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Barça, 'més que un cas de corrupció'
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Javier Caraballo

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Barça, 'més que un cas de corrupció'

Este caso llega mucho más allá, hasta el delirio corrosivo de la sociedad barcelonesa y el enriquecimiento obsceno de las élites independentistas, pero en lo estrictamente deportivo, futbolístico, este escándalo no se sostiene

Foto: El FC Barcelona celebra la Liga. (Reuters/Nacho Doce)
El FC Barcelona celebra la Liga. (Reuters/Nacho Doce)
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El club investigado por el mayor caso de corrupción del fútbol español acaba de proclamarse campeón de la Liga española. Ese es el Barça, el Fútbol Club Barcelona. ¿Cómo se entiende eso? Pues puede entenderse, sí; es más, debe entenderse, porque nada tiene que ver una cosa con la otra a pesar de la contundencia absurda y contradictoria de esa afirmación. La literalidad no la puede discutir nadie porque se trata de hechos objetivos, constatables: el Barça ha ganado con solvencia la Liga de Fútbol, varias semanas antes incluso de que se acabe el campeonato, y ese título no lo pone en peligro lo que sucede en los tribunales de Justicia, donde está siendo investigado por presuntos delitos de administración desleal, corrupción en los negocios y falsedad documental por pagar más de siete millones de euros al exvicepresidente del Comité Técnico de Árbitros José María Enríquez Negreira. Así que la paradoja se mantiene intacta, la Liga de Fútbol la ha ganado el equipo más manchado, pero hasta ahí. Este caso, como veremos, llega mucho más allá, hasta el delirio corrosivo de la sociedad barcelonesa y el enriquecimiento obsceno de las élites independentistas, pero en lo estrictamente deportivo, futbolístico, este escándalo no se sostiene.

Foto: El presidente del Barcelona, Joan Laporta. (EFE/Alejandro García)
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Todo intento por hacernos ver que el palmarés del Barça está adulterado por haber tenido en plantilla al número dos de los árbitros no se soporta porque, con lo que conocemos del caso Negreira, nadie puede acreditar que se haya pagado a los árbitros para que pitaran a favor del Barcelona. Lo que cualquier aficionado al fútbol puede constatar, por su propio seguimiento de los partidos de cada semana a lo largo de los años, es que, por norma general, los árbitros suelen beneficiar a los equipos grandes en detrimento de los pequeños. El Barcelona, por supuesto, está entre ellos, pero no es el único. Más allá de la observación personal, que en un caso como este no es una mera subjetividad, podemos repasar lo conocido hasta ahora de la investigación. Nada de lo que ha trascendido indica que el dinero que recibía Negreira haya fluido hasta los vestuarios, donde estaban los árbitros, en forma de maletines o sobres, para que pitaran a favor de los culés. En los meses que han transcurrido desde que se conoció que el Barcelona estaba siendo investigado, no ha aparecido ni un solo detalle que nos haga pensar que una parte de los millones de euros se destinaba a untar a los árbitros, como se dice en la jerga mafiosa.

Pero, es más: los informes que han trascendido, los que elaboraba Negreira para la directiva del Barça, son ridículos, directamente: se limitaban a dos o tres folios sobre un árbitro, en los que se recopilaban los datos que cualquier comentarista deportivo maneja cada fin de semana, los penaltis pitados, el rigor de las tarjetas o las expulsiones y cosas así. Entonces, ¿por qué pagaban tanto dinero al número dos de los árbitros? En el país de la picaresca, nunca se puede descartar que se trate de lo más vulgar, un caso de simulación fraudulenta; como si el tal Negreira hubiera impostado su figura y su influencia ante los directivos prometiendo un trato de favor que, en realidad, no se producía. Puede ocurrir también que Negreira, sus sociedades y sus informes pagados a precio de oro no fueran más que un conducto, una vía, para sacar dinero del club, un expolio encubierto del que se beneficiaron unos cuantos.

Foto: Una de las imágenes del despacho remitidas por Enríquez Romero a Hacienda.

¿Cuál es la verdad? No podemos saberlo, porque la investigación no aclara ningún camino hasta el momento, más allá del fraude tributario y la posible comisión de un delito de “corrupción en los negocios en el ámbito deportivo”, contemplado en los artículos 286 bis y 286 ter del Código Penal. En esos artículos, se penaliza a quien “por sí o por persona interpuesta, reciba, solicite o acepte un beneficio o ventaja”, pero también incluye a quien “lo prometa, ofrezca o conceda”, con lo cual se contempla toda la gama de posibilidades que podamos manejar. Insistamos, una vez más, en algo que se decía antes y que constituye, quizás, el aspecto más controvertido de esta polémica: ¿ha ganado el Barça todos los títulos de los últimos años porque ha estado pagándoles a los árbitros para que lo favorecieran en los partidos de fútbol? No, por supuesto. Y decirlo así no resta gravedad a lo ocurrido. Lo principal de este escándalo es el descubrimiento de cómo se ha desmoronado el prestigio de la élite catalana, desde la política al fútbol. La superioridad moral de todos esos años atrás escondía esto; esta podredumbre es la que se tapaba cuando se llamaban el oasis catalán, como si constituyeran una excepción dentro de España, otros modos, otras capacidades.

En los años del procés, todo se deformó, se agigantó, la superioridad moral pasó a la mirada despectiva, al "no progresamos porque nos roban". También ahí estuvo de lleno el Barcelona como club, més que un club, como dice su lema, que algunos pervirtieron para sumarse decididos al independentismo, provocando la antipatía y la decepción de miles de aficionados culés por toda España. Apoyaron la independencia y acabaron como todos ellos, arruinando lo que tocaban, mintiendo y ocultando lo que hacían, y llenando los bolsillos de algunos. Por eso, este escándalo de Negreira es més que un cas de corrupció. La mayor simbología que nos deja es la decadencia de Cataluña en tantos aspectos desde que se despeñó por el abismo de irracionalidad del independentismo. Lo que aparentaban y lo que eran. Reducirlo todo a un penalti mal pitado o una expulsión perdonada es tan limitado como injusto. Algún día, los catalanes mirarán atrás, a las dos décadas de este siglo XXI, y no será posible encontrarle una sola disculpa a la insólita obstinación por ponerle zancadillas a su propio destino.

El club investigado por el mayor caso de corrupción del fútbol español acaba de proclamarse campeón de la Liga española. Ese es el Barça, el Fútbol Club Barcelona. ¿Cómo se entiende eso? Pues puede entenderse, sí; es más, debe entenderse, porque nada tiene que ver una cosa con la otra a pesar de la contundencia absurda y contradictoria de esa afirmación. La literalidad no la puede discutir nadie porque se trata de hechos objetivos, constatables: el Barça ha ganado con solvencia la Liga de Fútbol, varias semanas antes incluso de que se acabe el campeonato, y ese título no lo pone en peligro lo que sucede en los tribunales de Justicia, donde está siendo investigado por presuntos delitos de administración desleal, corrupción en los negocios y falsedad documental por pagar más de siete millones de euros al exvicepresidente del Comité Técnico de Árbitros José María Enríquez Negreira. Así que la paradoja se mantiene intacta, la Liga de Fútbol la ha ganado el equipo más manchado, pero hasta ahí. Este caso, como veremos, llega mucho más allá, hasta el delirio corrosivo de la sociedad barcelonesa y el enriquecimiento obsceno de las élites independentistas, pero en lo estrictamente deportivo, futbolístico, este escándalo no se sostiene.

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