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Sánchez contra la prensa: "¿Por qué no os calláis?"
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Rubén Amón

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Sánchez contra la prensa: "¿Por qué no os calláis?"

El presidente del Gobierno radicaliza su hostigamiento contra los medios críticos desde una ferocidad y una estrategia incompatibles con la salubridad de una democracia, ya que hablamos de fango

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ante los medios. (Reuters/Violeta Santos Moura)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ante los medios. (Reuters/Violeta Santos Moura)
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"Esto no va a volver a pasarnos". Tiene sentido mencionar ahora el comentario que un primer espada de Moncloa le hizo al CEO de un poderoso grupo mediático después del 23-J. Se refería al suspense de las últimas elecciones generales, a los aprietos de la investidura de Sánchez, a la beligerancia de la prensa hostil. Por esas mismas razones -o por este último motivo-, el presidente del Gobierno predispuso una estrategia de presión y de mordaza que aspiraba a represaliar a la oposición mediática.

“Esto no va a volver a pasarnos”. La amenaza se propagaba antes de haber trascendido el caso Begoña y del 'affaire' Koldo, respondía preventivamente a una campaña de intimidación que se ha multiplicado después de las exclusivas dadas a conocer por El Confidencial.

Y es entonces cuando el presidente del Gobierno ha radicalizado la operación mordaza. La manera de encubrirla consiste en la prosodia de la “regeneración”, pero el mecanismo de purga aprovecha la amalgama de los medios indignos con los dignos -la mentira de la verdad- para desquitarse de la fiscalización y el escrutinio, como si la idea o la fantasía de una persecución pudiera desdibujar los escándalos que le acechan.

La máquina del fango aloja la gran estrategia de escarmiento. Y delimita una pestilente abstracción que Sánchez utiliza para sustraerse al caso Begoña, como si las sombras del tráfico de influencias y la degradación ética de la Moncloa respondieran a una atroz falsificación de la fachosfera.

La máquina del fango aloja la estrategia de escarmiento y delimita una abstracción que utiliza para sustraerse al caso Begoña

Sánchez y sus rapsodas eluden referirse a unos medios específicamente porque resulta más sencillo amontonarlos con los pseudomedios. Alvise y los satélites mediáticos de la ultraderecha funcionan como trampantojo y maniobra disuasoria de las informaciones contrastadas que ha publicado El Confidencial y que le obligan a responder fuera de la trinchera victimista.

Dispone de grandes poderes el líder socialista para definir su represalia. La primera radica en el reparto de las campañas publicitarias del Estado, discriminando a unos medios y otros en función de la mansedumbre y de la afinidad. La segunda consiste en sensibilizar a las grandes compañías privadas con el discurso de la prensa nociva y antipatriótica. Y debilitar a los medios críticos-serios aplicándoles un tratamiento de inanición.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Eduardo Parra) Opinión
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El tercer procedimiento obedece a la relación orgánica y privilegiada con la prensa afín. Sánchez concede entrevistas a los periodistas que mejor lo homenajean. Y abastece de información exclusiva a los periódicos, emisoras y televisiones que se han incorporado a la misión de frenar la ultraderecha.

El cuarto camino responde al señalamiento y hostigamiento de profesionales. Nombres, personalidades concretas. Que si Motos. Que si Vicente Vallés. Que si Alsina. Que si Zarzalejos. Se pone cara y firma a un problema. Y se persigue que la presión obtenga resultados ejemplares.

El planteamiento debería escandalizar a la prensa y estimular la respuesta de las precarias asociaciones o “sindicatos”, pero la precariedad de los medios y la comodidad que implica sobrevivir con viento a favor malogran la posibilidad de cualquier reacción corporativa o del menor estado de consternación. Se trata de acomodarse al sistema, al régimen.

Foto: Sánchez, en un acto del PSC en la campaña catalana. (EFE/Quique García

Y no se detiene el sanchismo en la ferocidad de sus intenciones. Los correos y mensajes de la investigación policial y judicial acreditan una estrategia de querellas y de obstrucción en los tribunales que pretende deslegitimar la verosimilitud de las informaciones y caricaturizar a la Justicia como un instrumento sesgado al servicio de la máquina del fango.

Pedro Sánchez no soporta los contrapoderes. No acepta los mecanismos de control ni los espacios de contraste. No concibe que se le puedan resistir los jueces, los medios informativos, ni las instituciones del Estado que velan por la transparencia. Y no es cuestión de atribuir a la prensa el lugar central del debate, sino de plantear que los medios informativos homologados y homologables funcionan como indicadores de la salubridad de una democracia. Sánchez se ha propuesto profanarla convirtiendo el “caso Begoña” en una cuestión personal. Antepone las obligaciones con la nación a las necesidades particulares. Y persevera en una campaña de hostigamiento que secundan los medios leales y que le condujo al extremo de amagar con marcharse de la Moncloa. Aquella epístola recogía los principios de la extorsión que ahora ejerce el presidente del Gobierno. El fango es la coartada, el pretexto de un retorcimiento que disloca la regeneración democrática en la degeneración democrática.

¿Por qué no te callas?”, le espetó el rey Juan Carlos a Hugo Chávez para recriminarle su comportamiento altisonante en la Cumbre Iberoamericana de Chile. Y no es cuestión de establecer analogías estrafalarias, sino de significar hasta qué punto y hasta qué extremo Pedro Sánchez pretende utilizar el silenciador para aguantar unos meses más en la Moncloa.

"Esto no va a volver a pasarnos". Tiene sentido mencionar ahora el comentario que un primer espada de Moncloa le hizo al CEO de un poderoso grupo mediático después del 23-J. Se refería al suspense de las últimas elecciones generales, a los aprietos de la investidura de Sánchez, a la beligerancia de la prensa hostil. Por esas mismas razones -o por este último motivo-, el presidente del Gobierno predispuso una estrategia de presión y de mordaza que aspiraba a represaliar a la oposición mediática.

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