Matacán
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Fue un error suprimir la mili (o no)
Volver a ese servicio militar obligatorio carece de sentido porque la modernización y la mejora de las Fuerzas Armadas en España se consigue con más inversión
"Fue un error suprimir el servicio militar obligatorio". Ni siquiera se lo preguntó en voz alta, sino que el ministro lo afirmó con rotundidad, seguro de que se trata de un debate que no se puede aplazar por más tiempo, de la misma forma que ya ha ocurrido en otros países de Europa. Lo dijo sin pestañear y la noticia se convirtió en portada al instante porque se trata del primer socialdemócrata que lo dice. Ni siquiera los políticos conservadores, que se presumen partidarios de una medida así, se atreven a afirmarlo con tanta contundencia.
Queda claro que, por la identidad ideológica del ministro y hasta por el debate en sí mismo, no estamos hablando de España. Ha sido Boris Pistorius, socialdemócrata y ministro de Defensa de Alemania. Aquí, en España, ni el ministro ni el debate sobrevivirían más de unas horas, las suficientes para que el político socialdemócrata presentara su dimisión y la polémica se extinguiera por inanición. Ya sabemos que esto solo puede ocurrir en un país como Alemania, en la que un presidente socialista, como Olaf Scholz, reacciona ante la invasión de Ucrania con un aumento del gasto en Defensa del dos por ciento del Producto Interior Bruto. Cien mil millones de euros para mejorar el Ejército Alemán, y eso que ya es de los países que más presupuesto le dedica a Defensa, al contrario que España, que es el que menos invierte en sus Fuerzas Armadas. De todos los países de la OTAN, somos los últimos en inversión militar, si exceptuamos por cuestiones obvias a Luxemburgo y a Islandia, que no tiene Ejército.
El planteamiento del ministro socialdemócrata alemán tiene que ver con el cambio de mentalidad política que se ha producido en Europa tras la invasión de Ucrania por parte de Rusia. La temible ensoñación imperialista de Vladímir Putin ha devuelto al continente todos los demonios del siglo XX, las escenas dantescas de ciudades destruidas y cadáveres amontonados. La paz y la democracia se conquistan cada día, han venido a recordarnos otra vez; nada es definitivo en nuestras felices sociedades de consumo y libertad y si queremos conservarlo debemos tener unas fuerzas armadas potentes. Pero, al margen de esa cuestión, la necesidad de consolidar un ejército europeo, a nadie se le escapa que el debate sobre el regreso al servicio militar obligatorio tiene otros componentes sociales y políticos tan importantes y relevantes como el que se refiere a las Fuerzas Armadas.
Es más, incluso podría afirmarse, al menos desde mi punto de vista, que, en España, lo menos relevante del regreso a mili obligatoria es el fortalecimiento del Ejército español. Por eso, lo primero que tendríamos que hacer es un replanteamiento general y completo del concepto: no se trata de volver a la mili obligatoria, que está muy bien ahí donde se quedó, en un lejano retrato de un país de reclutas y quintos, sargentos chusqueros, coroneles de bigote fino y generales acolchados. Volver a ese servicio militar obligatorio carece de sentido porque la modernización y la mejora de las Fuerzas Armadas en España se consigue con más inversión, acercándonos; como viene pidiendo la OTAN desde hace años, que le dediquemos un 2 por 100 del presupuesto a Defensa, lo cual supondría casi duplicar el de la actualidad.
Lo que debe rescatarse de la mili es el concepto: la obligación que todo ciudadano tiene con su país al cumplir la mayoría de edad. Por supuesto, hombres y mujeres. La obligación de restituirle a la sociedad lo que la sociedad le ha entregado desde que nació, su educación, su formación, su salud... En un país como el nuestro, una democracia estable perteneciente a un club de países ricos con un sistema consolidado de bienestar social, los ciudadanos se educan en la exigencia de los derechos y las libertades que les pertenecen, y esa pulsión juvenil es esencial para la vitalidad de una democracia, pero ningún Estado de Derecho se entiende sin la dualidad de derechos y obligaciones.
La otra finalidad de reinstaurar un servicio obligatorio en España, una mili social, podríamos decir, es el fortalecimiento del propio Estado
Se trata de un equilibro fundamental en una sociedad democrática, la exigencia junto a la responsabilidad. Las consecuencias de una educación en la que se eliminan las obligaciones, podemos calcularlas todos mirando simplemente a nuestro entorno familiar. Con lo cual, aquí ya encontramos una diferencia fundamental con el servicio militar tradicional: de lo que se trata es de implantar un servicio obligatorio al Estado, que puede ser en las fuerzas armadas o en cualquier otro destino público de ayuda social que pueda plantearse. Y sin distinción de género. Todos los ciudadanos son iguales ante la ley, en derechos y en obligaciones. Servicio obligatorio para todos porque la prioridad no es el Ejército, sino la propia sociedad española.
La otra finalidad de reinstaurar un servicio obligatorio en España, una mili social, podríamos decir, es el fortalecimiento del propio Estado. Ya se ha comentado aquí en otras ocasiones que, casi medio siglo después del final de la dictadura, el modelo autonómico es una realidad conveniente, necesaria y apropiada para este país, aunque nada de eso supone que no haga falta, de hecho sería muy necesario, un debate autocrítico para mejorarlo. Se trata, fundamentalmente, de reforzar los mecanismos de cohesión y colaboración que son comunes a todas las comunidades autónomas. El servicio obligatorio de todos los españoles contribuiría de forma extraordinaria a ese objetivo, sobre todo después de los años vividos de tensiones territoriales por el intento de golpe de estado de los independentistas catalanes. España es diversa, es plural y goza de una descentralización administrativa comparable a la de los Estados federales, sobre todo en Cataluña y en el País Vasco. Una vez conseguido eso, debemos encontrar el equilibrio con aquellas medidas que contribuyan a la cohesión territorial, aquello que nos une, el Estado que permite y garantiza la descentralización autonómica. Necesitamos instituciones y símbolos que nos identifiquen como españoles. La mili social puede servir también a ese objetivo. Por eso, el debate, al menos el debate, es necesario. Y que eso conduzca a la reinstauración de esa obligación para todos.
"Fue un error suprimir el servicio militar obligatorio". Ni siquiera se lo preguntó en voz alta, sino que el ministro lo afirmó con rotundidad, seguro de que se trata de un debate que no se puede aplazar por más tiempo, de la misma forma que ya ha ocurrido en otros países de Europa. Lo dijo sin pestañear y la noticia se convirtió en portada al instante porque se trata del primer socialdemócrata que lo dice. Ni siquiera los políticos conservadores, que se presumen partidarios de una medida así, se atreven a afirmarlo con tanta contundencia.
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