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Retrato fugaz de medio siglo sin franquismo
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Javier Caraballo

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Retrato fugaz de medio siglo sin franquismo

El show primario de Ione Belarra nos da la oportunidad de analizar el deterioro de la clase política española en las últimas décadas

Foto: Ione Belarra aparece en Moncloa con una camiseta en la que se lee 'No a la guerra' para reunirse con Pedro Sánchez. (EFE/J.J Guillen)
Ione Belarra aparece en Moncloa con una camiseta en la que se lee 'No a la guerra' para reunirse con Pedro Sánchez. (EFE/J.J Guillen)
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Más que el hecho en sí mismo, lo que más intriga de algunos actos de la política es el proceso mental que sigue hasta llegar a la consumación. Un ejemplo reciente y conocido por todos: la secretaria general de Podemos, Ione Belarra, llega al Palacio de la Moncloa con una camiseta blanca del 'No a la Guerra' para hablar con Pedro Sánchez de la inseguridad mundial que vivimos, sobre todo en Europa. Al verla, lo que menos sorprende es el hecho, que se ponga una camiseta y que luzca ese lema, porque es algo que todo el mundo puede esperar. Lo realmente sorprendente es que, con seguridad, esa decisión ha sido fruto de una reflexión, de la afectada o de varias personas de la organización. Lo que todos vemos como algo simple, nada sorprendente, manido y hasta trasnochado, habrá sido objeto de un debate interno hasta que alguien propuso, con un tono impostado de intriga o de reto, la posibilidad de acudir con una camiseta blanca, el blanco de la paz, y esa inscripción, con letras mayúsculas. 'NO A LA GUERRA'. Luego, un asesor más pendiente de los detalles habrá observado que para que se pueda leer bien el lema, es necesario que las letras se coloquen en vertical, sílaba a sílaba, porque de esa forma, la líder podemita podía fotografiarse en las escalinatas de la Moncloa con su chupa de cuero negro desabrochada, para que se pudiera leer el mensaje. Todo pensado, todo meditado, para llevar a cabo la pamplina más vista de los últimos tiempos. 'No a la guerra'. ¿Pero es que acaso alguien quiere la guerra, al margen de los dictadores y los sátrapas como Vladimir Putin? Lo que no se le ocurrirá nunca a este personal es ir a manifestarse, o a concentrarse, con las camisetas del 'No a la Guerra' ante la embajada de Rusia…

En fin, eso, que lo extraordinario, esa nadería boba habrá sido fruto de una decisión meditada que, al ser algo frecuente en la política española, nos demuestra que la avería es mayor. Ione Belarra es una mujer madura, de 37 años, licenciada en Psicología, con cuatro legislaturas a sus espaldas en el Congreso de los Diputados, una de ellas como ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030. Ninguna novata, por lo tanto, pero lo máximo que se le ocurre es el ruido hueco. Y como ella, hay muchos. Como la deriva de Pedro Sánchez, el príncipe de la Moncloa, nos ha permitido verlos desfilar esta semana, tenemos la posibilidad de compararlos con la clase política de hace cincuenta años, cuando murió el dictador, Francisco Franco. Aprovechemos cada ocasión que se nos presente para recordar este aniversario, no con el propósito de resucitar al dictador, y revivir el enfrentamiento entre españoles, como pretenden los estrategas de la polarización, sino para reflexionar sobre cómo ha evolucionado la democracia española en medio siglo, cómo ha madurado, qué se ha perdido, qué se ha ganado. La única precaución que debemos tener al respecto es la de no caer en la tentación, siempre presente, de cobijarnos en que 'todo tiempo pasado fue mejor', porque está demostrado que esa afirmación nunca se ha sostenido. Ni ahora ni hace cuatro mil años, cuando ya se decía.

