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¿Qué es la fachosfera?
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Rubén Amón

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¿Qué es la fachosfera?

Sánchez se construye un artefacto propagandístico y una coartada mediática para conservar la inmunidad y la impunidad de sus mayores aberraciones políticas, incluida la última definición a medida de terrorismo

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Archivo/Kiko Huesca)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Archivo/Kiko Huesca)
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La propaganda sanchista y los mejores costaleros del patrón monclovense han construido un neologismo para caricaturizar el movimiento opositor en los límites difusos de la fachosfera. Difusos quiere decir que la categoría despectiva concierne a cualquier posición discrepante del oficialismo, incluso cuando se trata de recordarle a Pedro Sánchez sus propias y recientes opiniones sobre la amnistía, los pactos con Bildu, el supremacismo de Junts o la recentísima definición a medida del terrorismo.

No se entiende la purga de Savater en El País sin haberlo etiquetado previamente como un fachosférico ni se explica la batalla iconoclasta que la progresía libra contra Felipe González en sus connotaciones jurásicas.

La fachosfera funciona como una fabulosa simplificación y como la expresión semántica y conceptual de la polarización. Sánchez no se limitó a inaugurar la legislatura entre tahúres y prestamistas. Lo que hizo fue levantar un muro que separaba el bien del mal. No ya colocando al PP y a Vox en el hedor y el fango, sino degradando a los votantes que los representan, como si la fachosfera delimitara el antagonismo y la superficie de Mordor.

La fachosfera es la coartada que utiliza Sánchez para garantizarse la inmunidad política y el blindaje de sus aberraciones. Cualquiera es legítima y válida si la refutan sus enemigos. Incluso cuando las señales de alerta de la fachosfera atañen a la enmienda que Junts y ERC han impuesto para sustraerse a un eventual delito de terrorismo. Son ellos quienes han acuñado el terrorismo light, el terrorismo respetuoso, el terrorismo sin querer, el microterrorismo y todas las fórmulas indulgentes cuya siniestra amplitud conceptual protege a los artífices de las mayores barbaridades.

Foto: Carles Puigdemont, en una sesión del Parlamento Europeo. (EFE/EPA/Ronald Wittek)

La fachosfera son los otros, para entendernos, aunque llaman la atención las propiedades retráctiles y contráctiles del territorio. Cambia de aspecto y de tamaño precisamente porque la naturaleza provisional y mercurial del sanchismo modifica a brochazos la identidad del adversario. Los mismos socialistas que se avergonzaban de la amnistía la han aclamado como una genialidad. Y se han puesto a salvo de etiquetarse como fachosféricos, igual que sucede a los camaradas de Sánchez que velaban por la línea roja del terrorismo. Una vez vulnerada y pisoteada, urge distanciarse de la memoria y del compromiso. Y atribuir a la fachosfera toda la energía negativa que se opone al progreso de la sociedad.

Colaboran en la simplificación del antagonismo los argumentos folclóricos con que el sanchismo generaliza la ferocidad del monstruo opositor. Se le reviste de las excentricidades de Vox, se le identifica con el linchamiento del cabezudo en Ferraz, se le relaciona con el oscurantismo confesional y se amalgaman los medios hostiles como si representaran una conspiración.

Nada ni nadie encajaría mejor en la fachosfera que la idiosincrasia retrógrada de Junts y Puigdemont, pero los exégetas y propagandistas del sanchismo condescienden con el supremacismo, el neoliberalismo y la xenofobia cuando prevalece el objetivo absoluto de conservar la mayoría.

Quiere decirse que el propósito mesiánico de garantizar el progreso se consigue curiosamente pactando con partidos reaccionarios, más o menos como si un barco de vela cuyo capitán hace apología del viento y del medio ambiente recurriera al queroseno para avanzar en sus travesías.

Quiere decirse que el propósito mesiánico de garantizar el progreso se consigue curiosamente pactando con partidos reaccionarios

Escandaliza la corrupción del sanchismo. No porque haya incurrido en los delitos clásicos de la financiación ilegal, del cohecho, del soborno, del tráfico de influencias, sino por la degradación de la palabra, la profanación de la vida institucional, los ataques feroces a la Justicia, la depravación ideológica, la sumisión a los partidos que más deterioran la convivencia a cuenta de los privilegios territoriales y de las leyes a medida.

Semejante toxicidad necesita la búsqueda de un antídoto megalómano que la justifique. La fachosfera protege la inmunidad de Sánchez precisamente porque los aliados y los voceros del sanchismo la convocan cada vez que se ha producido una aberración. Es preferible alimentarse de sapos que permitir el gobierno de los otros, por mucho que la defensa de la Moncloa esté malogrando la dignidad de la democracia y del Estado de derecho.

La propaganda sanchista y los mejores costaleros del patrón monclovense han construido un neologismo para caricaturizar el movimiento opositor en los límites difusos de la fachosfera. Difusos quiere decir que la categoría despectiva concierne a cualquier posición discrepante del oficialismo, incluso cuando se trata de recordarle a Pedro Sánchez sus propias y recientes opiniones sobre la amnistía, los pactos con Bildu, el supremacismo de Junts o la recentísima definición a medida del terrorismo.

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