Es noticia
Adelina Patti: la soprano "madrileña" que asombró al mundo (II)
  1. España
  2. No es no
Rubén Amón

No es no

Por

Adelina Patti: la soprano "madrileña" que asombró al mundo (II)

La diva vino al mundo accidentalmente en un teatro del foro, pero no volvió hasta 20 años después, artífice de un revuelo musical que dejó sin tinta la pluma de Pérez-Galdós

Foto: Adelina Patti en 1869
Adelina Patti en 1869

Las crónicas más estrafalarias y fantasiosas relacionan el nacimiento de Adelina Patti con las contracciones que sorprendieron a su madre en plena función de 'Norma'. Se supone que la señora Chiesa-Barilli había roto aguas en plena interpretación de 'Casta diva', y que la ilustre cantante fue trasladada de urgencia a un sofá de la tramoya, y que el tenor Giuseppe Sinico se despojó de su abrigo para arropar a la neonata.

Tiene gracia que el propio Sinico mantuviera la versión muchos años después. Y que recordara perfectamente el episodio, por mucho que la madre de Adelina Patti no hubiera cantado la ópera de Vincenzo Bellini. Lo que sí hizo fue organizar el equipaje en cuanto se restableció su propia salud. Y emprendió camino hacia Milán. Nunca volvería ni a Madrid ni a España. Adelina Juana María tardaría en hacerlo 20 años.

Foto:  Una mujer observa el retrato de Adelina Patti (1886), pintado por James Sant. (EFE/Yuri Kochetkov) Opinión

Se produjo el acontecimiento del regreso en noviembre de 1863. Todavía no era la máxima estrella del escalafón, pero ya había debutado en Londres y en Viena, significándose en el repertorio belcantista —Donizetti, Bellin— y concediéndose su primera gran incursión verdiana a propósito de 'Il Trovatore'.

Se le amontonaban los admiradores en el camerino. También lo hacían los compositores. Gounod, Berlioz, incluso el barón Friedrich von Flotow, cuya devoción a la diva condescendió con las libertades que la propia Patti había incorporado al cuarteto de 'Martha'. Unos adornos, unas florituras que Flotow asimiló como peaje a la gloria de la velada londinense.

Rossini tuvo menos paciencia con las arbitrariedades de Patti. Acudió a visitarla al camerino después de una función de 'El barbero de Sevilla', pero también le objetó con ironía sus licencias interpretativas. “¿Qué aria más hermosa ha cantado usted? ¿Sabría decirme quién la ha compuesto?”

"Las entradas para escucharla se despacharon en cosa de minutos y llegaron a duplicarse los precios: ocho reales costaba escucharla"

No se reconocía Rossini en la interpretación de la Patti, pero sí reconocía la dimensión jerárquica de la soprano. Los compositores de su tiempo se la disputaban como garantía del éxito de las óperas, asumiendo que el repertorio de la estrella nunca resultó demasiado extenso.

Viajaba con sus partituras favoritas. Una de ellas, 'La sonnambula' fue su carta de presentación en Madrid y el pretexto de un encuentro rodeado de episodios sentimentales. Los narra con espíritu cursi y costumbrista Matilde Muñoz en su Historia del Teatro Real. Y puede que deslice un exceso de patriotismo cuando insiste en que “Patti era española y quería serlo”, atribuyendo incluso a su cuna el efecto benefactor que tuvieron los perfumes del aire y los rayos del sol españoles, infiltrándose en su arte.

“Adelina fue a visitar a la generala, doña Dolores Zárate, y el recibimiento que se le hizo en aquella casa donde había nacido fue conmovedor. Todos los recuerdos de aquel episodio habían sido cuidadosamente conservados. Vio la alcoba, la cama oscura y tallada donde su madre la dio al mundo, la jofaina de porcelana traslúcida de un bello azul opalino, las pesadas cortinas que cerraban el lecho. Hizo limosnas. Se embriagó de Madrid”.

Foto: Las dueñas de la tienda (L. F.)

Y quiso oír misa en la iglesia de San Luis, recrearse con la imagen de la pila bautismal, recorrer las calles de la ciudad, impresionarse con la simpatía que le profesaban los madrileños. Gata, le llamaban a la Patti. La agasajaban en las tiendas, y proliferó una insólita expectativa en los medios de comunicación a propósito del regreso de la hija pródiga, de tal manera que las entradas para escucharla se despacharon en cosa de minutos y llegaron a duplicarse los precios: ocho reales costaba escucharla.

Que se lo digan a Benito Pérez Galdós, escritor de incipiente fama que no tenía medios para una entrada postinera y hubo de ubicarse en el paraíso, eufemismo del gallinero donde se ubicaban los melómanos menos pudientes. Allí proclamó que escuchar a Adelina Patti en “La Sonnambula” equivalía a escuchar a Santa Cecilia con su órgano buscando a Dios, expresiones hiperbólicas que se prolongaron en los diarios de mayor tirada.

Repárese en la crónica de “La Correspondencia de España”. Tanto la definía como una “graciosa joven de magníficos ojos y de clara y extensa voz” como se le reconocía su facilidad, su talento, su fraseo... y su capacidad para haber organizado un jaleo en la reventa de sus funciones.

Foto: Richard Wagner

El éxito del debut había precipitado, en efecto, un enorme revuelo para las actuaciones subsiguientes. Hubo aficionados y pícaros que montaron guardia toda la noche delante de la taquilla. Casi todas las funciones eran de abono, pero la soprano madrileña acostumbraba a concederse una “noche de beneficio”, o sea, que se adjudicaba ella misma la recaudación de la velada a cambio de abaratar el precio de algunas localidades.

Ricos y humildes se agolparon en la última función de la temporada. La sepultaron de flores, la hicieron saludar una veintena de veces y se le organizó un insólito espectáculo ornitológico, liberándose desde el gallinero varias decenas de canarios que revolotearon por la sala como si Adelina Patti fuera la gran diosa del canto y una figura sobrenatural.

El duque de Alba y la condesa de Montijo pujaron por la gracia de la diva. Y la reina Isabel II le organizó una recepción con los honores que acostumbraban a dispensarse a una monarquía ilustre. Patti tenía solo veinte años. Y había tardado veinte en volver a Madrid. El impacto de aquel reencuentro convirtió el Teatro Real en un fetiche de su carrera. Y de ella hablaremos en el tercer episodio del serial.

Las crónicas más estrafalarias y fantasiosas relacionan el nacimiento de Adelina Patti con las contracciones que sorprendieron a su madre en plena función de 'Norma'. Se supone que la señora Chiesa-Barilli había roto aguas en plena interpretación de 'Casta diva', y que la ilustre cantante fue trasladada de urgencia a un sofá de la tramoya, y que el tenor Giuseppe Sinico se despojó de su abrigo para arropar a la neonata.

Teatro Real
El redactor recomienda