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Los gallegos del PP o cómo fumarse un puro para ganar las elecciones
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Pilar Gómez

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Los gallegos del PP o cómo fumarse un puro para ganar las elecciones

Feijóo debe ser fiel así mismo y no escorar su discurso hacia donde algunos medios de la derecha le intentan llevar. La tibieza a veces es una virtud. Ya lo hicieron con otros líderes y nunca les fue bien

Foto: Feijóo junto a Rajoy. (EFE/Lavandeira jr)
Feijóo junto a Rajoy. (EFE/Lavandeira jr)
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A Feijóo le acusan ya de ser tibio como Rajoy. La discrepancia con Ayuso sobre la ilegalización de Bildu ha alimentado esta teoría. Olvidan que fue un gallego quien ha anotado la victoria más holgada del PP con un discurso de centro y moderación

A Feijóo se le está poniendo cara de Rajoy. De hecho, para algunos siempre la ha tenido. Era el heredero natural. Su relación nunca fue ni tan buena ni tan mala como se cuenta. Algo muy gallego, como ambos. El expresidente colaboró activamente para que, esta vez sí, Feijóo se pusiera al frente del partido. Política para adultos. Estos días está haciendo campaña. Va donde se le llama y aunque no copa grandes titulares como Aznar también le gritan "¡presidente, presidente!". Le gusta contar que él está fuera de los "líos" de la política, aunque Sánchez le hace oposición en cada una de sus intervenciones. Rajoy se fuma un puro. La expresión es igual de usada por partidarios y detractores.

Foto: Feijóo y Ayuso, en un mitin electoral en Getafe. (EFE/Rodrigo Jimenez) Opinión

"¿Serían ustedes capaces de mantener que Zapatero traicionó a las víctimas?", increpó en el Congreso Sánchez al PP en una maniobra torticera de desgaste. Los diputados callaron, pero Rajoy podría argumentar hoy, igual que en 2015, esa afirmación. A diferencia del pseudosocialista, no es de moral ausente. La hemeroteca desmiente a diario a Sánchez. Cuando era Pedro defendía que la derrota de ETA fue una victoria de todos los demócratas, incluidos los "fascistas" del PP. Paradójicamente, solo ha tenido el Estado en la cabeza cuando estaba en la oposición. Los gallegos, ya lo decían de Fraga, lo tienen siempre.

Feijóo lleva a gala ser muy gallego. Llegó a la dirección del PP con un discurso de Estado. Centro y moderación. El mismo con el que Rajoy logró una mayoría histórica de 186 escaños en 2011. Los españoles estaban ansiosos de derogar el zapaterismo. Sánchez también se parece cada vez más a Zapatero. El presidente genera rechazo en una parte del voto socialista que jamás daría su papeleta a Aznar o Ayuso, pero sí a Rajoy o Feijóo. Los gallegos aglutinan a los electores pragmáticos. Los que no son de izquierdas ni de derechas. Esta especie es más determinante cada vez en las elecciones. Decantan su voto en los últimos días y pueden variarlo hasta el último minuto. Son permeables a lo que ocurre en la campaña.

El debate sobre la repugnante inclusión de asesinos en las listas de Bildu ha derivado en si hay que ilegalizar o no a la formación. Una cuestión que, más allá de las convicciones de cada uno, tiene su marco en lo jurídico. Con la actual Ley de Partidos parece imposible sacar de las instituciones a los de Otegi. La opción es cambiarla y eso solo es plausible desde el Gobierno, con una mayoría en el Congreso. Feijóo se ha comprometido a hacerlo si gana. Ese debe ser el discurso de quien aspira a Moncloa. Realista, aunque la víscera pida otra cosa. Rajoy también en privado blasfema de que Sánchez se atribuya el fin de la banda terrorista.

La ecuación es más sencilla o más gallega, por seguir el hilo. Sin Sánchez no hay Otegi

El expresidente no entra en si Bildu debe estar o no en las instituciones. La ecuación es más sencilla o más gallega, por seguir el hilo. Sin Sánchez no hay Otegi. La izquierda abertzale lleva años en el Congreso, pero jamás nadie le dio el papel que les ha otorgado el sanchismo. En 2011, bajo la marca Amaiur logró siete diputados. Era su regreso a la Cámara baja desde 1996, cuando concurría como Herri Batasuna. Sus representantes, más que los del PNV —que obtuvo seis—, nunca tuvieron en sus manos la gobernabilidad de España.

Eran irrelevantes. Cuatro años después, en 2015, anotaban su peor resultado con solo dos escaños. Es cuando pasan a formar parte de mayoría de la moción de censura contra Rajoy cuando entran en el club de los influyentes. Sánchez les limpia las manos de sangre sin que ellos hayan renegado de las pistolas. En 2019, un año después de que el pseudosocialista llegue al Gobierno, Bildu hace historia en las generales al lograr grupo propio en el Congreso. Los datos son tozudos.

Si Feijóo gana las elecciones generales para Otegi será tanto como una ilegalización de facto

Enrocarse en pulsos estériles, como gusta demasiado a menudo el PP, solo lleva a la melancolía. A Bildu se la derrota en las urnas. Si Feijóo gana las elecciones generales para Otegi será tanto como una ilegalización de facto. No podrán exhibir en el País Vasco la cabeza del presidente del Gobierno como trofeo. Ese presidente no pactará con quienes trufan las listas de terroristas.

Feijóo debe ser fiel así mismo y no escorar su discurso hacia donde algunos medios de la derecha le intentan llevar. La tibieza a veces es una virtud. Ya lo hicieron con otros líderes y nunca les fue bien. A Rajoy le paso lo mismo, pero resistió. "Voy a ganar las elecciones solo con La Voz de Galicia", llegó a decir. También le acusaban de rodearse únicamente de gallegos. El camino de Moncloa se recorre desde la transversalidad, aunque a veces se mire para detrás y solo queden los de siempre, los gallegos.

A Feijóo le acusan ya de ser tibio como Rajoy. La discrepancia con Ayuso sobre la ilegalización de Bildu ha alimentado esta teoría. Olvidan que fue un gallego quien ha anotado la victoria más holgada del PP con un discurso de centro y moderación

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