¿Es Casado peor que Ayuso?

Cuando Casado encontró a Ayuso, los dos eran de los llamados 'cachorros' de Nuevas Generaciones en Madrid. Los dos crecieron bajo el manto de José María Aznar. Casado se hizo un hueco en la Génova de Rajoy. Luego, sin que nadie confiase en sus posibilidades, dio el gran salto y se impuso a las 'favoritas' Sáenz de Santamaría y Cospedal. También fue él quien, sin que nadie confiase en sus posibilidades, se encomendó a Ayuso. Y digo se encomendó porque cuando colocó a la hoy presidenta de la Comunidad de Madrid como cabeza de cartel, Casado se jugaba su futuro.

El recién llegado estaba en el punto de mira de los 'veteranos' del PP que recogían despachos tras la abrupta salida del poder moción de censura mediante. Era el fin de la 'era Rajoy'. Los 'marianistas' no escondían en público su poca conexión con Casado y en privado pronosticaban que el líder nacía muerto. El presidente del PP llegó a Génova con la etiqueta del aznarismo, de la que hoy le despojan los que le enfrentan a Ayuso, a la que ahora ven la 'verdadera' pupila de Aznar.

Opinión

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Los datos del sondeo que hoy publica El Confidencial sobre la intención de voto en la Comunidad de Madrid muestran que el 87% de los que piensan votar a Casado en las generales votarán a Ayuso en las autonómicas, pero que solo el 67% de los que depositarán su confianza en la lideresa en las autonómicas votarán a Casado en las generales. ¿Es peor Casado que Ayuso? No, Casado es Ayuso evolucionado. No estamos hablando de carisma, ni de tirón ni de simpatía, porque aquí ella es ella.

Cuando Casado concurrió por primera vez a unas generales, cosechó, como él mismo reconoció, un “muy mal resultado”. El PP se quedó en 66 escaños, el peor dato de su historia. El primer análisis interno del llamado 'sector crítico' (muchos lo son por vocación y otros por devoción) fue que el casadismo había 'derechizado' el partido. Le reprocharon que se había descuidado el centro y mirado al votante de Vox. Aquí empezaron los primeros tambores de guerra contra los que ahora llaman 'chiquilicuatres', pero que ya por aquel entonces eran unos 'imberbes' (aún no derrochaban la testosterona que denuncia Cayetana Álvarez de Toledo).

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Pues es precisamente ese PP de las elecciones de 2019 el que representa ahora Ayuso. El discurso que en la Comunidad de Madrid hace que los populares logren el trasvase del votante de los de Abascal y que en unas generales el trasvase sea a la inversa, como muestra la encuesta: una parte de los que darán su papeleta a Ayuso en Madrid se la confiarían a Abascal y no a Casado. Para estos electores, Casado ahora es 'un blando', no es aquel del discurso de “el PP ha vuelto”.

Pero ni Casado es un blando ni Ayuso es una dura. Madrid es España, pero España no es Madrid. La realidad sociológica madrileña tiene sus particularidades. Cuando Casado en el Congreso levantó un muro frente a Abascal, estaba poniendo la primera piedra para su camino a la Moncloa. 'Ensanchar el partido', se llama en el argot de los politólogos. Casado ahora es un poco más Rajoy en el sentido práctico de comparación. A Casado le tienen que votar en Madrid, pero también en la España vaciada. El PP acierta en buscar un discurso que lo aleje de Vox y sobre todo acierta cuando Vox no está en su discurso.

Casado y Ayuso tienen sus destinos unidos hoy como en 2019. Si no hay adelanto electoral, Ayuso tirará de Casado si el sondeo que hoy publicamos se hace realidad. La presidenta es imparable y cada día suma. Da ilusión al partido, al votante y se ha hecho un fenómeno transversal en un Madrid ecléctico. Casado tiene la responsabilidad de llegar a la Moncloa. El PP y sus votantes deben entender que son complementarios y no excluyentes, y que en caso de duda gobierna Sánchez.