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El hombre que no miraba a las mujeres fachas
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Javier Caraballo

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El hombre que no miraba a las mujeres fachas

Cada vez que la candidata de Vox se dirigía al candidato de Sumar, este giraba la cabeza, agitaba su melena de pelo como una cortina y miraba hacia el otro lado

Foto: El número uno de Sumar en Sevilla, Francisco Sierra. (EFE/Raúl Caro)
El número uno de Sumar en Sevilla, Francisco Sierra. (EFE/Raúl Caro)
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Hay un hombre en esta campaña electoral que no mira a las mujeres. Pero no a todas, no mira a las mujeres fachas. O a los fachas en general, pero esto no se sabe aún; por el momento, lo único que podemos asegurar es que este hombre no mira a las mujeres fachas. Ocurrió el otro día, el martes por la noche, en el debate electoral que se celebró en Canal Sur Televisión entre los cuatro partidos políticos que, en Andalucía, obtuvieron representación en el Congreso de los Diputados, el PSOE, el Partido Popular, Sumar (antes Podemos) y Vox. Se inició el debate, con el habitual intercambio de acusaciones entre candidatos y, muy pronto, comenzó a percibirse que cada vez que la candidata de Vox se dirigía al candidato de Sumar, este giraba la cabeza, agitaba su melena de pelo como una cortina y miraba hacia el otro lado; miraba hacia la nada en realidad, porque estaba en uno de los extremos del plató.

“No puede ser…”, comentaban estupefactos los periodistas que seguían en directo el debate. Pero sí, lo era: siempre que la candidata de Vox replicaba al cabeza de lista de Sumar, zas, giraba la cabeza, le volvía la cara y solo le ofrecía su cogote enmelenado. Una vez, y otra, y otra, hasta que la joven diputada de Vox estalló: “Señor Sierra, lleva todo el debate sin mirarme”. Pero ¿quién es Sierra? ¿Y quién es la mujer de Vox? ¿Por qué se negó a mirarla? ¿Qué consecuencias ha tenido? Vayamos por partes. Porque el incidente no dejará a nadie indiferente. Esta anécdota conviene elevarla a categoría, porque es más que un gesto. Es una decisión meditada que, con seguridad, comparten muchos. Ese es el problema.

El protagonista es uno de los elegidos de Yolanda Díaz para su proyecto político, que pone a prueba por primera vez en estas elecciones. Se llama Francisco Sierra y es el cabeza de lista de Sumar por la provincia de Sevilla, una de las pocas circunscripciones electorales en toda España en las que han obtenido representación en casi todas las elecciones, primero como Partido Comunista y luego, a partir de Izquierda Unida, con las otras plataformas. Es decir, no es una plaza cualquiera, porque aquí se juegan dos diputados, que son los que obtuvo hace cuatro años. Francisco Sierra, que es independiente, fue el que más se movió, con manifiestos y firmas, en favor del proyecto de Yolanda Díaz y, concluido el proceso, esta lo premió con el liderazgo de la lista de Sevilla, a pesar de su inexperiencia política.

De hecho, Francisco Sierra, al que llaman Paco Sierra, es catedrático de Teoría de la Comunicación en la Universidad de Sevilla y está considerado un estudioso de Carlos Marx. Sus dos grandes pasiones son “la comunicología y América Latina”, según dice; tiene numerosos libros escritos y algunos mensajes en redes sociales que alcanzan el top de la cursilería. Como este, en la festividad de los periodistas, el pasado 24 de enero: “El verdadero periodismo es el oficio para lo común que transita por la alameda de la libertad esquina con el compromiso social junto a la vereda del servicio público donde no habita el olvido”. Sin palabras.

Conviene elevar la anéctoda a categoría, porque es más que un gesto. Es una decisión meditada que comparten muchos. Ese es el problema

Rocío de Meer, la otra parte del incidente, es una jovencísima diputada de Vox a la que solo los viejos del lugar, como quien suscribe, identificarán por su apellido. En efecto, el coronel Carlos de Meer Ribera, que era su abuelo, fue uno de los personajes más pintorescos de la Transición. Al menos, la historia que protagonizó: un supuesto intento de golpe de Estado en 1986 financiado por Gadafi. El coronel, franquista hasta la médula, viajó a Libia y lo detectaron los servicios secretos. Cuando regresó, lo sentaron en un Consejo de Guerra, pero solo pudo ser condenado a seis meses de cárcel, por abandono de residencia, al no poder probarse el delito de rebelión. Él se justificó diciendo que le pidió a Gadafi 300 millones de pesetas para montar un periódico…

