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España es para Sánchez un parque temático
La crisis institucional y la discriminación de territorios y ciudadanos descoyuntan la noción del Estado como contrapartida al chantaje soberanista, aunque la gran esperanza de la patria es ahora una comunidad virtual…
La idea de crear una decimoctava comunidad autónoma (virtual) para simplificar la burocracia (¿?) me parece una genialidad kafkiana que permitiría a Sánchez convertirla en un parque temático llamado España. Me sugirió la idea un tuit del compañero Daniel Gascón. Ahora que Sánchez desfigura el concepto de la nación por las deudas contraídas con el soberanismo, se inaugura al mismo un territorio de fantasía donde podrían preservarse la idiosincrasia, las costumbres, el folclore locales.
La decimoctava comunidad carece de fronteras y de orografía. No tiene población. Y serviría para gestionar licencias y permisos a beneficio de las otras comunidades. La ha propuesto el ministro Carlos Cuerpo. Y ha insistido en su naturaleza evanescente, pero resulta fascinante imaginar que una comunidad fantasma se convierta en la verdadera España.
Sobre todo porque la España verdadera está expuesta a una implosión temporizada. Ya se ha ocupado Sánchez de improvisar un modelo plurinacional cuyo origen no se justifica en la convicción ni en la descentralización, sino en los requisitos de privilegio que le imponen los aliados independentistas. Tiene que pagar Sánchez el precio de la investidura de Illa. Y debe cumplir con otras discriminaciones territoriales para sacar adelante la legislatura. Se lo recuerda Puigdemont con la extorsión de los siete diputados, esgrimiendo la letra y el espíritu del pacto mefistofélico que Santos Cerdán firmó en Ginebra con la sangre del PSOE.
Fue Patxi López quien preguntó a Pedro Sánchez en un debate televisado qué era para él España. Le disputaba entonces el exlehendakari la secretaría general. Y completaba la terna la favoritísima Susana Díaz. Y no es que Sánchez ofreciera una respuesta convincente, bien por ignorancia, o bien porque ya estaba configurándose —y desfigurándose— una noción del estado provisional, flexible y gaseosa. España es para Sánchez un camino de supervivencia política. Tanto le vale socavar las instituciones que la vertebran como jibarizarla al antojo de sus compadres soberanistas.
La irresponsabilidad del presidente del Gobierno ha desquiciado la convivencia a expensas del principio de equidad y de justicia. Hay comunidades y ciudadanos con más derechos y privilegios. Hay territorios históricos donde el código penal y Hacienda operan de otra manera. Se lo va a tener que explicar el patriarca socialista a los presidentes autonómicos llamados a consultas estos días. Y no solo cuando comparezcan en Moncloa los enemigos del PP, sino cuando lo hagan los barones del PSOE que padecen el criterio discriminatorio y que se han atrevido a denunciar la coacción insaciable de los soberanistas.
Una vez descoyuntada la idea de la patria y de la nación por razones personales, resulta extraordinario que se formalice una nueva comunidad —la decimoctava— para aligerar la burocracia de las otras. Y siendo inasible y etérea, podríamos aprovechar este ingenio político para transformar el nuevo artefacto conceptual y administrativo en la verdadera España.
Tiene sentido mencionar y evocar una novela de Julian Barnes (Inglaterra, Inglaterra), cuyo protagonista es un magnate, Jack Pitman, seducido por la idea de reunir o simplificar toda la patria en los extremos de una isla con forma de diamante. Y no solo haciendo inventario de los monumentos emblemáticos. También incorporando aspectos sociológicos, como la frigidez sentimental, el dandysmo o el complejo de superioridad.
La decimoctava comunidad representa la oportunidad de sustituir España por una copia virtual. Y entonces deberíamos incorporar al parque temático la iconografía de una rotonda, y una puerta giratoria, monumentos nacionales mucho más emblemáticos que la Giralda. Y fundaríamos un lupanar de carretera. Y añadiríamos los rasgos de nuestro carácter, la solidaridad, de acuerdo, pero también la envidia y el cainismo y la picaresca.
Julian Barnes termina su novela declarando la independencia de la Inglaterra falsa. Y es verdad que la decimoctava comunidad todavía no se ha fundado ni formalizado, pero a la España original no la reconoce ni la madre que la parió, como decía Alfonso Guerra por razones bien distintas.
La idea de crear una decimoctava comunidad autónoma (virtual) para simplificar la burocracia (¿?) me parece una genialidad kafkiana que permitiría a Sánchez convertirla en un parque temático llamado España. Me sugirió la idea un tuit del compañero Daniel Gascón. Ahora que Sánchez desfigura el concepto de la nación por las deudas contraídas con el soberanismo, se inaugura al mismo un territorio de fantasía donde podrían preservarse la idiosincrasia, las costumbres, el folclore locales.
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