Matacán
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Pedro Sánchez, contempla tu creatura
En este día tan fatídico se vienen abajo los tres pilares sobre los que se sostenía la fantasía política que, hace un año, comenzaste a tramar
Este caos que contemplas, Pedro Sánchez, es tu creatura. El ridículo y el desprestigio. Míralo bien, presidente, porque en este día tan fatídico se vienen abajo los tres pilares sobre los que se sostenía la fantasía política que, hace un año, comenzaste a tramar: un Gobierno de progreso, el final del conflicto político con el independentismo y la normalización de Cataluña. Nada de eso era cierto. Ya lo dijo el fugitivo en su breve discurso de humillación público: “Encara som aquí”. ‘Todavía estamos aquí’, y no se refería solo a la burla, ni a su presencia fugaz, sino a los problemas, que permanecen.
Ya lo sabíamos, pero hay momentos como los que estamos viviendo desde ayer en Cataluña en los que la simulación política, la estafa política, se nos muestra con una visión panorámica, en su plenitud. Esa es también una de las ventajas del caos, pero no hay más. Solo los filósofos encuentran en el caos la naturaleza y el ser, como Nietzsche, pero no existe ese paralelismo en la política, menos aún en la política institucional, que tiene entre sus bienes más ansiados la estabilidad, la solidez, las certezas, la confianza en el sistema mismo. El caos de un gobernante es la prueba más evidente de su fracaso, y en esas estamos. El caos vivido en Cataluña por mor de un fantoche resucitado políticamente hace un año cuando todo lo tenía perdido. La Justicia europea y las instituciones europeas habían comenzado a alinearse con la gravedad penal que siempre se la ha concedido en España a la revuelta independentista de 2017. Hasta que, en pleno declive, el fugitivo encontró quien le salvara.
Es el esperpento de tener que ver a ese delincuente fugado de la Justicia arremeter contra el Tribunal Supremo y acusar a los magistrados de “negarse a obedecer la ley, que está en vigor y es obligada”. El absurdo máximo; es el timador que reclama rigor, el embustero que exige seriedad, el estafador que se lamenta de los embaucadores. Un timador, un embustero, un embaucador reconfortado por la falsa mayoría progresista que solo ha servido para que el secretario general del PSOE pudiera reírse de su adversario, aquel que ganó las elecciones, pero que no le sirve para gobernar. Ahora, ese tipo, el fugitivo, vuelve con los mismos insultos a la democracia española, a nuestro Estado de derecho, con acusaciones de detenciones ilegales y un sistema represor. Gracias a la ley de amnistía, ahora vuelve para decir con más argumentos que antes a su favor “que ni era delito ni nunca será delito”.
Nada de lo que hemos vivido hubiera sido posible si Pedro Sánchez no se hubiera mentido la misma noche del 23 de julio del año pasado. En vez de felicitar al ganador, como había ocurrido en todas las elecciones generales precedentes de la democracia española, salió al balcón de la calle Ferraz, la sede del Partido Socialista, para ondear la bandera de una falacia. “España ha sido muy clara, el bloque involucionista que planteaba una involución total ha fracasado, el bloque involucionista ha salido derrotado. Somos muchos más los que queremos seguir avanzando”, dijo Sánchez desde el balcón de la sede socialista cuando ya sabía que estaba dispuesto a concedérselo todo al fugitivo a cambio de siete votos para el lucimiento de su osadía temeraria.
Ya se dijo aquí una vez que a la Justicia española la habían dejado en ridículo en Europa, que es muy distinto a todo eso que repiten siempre de que ha sido la Justicia española la que ha quedado en ridículo en Europa por los desvaríos de la política de este país. La dedicación de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, la firmeza de los fiscales y la persistencia de los magistrados españoles colocaron a los protagonistas de la revuelta secesionista de Cataluña en el punto exacto en el que tienen que estar quienes pretenden tumbar una Constitución y echarle un pulso a un Estado de derecho.
Tanto es así, que los Jordis, Sánchez y Cuixart, fueron a la cárcel y no pasó nada. Fueron los primeros y ese fue el punto de inflexión que lo cambió todo, cuando ambos entraron en prisión, el 16 de octubre de 2017, y en Cataluña no ocurrió nada. Salvo que se impuso el cumplimiento de la legalidad y la cárcel para quien no la respetaba. Fue el momento en el que la sociedad española, especialmente la catalana, entendió que vivimos en un próspero país europeo, con una realidad democrática asentada, consolidada, en la que un grupo de radicales independentistas no logran torcer la firmeza de la ley.
El esperpento de ayer, como se decía antes, supone una visión panorámica de la fantasía política de estos estertores patéticos del sanchismo. Nadie podrá negar que, en la actualidad, el independentismo está dividido y enfrentado. Ya no reúnen ni a la décima parte de las masas que reunían en los años prósperos de demagogia del procés independentista. Pero todo eso no ha sido obra de las cesiones del Gobierno de coalición socialista, sino de la inercia de normalidad que provoca la aplicación del Código Penal. La cesión consecutiva del presidente Sánchez al independentismo nunca ha buscado la normalización de Cataluña, sino su propio beneficio político. Decidió hacer de la necesidad, virtud y la necesidad era la suya propia, no la del país al que representa como presidente del Gobierno.
Ahora se encuentra en el epicentro de un ridículo histórico, ni siquiera equiparable a aquel otro que protagonizó un director general de la Guardia Civil, en tiempos de Felipe González, cuando se fugó de España. Puigdemont no es Luis Roldán, porque aquel nunca se encontró con una amnistía. Tampoco la exigencia política del momento es la misma, porque entonces dimitió un ministro del Interior y el de ahora, ni siquiera ha considerado necesario interrumpir sus vacaciones. La cuestión es que, cuando se unen todos los elementos, contemplamos la obra. Pedro Sánchez, contémplalo, esta es tu creatura.
Este caos que contemplas, Pedro Sánchez, es tu creatura. El ridículo y el desprestigio. Míralo bien, presidente, porque en este día tan fatídico se vienen abajo los tres pilares sobre los que se sostenía la fantasía política que, hace un año, comenzaste a tramar: un Gobierno de progreso, el final del conflicto político con el independentismo y la normalización de Cataluña. Nada de eso era cierto. Ya lo dijo el fugitivo en su breve discurso de humillación público: “Encara som aquí”. ‘Todavía estamos aquí’, y no se refería solo a la burla, ni a su presencia fugaz, sino a los problemas, que permanecen.
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