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Por qué Vox sube en las encuestas… pese a Abascal
La pujanza de la ultraderecha podría ser aún más fuerte de haber un liderazgo competente, aunque crece gracias a los balones de oxígeno que le proporcionan Sánchez, Feijóo y Trump
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Parece haber llamado la atención en la opinión publicada la vitalidad demoscópica de Vox pese a las crisis internas y la negligencia de su clase dirigente, más o menos como si la ultraderecha se condujera a sí misma con el piloto automático y la inercia reaccionaria del electorado.
Y es posible que se haya producido una disociación entre la gestión del partido y la sensibilidad popular, aunque también podría decirse o sospecharse que Vox estaría todavía (mucho) más fuerte en el termómetro electoral de haber encontrado un liderazgo sólido y competente.
Abascal ralentiza la proyección política de su criatura, hasta el extremo de que la remontada de Vox en las encuestas -un 14%- bien puede atribuirse a la “conspiración” favorable que han urdido Sánchez, Feijóo, Trump y Alvise como si fueran una parodia posmoderna de los jinetes del Apocalipsis.
Corresponde a Pedro Sánchez la iniciativa irresponsable de haber resucitado a Franco para reanimar la iracundia de las huestes ultraderechistas; corresponde al PP expiar la gestión catastrófica de la dana y las alianzas siniestras urdidas con Junts; corresponde al regreso de Donald Trump haber puesto en órbita en el planeta el populismo supremacista; corresponde a Alvise Pérez haber saboteado el movimiento disidente que alcanzó cerca de un millón de votos en las últimas elecciones europeas.
El contexto y los méritos ajenos han devuelto a Vox la notoriedad que había perdido. Y no es que los votantes confíen en el criterio
El contexto político y los méritos ajenos han devuelto a Vox la notoriedad que había perdido. Y no es que los votantes confíen en el criterio errabundo de Abascal, pero los recelos al bipartidismo -PP-PSOE- y la corriente trumpista estimulan la reacción a las opciones radicales y transgresoras. No se vota siempre lo que a uno gusta. Se vota a las opciones disponibles. Y resulta que Vox todavía conserva una idiosincrasia contra-cultural.
De hecho, una de las iniciativas más insólitas que se le pueden reconocer a Santi Abascal consiste en haber evacuado a Vox de la gestión política. Se había integrado el partido en las convenciones y prosaísmo de la actividad autonómica, pero el riesgo de terminar absorbido por el PP se añadía al problema de credibilidad electoral que revestía someterse al sistema.
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Por esa misma razón conviene a la reputación rebelde del “movimiento” que los populares y los socialistas se hayan puesto de acuerdo en la mesa del Congreso para dejar fuera a Vox de la Junta Electoral Central.
Puede así Abascal aludir al complot de los partidos elefantiásicos. Y demostrar a su electorado que el PP y el PSOE representan los peores vicios de la política nacional y todas las peculiaridades endogámicas de la casta.
Los argumentos del patrón ultra tendrían mayor verosimilitud si no fuera porque él mismo ha desmentido las promesas de la regeneración
Los argumentos del patrón ultra tendrían mayor verosimilitud si no fuera porque él mismo ha desmentido las promesas de la regeneración. La nueva política -Rivera, Iglesias- ha abjurado de la transparencia y de la democracia interna al precio de excitar los hiperliderazgos. Vox funciona con los resortes de un modelo cesarista que ha despeñado los recursos más valiosos -Espinosa de los Monteros, Macarena Olona…- en beneficio del fanatismo patriotero y confesional. Ni siquiera se percibe un atisbo de energía liberal. Prevalecen los clichés euroescépticos y el oscurantismo cultural, aunque Abascal se jacta de haber resucitado a Vox sin percatarse de que representa el principal obstáculo. La paradoja tanto refleja una buena noticia para la convivencia como representa un problema a la gestión del PP.
Le había venido muy bien a Feijóo que Abascal rompiera los pactos autonómicos. Y parecía que Vox retrocedía en el ánimo de los votantes a cuenta del folclorismo y la holgazanería, pero el presidente del PP no ha aprovechado la oportunidad de identificarse como antídoto privilegiado al sanchismo ni ha neutralizado la sombra de Abascal. Ya se ocupa Sánchez de proyectarla como si fuera la del Mago de Oz.
Parece haber llamado la atención en la opinión publicada la vitalidad demoscópica de Vox pese a las crisis internas y la negligencia de su clase dirigente, más o menos como si la ultraderecha se condujera a sí misma con el piloto automático y la inercia reaccionaria del electorado.