Si comparásemos 6 años de la política actual con 6 años de la Transición nos sorprendería cómo la democracia se ha vaciado de contenido real

Si pensamos, por ejemplo, solo en la calidad de la clase política, a partir de ese detalle del show de Ione Belarra, nos daremos cuenta de que el problema principal es la falta de objetivos generales. Si al diálogo político se le eliminan las metas, todo queda reducido a una mera lucha por el poder. Llevamos veinte años tirando para adelante, sin más, hasta que hemos llegado a Pedro Sánchez que es el símbolo mayor de este deterioro democrático. El líder socialista ya lleva en la presidencia del Gobierno seis años y medio y las leyes más importantes que ha aprobado han sido aquellas a las que se ha visto forzado para garantizar su propia supervivencia. Si comparásemos seis años de la política actual con seis años de la Transición nos sorprendería extraordinariamente cómo la democracia española se ha vaciado de contenido real, cómo todos los debates políticos nos aburren porque siempre se repiten, esgrima dialéctica sobre los mismos asuntos. En los estudios sobre producción legislativa que se han realizado, los primeros años de democracia, la legislatura constituyente desde 1977 a 1979 y la I Legislatura, desde 1979 a 1982, fueron obviamente las de mayor actividad en las Cámaras por la razón obvia de que en esos años la tarea consistía en desmontar un régimen dictatorial y construir, ley a ley, una democracia.

El periodista Fernando Ónega, testigo y autor de algunas de las grandes frases políticas de aquellos años, suele decir que los mejores discursos del presidente Adolfo Suárez de aquellos años no son los que salieron de su pluma. Y menciona, concretamente, una de las intervenciones de Suárez en abril de 1978, en el Congreso de los Diputados, cuando trataba de explicar a los diputados la dificultad de aquel momento. Dijo Suárez: "Se nos pide que cambiemos las cañerías del agua, teniendo que dar agua todos los días; se nos pide que cambiemos los conductos de la luz, el tendido eléctrico, dando luz todos los días; se nos pide que cambiemos el techo, las paredes, las ventanas del edificio, pero sin que el viento, la nieve o el frío perjudiquen a los habitantes de este edificio; pero también se nos pide a todos que ni siquiera el polvo que levantan las obras de este edificio nos manche, y se nos pide también, en buena parte, que las inquietudes que causa esta construcción no produzcan tensiones". Piensa Fernando Ónega que ese párrafo es el que mejor define la Transición, y tiene razón. Contemplado en estos días, medio siglo después de la muerte del dictador, al volver a leerlo se produce una extraña sensación, por las emociones contradictorias. El orgullo de lo que consiguió la sociedad española, los inquilinos de aquellos días que sacaron adelante la reforma, y la tristeza de observar, cinco décadas después, cómo se van deteriorando las paredes, las cañerías y los techos de ese edificio, sin que la aspiración sea otra que la de repintar y remendar desconchones, siempre que la tarea se realice levantando una gran polvareda y con molestias a todos los vecinos.

Más que el hecho en sí mismo, lo que más intriga de algunos actos de la política es el proceso mental que sigue hasta llegar a la consumación. Un ejemplo reciente y conocido por todos: la secretaria general de Podemos, Ione Belarra, llega al Palacio de la Moncloa con una camiseta blanca del 'No a la Guerra' para hablar con Pedro Sánchez de la inseguridad mundial que vivimos, sobre todo en Europa. Al verla, lo que menos sorprende es el hecho, que se ponga una camiseta y que luzca ese lema, porque es algo que todo el mundo puede esperar. Lo realmente sorprendente es que, con seguridad, esa decisión ha sido fruto de una reflexión, de la afectada o de varias personas de la organización. Lo que todos vemos como algo simple, nada sorprendente, manido y hasta trasnochado, habrá sido objeto de un debate interno hasta que alguien propuso, con un tono impostado de intriga o de reto, la posibilidad de acudir con una camiseta blanca, el blanco de la paz, y esa inscripción, con letras mayúsculas. 'NO A LA GUERRA'. Luego, un asesor más pendiente de los detalles habrá observado que para que se pueda leer bien el lema, es necesario que las letras se coloquen en vertical, sílaba a sílaba, porque de esa forma, la líder podemita podía fotografiarse en las escalinatas de la Moncloa con su chupa de cuero negro desabrochada, para que se pudiera leer el mensaje. Todo pensado, todo meditado, para llevar a cabo la pamplina más vista de los últimos tiempos. 'No a la guerra'. ¿Pero es que acaso alguien quiere la guerra, al margen de los dictadores y los sátrapas como Vladimir Putin? Lo que no se le ocurrirá nunca a este personal es ir a manifestarse, o a concentrarse, con las camisetas del 'No a la Guerra' ante la embajada de Rusia…

Ione Belarra
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