Es noticia
La amnistía, la amnesia y la maldición nacionalista
  1. España
  2. No es no
Rubén Amón

No es no

Por

La amnistía, la amnesia y la maldición nacionalista

La proliferación de lenguas y dialectos en el Congreso no obedece a la fertilidad cultural, sino a un estado de confusión y de chantaje soberanista cuya peor expresión es el pacto cavernario de Sánchez y Puigdemont

Foto: Puigdemont, en un acto en Bruselas. (EFE/Olivier Hoslet)
Puigdemont, en un acto en Bruselas. (EFE/Olivier Hoslet)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

La maldición del nacionalismo consiste en intoxicar la convivencia desde sus presupuestos excluyentes, desde sus mitos fundacionales y desde sus discursos supremacistas. Por eso, la imposición de las lenguas cooficiales y de las variantes dialectales en el Parlamento no responde a un ejercicio de pluralidad ni de riqueza cultural, sino al propósito de inducir la confusión y el desentendimiento. Se trata de describir el castellano —el español universal— como el idioma inequívoco del Estado opresor, aunque no tuvieron otra alternativa que utilizarlo Carles Puigdemont y Yolanda Díaz en la obscena cita de Bruselas. Lo confirmaba en el programa de Alsina (Más de uno) Jaume Asens, testigo privilegiado de la capitulación. El catalán y la gallega hablaron en español universal —en castellano— conscientes del ridículo que supondría hacerlo en sus respectivos idiomas maternos. Prefirieron entenderse, comprenderse, sin equívocos ni lugar a los problemas de traducción o a las incomodidades que implica el pinganillo.

La idea de generalizarlos en el Congreso como presunta expresión de la fertilidad lingüística y de la exuberancia territorial no reviste otro objetivo que provocar el malentendido y fomentar las desconexiones a expensas de la idiosincrasia misma de un Parlamento y de su raíz etimológica.

Foto: Imagen de archivo de la Diada en Barcelona. (Reuters/Albert Gea)

Los diputados acuden a la carrera de San Jerónimo para buscar el entendimiento, no para forzar la colisión de las identidades. Existiendo el privilegio de una lengua común, resulta extravagante y estrafalario que las señorías accedan a la tribuna dispuestas a que… no se les comprenda. O para que el uso del euskera, del gallego o del catalán se convierta en una prolongación orgánica de las respectivas expectativas independentistas.

Tiene sentido evocar el caso bíblico de Babel. Y las razones por las que Yavé condenó a los humanos a la discordia. Hablaban unos y otros la misma lengua, pero la pretensión de construir una torre cuya altura desafiaba el principio de la jerarquía celestial fue castigada con la maldición lingüística.

Palabra de Dios en el texto inaugural del Génesis: "He aquí que todos forman un solo pueblo y todos hablan una misma lengua; siendo este el principio de sus empresas, nada les impedirá que lleven a cabo todo lo que se propongan. Pues bien, descendamos y allí mismo confundamos su lenguaje, de modo que no se entiendan los unos con los otros".

Foto: Detalle de una toga. Opinión
TE PUEDE INTERESAR
Embarrar la toga para "pacificar Cataluña"
Pilar Gómez

Los partidos independentistas no persiguen otro objetivo que la confusión en la Cámara Baja, de tal manera que la mezcolanza de idiomas, la proliferación de taquígrafas y la plantilla de traductores predisponen un escenario de caos premeditado, a expensas del consenso o de la concordia.

El sabotaje contradice la pedagogía voluntarista con que Sánchez pretende convencernos de que lidera un proyecto de investidura progresista. El nacionalismo se define e identifica en el arcaísmo, en el discurso de la exclusión, en la depravación supremacista, en el conservadurismo.

Otra cuestión es la demagogia libertaria de los pueblos perseguidos, aunque sean ERC y Bildu las franquicias genuinas de la extorsión y aunque no haya manera de encajar a Junts en las fronteras elementales de la izquierda.

Foto: Carles Puigdemont en el Parlamento europeo en Bruselas. (EFE/EPA/Oliver Matthys)

Se explica así mejor el grado de humillación y de sumisión con que Pedro Sánchez acepta convertirse en el rehén de Carles Puigdemont. La alianza parlamentaria entre ambos es una aberración contra natura que transforma en víctima al victimario y que socava la reputación del Estado de derecho y de la democracia con la profanación instrumental de la amnistía.

Hay una estrecha relación etimológica entre amnistía y amnesia. También la hay conceptual y estratégica en la red neuronal de Sánchez, cuyas necesidades de supervivencia y expectativas particulares degradan su misión política a la crispación y desquiciamiento de la nación que gobierna.

Las lenguas son una riqueza. Y los dialectos. Tiene sentido exponerlas y exponerlos en la cámara de representación de los ciudadanos, pero la motivación que alienta semejante iniciativa no reside en la pluralidad ni en la riqueza simbólica, sino en la fórmula confusional que impuso Yavé.

La maldición del nacionalismo consiste en intoxicar la convivencia desde sus presupuestos excluyentes, desde sus mitos fundacionales y desde sus discursos supremacistas. Por eso, la imposición de las lenguas cooficiales y de las variantes dialectales en el Parlamento no responde a un ejercicio de pluralidad ni de riqueza cultural, sino al propósito de inducir la confusión y el desentendimiento. Se trata de describir el castellano —el español universal— como el idioma inequívoco del Estado opresor, aunque no tuvieron otra alternativa que utilizarlo Carles Puigdemont y Yolanda Díaz en la obscena cita de Bruselas. Lo confirmaba en el programa de Alsina (Más de uno) Jaume Asens, testigo privilegiado de la capitulación. El catalán y la gallega hablaron en español universal —en castellano— conscientes del ridículo que supondría hacerlo en sus respectivos idiomas maternos. Prefirieron entenderse, comprenderse, sin equívocos ni lugar a los problemas de traducción o a las incomodidades que implica el pinganillo.

Carles Puigdemont
El redactor recomienda