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Rubén Amón

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Sánchez encierra al PP en el laberinto de Valencia

La cita del 28-M es un escenario desquiciado para los populares, favoritos en los resultados, pero expuestos al chantaje de Vox y al riesgo de una alianza que complica el acceso de Feijóo a la Moncloa

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el mitin de Valencia. (EFE/Kai Forsterling)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el mitin de Valencia. (EFE/Kai Forsterling)
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Reviste sentido y bastante maldad que Pedro Sánchez eligiera Valencia como el punto de origen de la campaña del 28-M. Las aspiraciones socialistas en juego se añaden al valor simbólico que la plaza levantina ha adquirido en la historia contemporánea del PP: en las desgracias de la corrupción y en el delirio de la megalomanía, pero también respecto a sus hitos iniciáticos, desde el fervor aznarista a los ceremoniales masivos que revistieron de poder las candidaturas de Mariano Rajoy y Pablo Casado.

Valencia resume en sí misma las claves del año electoral. Y no solo por la importancia de los resultados municipales y autonómicos, sino por su repercusión inmediata en las generales. Y por el escenario desquiciado que se le presenta al PP, suceda lo que suceda en las urnas.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a su llegada a la jornada de clausura de la Conferencia Municipal del PSOE, este domingo en Valencia. (EFE/Kai Forsterling)

De hecho, el escenario menos traumático podría consistir paradójicamente en la victoria de Ximo Puig. Las encuestas sobrentienden un resultado muy disputado, pero la renovación del barón socialista al frente del Gobierno regional resolvería las angustias que implican una victoria popular, siempre y cuando esta última no se produjera en términos incontestables.

Escenario I: el PP gana con un margen estrecho. O sea, el candidato Carlos Mazón representa la lista más votada y celebra el sorpaso a Puig, pero el apoyo necesario de Vox no garantiza la mayoría de los escaños.

Escenario II: el PP obtiene un resultado corpulento… y depende de las condiciones de Vox. O sea, Santiago Abascal exige a su barón regional, Carlos Flores, el compromiso innegociable de entrar en el Gobierno.

Escenario III: Núñez Feijóo felicita a Mazón por su victoria… y le constriñe a renunciar al cetro. Pactar un Gobierno con Vox destrona a Puig de Valencia, es cierto, pero también demuestra que los populares llegan a un compromiso orgánico con la ultraderecha que perjudica la meta gloriosa de la Moncloa.

Foto: Feijóo junto a Mazón, Catalá, Aznar y Rajoy. (EFE/Kai Forsterling)

Ganar y perder al mismo tiempo. Es la gran paradoja que define la situación estratégica del PP y que convierte Valencia en la esencia política de 2023. ¿Será capaz Feijóo de sacrificar la Generalitat? ¿Hasta dónde llega la tentación de arrebatarle al PSOE su Gobierno regional más relevante?

El presidente del PP puede conceder acuerdos municipales con la ultraderecha en nombre de las peculiaridades localistas, pero resulta muy arriesgado ponerse a cogobernar en Valencia con Vox. Lo hace en Castilla y León, ciertamente. La diferencia es que el pacto se produjo antes de la llegada de Feijóo. Y que la experiencia está resultando un escarmiento cada vez que aparecen los asuntos doctrinales, culturales y oscurantistas.

"Ganar y perder al mismo tiempo. Es la gran paradoja que define la situación estratégica del Partido Popular"

Le va a poner difícil las cosas Abascal al PP. Por el chantaje de la investidura. Y por las connotaciones incendiarias que reúne el candidato valenciano. Carlos Flores ha sido condenado con un año de cárcel por malos tratos a su exmujer y violencia de género. Tiene derecho a la rehabilitación y a la reinserción —están descritos en la Constitución—, pero no necesariamente desempeñando un cargo político de la relevancia a la que aspira.

El mejor escenario para Núñez Feijóo consistiría en conquistar el Ayuntamiento de Valencia —María José Catalá le disputa el primado a Joan Ribó (Compromís)—, reivindicar el eventual éxito en los comicios autonómicos y sacrificar la presidencia de Mazón para conservar la pureza de su candidatura a la Moncloa. Se trata de modular con inteligencia los recursos electorales y de poner a prueba el equilibrismo del líder popular, aunque la tentación de la codicia se añade al peligro de una derrota categórica. Pongamos que el PSOE conserva la Generalitat. Y que Compromís reconfirma la alcaldía. Así es la ambigüedad de Valencia en la historia del PP. El origen de las mayores expectativas y el cráter de los mayores desastres.

Reviste sentido y bastante maldad que Pedro Sánchez eligiera Valencia como el punto de origen de la campaña del 28-M. Las aspiraciones socialistas en juego se añaden al valor simbólico que la plaza levantina ha adquirido en la historia contemporánea del PP: en las desgracias de la corrupción y en el delirio de la megalomanía, pero también respecto a sus hitos iniciáticos, desde el fervor aznarista a los ceremoniales masivos que revistieron de poder las candidaturas de Mariano Rajoy y Pablo Casado.

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