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Tres series para entender el eterno conflicto de Israel y Palestina
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Rubén Amón

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Tres series para entender el eterno conflicto de Israel y Palestina

Tel-Aviv se ha convertido en una potencia audiovisual y en la prueba de un espíritu crítico que rebasa los clichés y el maniqueísmo en los ejemplos de 'Our Boys' o 'Fauda'

Foto: Tropas israelíes cerca del Líbano. (EFE/Atef Safadi)
Tropas israelíes cerca del Líbano. (EFE/Atef Safadi)
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Israel se ha convertido en una potencia audiovisual cuyas ideas están en la vanguardia de la producción internacionalThe Affaire, Thirst, The Spy—, aunque reviste más interés el espíritu crítico con que las principales series de referencia analizan implícita o explícitamente la vecindad con Palestina y las crisis de convivencia que se han exacerbado ahora en el conflicto de Gaza.

Es la razón por la que algunas de ellas se han convertido en incómodas e intolerables. No solo en el objetivo de indignación y censura que caracteriza la propaganda de Hamás, sino en la iracundia del sector ortodoxo israelí y en las terminales más críticas de la prensa norteamericana.

'Our Boys'

He aquí la primera producción en que la plataforma HBO confía en la cooperación de un cineasta israelí (Joseph Cedar) y un colega palestino (Tawfik Abu Wael), de tal manera que el resultado necesariamente desprende un esfuerzo pedagógico contra… el maniqueísmo.

Foto: Fotografía: EFE EPA/ Angelo Carconi

Es Hamás protagonista de la guerra de 50 días que se precipitó en Gaza en 2014, aunque la perturbadora serie de HBO se detiene en el docudrama de los antecedentes. O sea, el asesinato de tres jóvenes israelíes en la frontera, y la represalia de un adolescente árabe que fue linchado y quemado después a título ejemplarizante. Protagonizan la venganza tres estudiantes de una yeshivá. Y aparecen desprovistos del sentimiento de culpa o del remordimiento porque subordinan la matanza a la convicción de una misión divina. Puede decirse lo mismo del fanatismo del otro bando. Y del desconcierto que sorprende al padre de la víctima cuando trata de recuperar el cadáver del chico entre la turbamulta: “Ya no es tu hijo, es nuestro mártir”.

El primer ministro Netanyahu trató de boicotear 'Our Boys' y ha terminado por definirla como un ejercicio intolerable de antisemitismo

El primer ministro Netanyahu trató de boicotear Our Boys y ha terminado por definirla como un ejercicio intolerable de antisemitismo. Será porque la serie desnuda el cinismo de la propaganda israelí y la injerencia capilar de los servicios secretos. O porque el retrato del conflicto palestino elude la simplificación de los vencedores y los vencidos. O porque el serial de 10 capítulos expone la convivencia de un laberinto angustioso, emocional, expuesto al sabotaje o a la tiranía de los extremismos.
No, no le ha gustado la serie a Netanyahu. No les ha gustado tampoco a los prebostes de Hamás, cuya ferocidad en el repunte de la guerra que nos ocupa tanto puede contabilizarse en los cohetes lanzados sobre Israel como en las víctimas civiles que Ismail Haniya, el líder del partido, estuvo y está dispuesto a sacrificar, como inductor principal del terrorismo.

'Fauda'

Tan complejos son los matices del laberinto medio-oriental que Fauda (Netflix) cumplió su cuarta temporada después de haber expuesto no ya la dinámica mutante y provisional del agresor o del agredido —Palestina o Israel, Israel o Palestina—, sino las guerras internas del mundo árabe. Empezando por la colisión de la Autoridad Palestina y Hamás en sus respectivas áreas de influencia territorial (Cisjordania y Gaza). Y por el papel incendiario que representa la ramificación chií y pro-iraní de Hezbolá, involucrada en el propósito maximalista de exterminar el Estado de Israel.

