencia que tienen de estar en la primera página de los periódicos. Que todo el mundo hable de ellos, que otra vez acudan fotógrafos y periodistas a sus casas para enseñarles las estanterías con fotos de hace cuarenta años, el sillón en el que se recuesta un gato cansado y el porche del jardincito en el que organizan sus comidas y sus tertulias. "Lo más difícil de la vida de un político es cuando el teléfono deja de sonar", suelen repetir muchos dirigentes cuando salen del poder, cuando se apartan del despacho y el coche oficial ya no acude cada mañana a recogerles a sus casas. Son yonquis del poder y eso es lo que les pasa. Por eso promueven estas fanfarronadas, para llamar la atención.

Foto: El candidato a presidente del Gobierno en la moción de censura registrada en el Congreso, Ramón Tamames. (EFE/Kiko Huesca)

Respeto, sí; consideración, ninguna. El discurso de Ramón Tamames en la moción de censura, que ya conocemos, es, al mismo tiempo, interesante y absolutamente irrelevante. Interesante porque quien lo ha redactado, este experimentado economista, siempre ha sido una persona brillante, desde su juventud, el profesor Tamames, como le conocían todos. Uno de sus mejores amigos, Paco Umbral, lo admiraba tanto que decía que Tamames "lo tiene todo para ser ministro en un capitalismo de izquierdas, en un socialismo de derechas e incluso en un socialismo socialista".

Umbral, listo y mordaz, ya intuía en esos primeros años de democracia que lo fundamental en su amigo no era la ideología, claro, sino "el afán de hacer política"; con unos o con otros, pero estar ahí, en el centro de atención. La brillantez intelectual al servicio de la ambición personal. De modo que, por supuesto que el discurso de Tamames en la moción de censura contiene reflexiones importantes, como corresponde a su docta veteranía, pero nada, por otro lado, que pueda sorprendernos, que no se haya oído decir ya en otros muchos foros.

"Umbral, listo y mordaz, ya intuía en esos primeros años de democracia que lo fundamental en su amigo no era la ideología"

Con mucha frecuencia, se convocan jornadas de debates y conferencias a las que acuden muchos intelectuales españoles con discursos sobresalientes. En los propios medios de comunicación nos podemos encontrar casi a diario con artículos de prensa o con entrevistas de historiadores, filósofos, escritores o expolíticos de un enorme interés y una elevadísima altura intelectual. ¿Cuántas personas hay en España que podrían subirse a la tribuna del Congreso de los Diputados con un discurso similar? Esa es la pregunta esencial de esta moción de censura. Como Tamames, hay decenas de personas en España que podrían pronunciar un discurso relevante en la tribuna, pero ninguno de ellos lo hace porque el Congreso de los Diputados está para otra cosa, no para complacer las ambiciones de cualquiera de ellos. El fin constitucional de la moción de censura (artículo 113) es proponer un candidato a la presidencia del Gobierno, que es lo único a lo que no aspira ni Tamames ni el partido que la presenta.

Respeto, sí; consideración, ninguna, y con esta moción de censura lo único que se confirma es el proceso de descomposición interna de Vox y su absoluta desorientación estratégica. Desde el fracaso de las elecciones andaluzas del pasado año, la organización va dando tumbos, como un boxeador sonado. La principal institución que nos representa, el Congreso de los Diputados, no está para satisfacer ambiciones personales, sino para resolver los problemas de los ciudadanos, como se decía antes. El error principal de Vox al presentar esta moción de censura con Ramón Tamames al frente es que se aleja sideralmente de lo que mejor ha sabido hacer hasta ahora, conectar con cientos de miles de españoles que no se sentían representados por los partidos tradicionales de la política española.

La principal institución que nos representa, el Congreso, no está para satisfacer ambiciones personales, sino para resolver los problemas

Pensemos, por ejemplo, en la fuerza de Vox en el mundo rural… ¿Cuántos votantes de Vox se pueden sentir representados con la moción de censura de Tamames? ¿Y cuántos pueden pensar que Vox ha caído en lo que criticaba, que solo habla de sus cosas, de sus intereses políticos, que nada tiene que ver con sus problemas reales? Que mire Abascal lo que le ha ocurrido al partido de la extrema derecha holandesa, arrasado en las últimas elecciones por una recién llegada a la política que, sencillamente, se ha dado cuenta de que en el mundo rural había "muchos votantes no se sentían vistos, escuchados o tomados en serio por el Gobierno".

Respeto, sí; consideración, ninguna. Hay una expresión en castellano que resume bien esta moción de censura de Tamames, es un ¡Viva Cartagena!. Lo pensaba el otro día cuando paseaba por esta ciudad espléndida, con un pasado histórico que resume España, su grandeza y sus dudas, sus debilidades. Al pasear por el puerto de Cartagena, trataba de imaginar lo que debió sentir Amadeo de Saboya cuando desembarcó allí mismo, el 30 de diciembre de 1870, y lo primero de lo que le informan es de la muerte del general Prim, su gran valedor para ocupar el trono de España, tiroteado tres días antes en Madrid. "Todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra agravan y perpetúan los males de España son españoles", escribiría al despedirse, en 1873, cuando renunció al trono y se volvió a Italia, aturdido, confuso, decepcionado y vencido por la persistente tentación autodestructiva de este país.

Foto: La líder del BBB reacciona a los resultados de las últimas elecciones holandesas. (EFE/Sem van der Wal)

Con la I República, un completo caos de once meses, llegaron los cantones y el ¡Viva Cartagena! que popularizó muchos años después un tenor pasado de alcohol por los excesos con el famoso café asiático que se bebe en esta ciudad. Sucedió el 5 de febrero de 1927 y lo cuentan así las crónicas de la ciudad: Un tenor mediocre, Mario Cruz, entonaba una romanza de la ópera Marina cuando, al querer dar el do de pecho, dejó escapar un horrísono gallo. Sin dar tiempo a que el público le pitase, se adelantó hacia el proscenio, carraspeó y soltó un agudo ¡Viva Cartagena!, lo que le valió el gran y unánime aplauso del público. Desde entonces la expresión sirve para señalar al frívolo, al oportunista, que se vale de cualquier recurso para salir de un apuro. Sánchez Drago contaba el otro día en El Confidencial que la idea de la moción de censura de Tamames surgió en un restaurante, en una comida con Abascal: "fue una ocurrencia típica de amigos al calor de una copa de vino". Es decir, lo mismo que aquel tenor mediocre. ¡Viva Tamames! ¡Viva Cartagena!

Respeto, sí; consideración, ninguna: la moción de censura que presenta Vox, encabezada por el economista Ramón Tamames, es una payasada inaceptable. Un despropósito que convierte al protagonista en un vanidoso ególatra y a Vox, partido que lo ha elegido, en una formación política frívola e irresponsable. El cuadro lo completan los que van de comparsas, instigadores o palmeros, como el no menos ensimismado Fernando Sánchez Dragó, al que solo le falta colarse en el Congreso y protagonizar un desnudo en la tribuna para acaparar más la atención. En el fondo, solo es eso, esa es la adrenalina que les mueve, no una honda preocupación por los problemas de España o por la deriva de este Gobierno.

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