En fin, que a su nieta Rocío, como diputada de Vox, no le falta ni un perejil en el discurso radical. Es de las que dicen esas barbaridades de que los problemas de violencia de género provienen de la “importación masiva de inmigrantes”, una grotesca y peligrosa falsedad que ignora que siete de cada 10 condenados por delitos contra la mujer son españoles. En todo caso, en el aspecto meramente formal, Rocío de Meer tiene dotes para ser una buena política y oradora, se maneja con soltura, con un discurso bien estructurado. Quizás eso fue lo más chocante de su encontronazo con el candidato de Sumar, que ella se dirigía a él educadamente y el otro, el catedrático de Comunicación de Yolanda Díaz, le volvía la cara con un golpe de melena.

placeholder La diputada de Vox Rocío de Meer. (EFE/J. P. Gandul)
La diputada de Vox Rocío de Meer. (EFE/J. P. Gandul)

Lo más sorprendente de todo es que Francisco Sierra, el de Sumar, comenzó el debate, como buen independiente que acaba de llegar a la política, recriminándoles a todos el mal tono del debate en España, la falta de educación y de respeto en las intervenciones, y la necesidad de reconducir la crispación, de convertirla en diálogo y entendimiento. Lo dijo, parecía un calco fiel del discurso de su líder nacional, Yolanda Díaz, hasta que comenzó a tratar a la candidata de Vox como si fuera un ser maligno, al que no se debe mirar ni responder. “Señor Sierra, lleva todo el debate sin mirarme… ¿No pertenece usted al partido de las mujeres, al partido feminista? ¿Por qué no me mira a los ojos? ¿Por qué, cuando se dirigió a mí antes, utilizó la expresión alguien?”, reprochó la candidata de Vox al elegido de Yolanda Díaz en Sevilla. Pero nada, ni hablaba, ni la miraba. Los moderadores del debate hasta le dieron la oportunidad de arreglarlo, de responder, pero nada. Silencio y cortina de pelos.

Lo único que podríamos preguntarnos es qué se estaría diciendo hoy en España si esa misma escena se produce con un candidato de Vox

¿Resultado? Pues esa es la cuestión, que cuantas más vueltas se le da al incidente para intentar encontrarle una explicación, más absurdo resulta. Para empezar, porque el tipo dejó pasar la oportunidad de contestar a la candidata de Vox, teniendo la oportunidad de hacerlo ante todos los andaluces, a través de Canal Sur Televisión. ¿Para qué se va a un debate, si no? Y en segundo lugar, porque resulta desconcertante que un catedrático de Comunicación considere que volver la cara en un debate es una forma de comunicación educada y pertinente. ¿Mera intransigencia? ¿Una simple torpeza? ¿Un inquietante tic de totalitarismo? Personalmente, lo único que descartaría es que se tratase de un acto machista, como ya se ha afirmado en algún caso. El propio protagonista, que no se arrepiente de su desplante, lo que dice es que fue un gesto de protesta. Con respecto al machismo, lo único que podríamos preguntarnos es qué se estaría diciendo hoy en España si esa misma escena se produce con un candidato de Vox que le vuelve la cara a una candidata de Sumar en un debate.

Hay un hombre en esta campaña electoral que no mira a las mujeres. Pero no a todas, no mira a las mujeres fachas. O a los fachas en general, pero esto no se sabe aún; por el momento, lo único que podemos asegurar es que este hombre no mira a las mujeres fachas. Ocurrió el otro día, el martes por la noche, en el debate electoral que se celebró en Canal Sur Televisión entre los cuatro partidos políticos que, en Andalucía, obtuvieron representación en el Congreso de los Diputados, el PSOE, el Partido Popular, Sumar (antes Podemos) y Vox. Se inició el debate, con el habitual intercambio de acusaciones entre candidatos y, muy pronto, comenzó a percibirse que cada vez que la candidata de Vox se dirigía al candidato de Sumar, este giraba la cabeza, agitaba su melena de pelo como una cortina y miraba hacia el otro lado; miraba hacia la nada en realidad, porque estaba en uno de los extremos del plató.

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