Foto: Miles de partidarios propalestinos, durante una manifestación antiisraelí en Teherán. (EFE/Abedin Taherkenareh)

El ímpetu del actor Lior Raz convenció a su amigo Avi Isaacharoff para ofrecer a las televisiones privadas el guion pirotécnico de Fauda y atreverse a contar la intrahistoria de un equipo de operaciones especiales.

Isaacharoff sabía de lo que hablaba, porque había sido corresponsal de defensa en el diario de izquierdas Haaretz. Y porque pensaba que la hipertrofia del género medio-oriental —libros, películas, ensayos, panfletos— necesitaba una perspectiva menos pretenciosa y más caliente, procurando evitar el reparto de honores y condenas. Y recurriendo al carisma de un superhéroe o antihéroe totalmente atípico: calvo, gordo, cabreado, mayorzón. Hablamos del personaje creativo-destructivo de Doron Kabilio. Y del actor que ha sabido construirlo con todos los matices que caracterizan la tetralogía de Fauda. Lior Raz, nacido hace 51 años en un asentamiento judío de Cisjordania, es hijo de sefardíes exiliados en Irak y Argelia. Su padre ejerció de militar. Su madre lo hizo de profesora. Su novia de juventud resultó asesinada en Jerusalén a manos de una terrorista palestina. Y él mismo se alistó en el Ejército de Israel, tanto en las fuerzas regulares como en los equipos antiterroristas y de operaciones especiales.

Es una fabulosa serie israelí que reconstruye la guerra de Yom Kippur no desde la propaganda, sino desde las entrañas

Se explica así mejor la credibilidad que aporta la trama de Fauda. Y el reparto equitativo de victorias y de desgracias, hasta el extremo de que la línea divisoria de la razón y la sinrazón es tan delicada como la que diferencia el derecho de la venganza por los siglos de los siglos.

'Valle de lágrimas'

HBO dispone en su parrilla una fabulosa serie israelí que reconstruye la guerra de Yom Kippur (1973) no desde la propaganda ni desde la grandilocuencia, sino desde las entrañas, la claustrofobia y la angustia de sus protagonistas a bordo de un tanque.

Israelíes y militares, claro, pero caracterizados en los matices de una sociedad muy compleja, tanto por la mezcla de generaciones y de orígenes como por las clases sociales, la tribu originaria y la misión encomendada. Fanáticos y escépticos. Ricos y pobres. Asquenazís y mizrajíes (judíos del Magreb, de Siria, de Irak). Universitarios y obreros. Padres e hijos. Hombres y mujeres, por mucho que estas últimas tuvieran prohibido entonces emplazarse en el frente. Se trataba de protegerlas de las violaciones y de las torturas.

Foto: Carros de combate israelíes Centurión, en los Altos del Golán. (IDF)

La serie de HBO elude cualquier expectativa de apología sionista. Es más, evoca las tensiones de la propia sociedad setentera cuando sobrevino el ataque sorpresa de Egipto. No solo por la repercusión de los movimientos pacifistas. También porque prosperó en aquellos años la réplica israelí de los Panteras Negras americanos. Un movimiento subversivo que denunciaba la segregación racial de las castas desfavorecidas y que el Estado también combatió con medios desproporcionados. Utilizando, por cierto, los recursos de espionaje del Mossad y demoliendo unos cuantos principios democráticos.

Yaron Zilberman figura como el autor de la serie. Y es verdad que no ahorra detalles sobre la ferocidad de las tropas árabes. Y sobre la brutalidad de las torturas que malograron a tantos prisioneros, pero también le concede la voz al sentimiento de un carismático oficial sirio. Y le otorga un monólogo que desmiente el derecho de Israel a colonizar el territorio sagrado y a defenderlo como sea en nombre de un ejército que aloja dentro de sí un Estado, una misión y una expiación.

Israel se ha convertido en una potencia audiovisual cuyas ideas están en la vanguardia de la producción internacionalThe Affaire, Thirst, The Spy—, aunque reviste más interés el espíritu crítico con que las principales series de referencia analizan implícita o explícitamente la vecindad con Palestina y las crisis de convivencia que se han exacerbado ahora en el conflicto de Gaza.

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