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Josep Martí Blanch

Pesca de arrastre

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Gerard Piqué y la envidia de Madrid

El señor Piqué es un hombre rico y, como tal, tiene en Madrid el paraíso particular que la ciudad y la comunidad sirven en bandeja a los de tal condición

Foto: Gerard Piqué presenta la primera edición sostenible de la Copa Davis. (EFE/JJ Guillén)
Gerard Piqué presenta la primera edición sostenible de la Copa Davis. (EFE/JJ Guillén)

Envidia sana de Madrid, dijo alto y claro el central del Barça Gerard Piqué en el acto de presentación de una nueva edición de la Copa Davis, que organiza su empresa. Para añadir que ojalá Barcelona estuviera al nivel de la capital de España, porque últimamente las cosas le cuestan más a la ciudad de la alcaldesa Ada Colau.

Había que encontrar la explicación rápida y sencilla para justificar tal herejía por parte de un jugador que nunca ha escondido sus simpatías soberanistas. ¡Anatema! ¿Tú también nos abandonas, Piqué? ¿Tú también prefieres Madrid? La explicación sencilla no tardó en llegar a los ambientes. A fin de cuentas, el señor Piqué es un hombre rico y, como tal, tiene en Madrid el paraíso particular que la ciudad y la comunidad sirven en bandeja a los de tal condición.

Foto: Isabel Díaz Ayuso en la rueda de prensa. (Comunidad de Madrid)

Si tu cuenta corriente no tiene fondo, vente pa Madrid. Y claro, como Piqué lo es, será por eso por lo que anda echando piropos sin contención por el foro madrileño. Porque la ciudad —y por extensión la comunidad— le ayuda en sus negocios y le empuja a hacerse todavía más rico de lo que ya es. De ahí al discurso sobre Madrid drenando los recursos de España entera, poniendo alfombra roja al dinero y vendiendo una comunidad entera a los ricachones que andan todo el día sentados sobre las espaldas de la desigualdad, el trecho ya es corto. Solo faltaba que Ayuso volviese a estar presente en los papeles con la enésima noticia sobre la bajada de impuestos. Efectivamente, Piqué ha dicho lo que ha dicho porque es pudiente. Más argumentos para abonar la tesis literaria más que política de que Madrid ha tomado el relevo de Cataluña con un 'procés' muy particular. Cataluña quería irse de España, pero en realidad quien se va es Madrid, con su política insolidaria con el resto de las comunidades y con su aspiración de convertirse en el único vergel económico en medio de un desierto llamado España.

El contrapunto a Gerard Piqué lo protagonizó el líder de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián, en el debate de las enmiendas a la totalidad sobre presupuestos. Lo de siempre, ya oído, sobre las debilidades del Gobierno de Sánchez, su falta de ambición, su cobardía. Y sobre todo —que no falte— que el apoyo a los presupuestos dependerá muy particularmente de que el Gobierno se atreva a hacer entrar en cintura a Madrid, ese chiringuito financiero de los pudientes, el agujero negro de España por el que se evapora cualquier posibilidad de construir un mundo mejor, la cueva del fascismo —¡qué barata va la palabra en según qué bocas!— donde nacen y crecen los orcos que acabarán demoliendo la democracia. No puede dejarse pasar por alto la paradoja: Rufián decía en 2015 que iba al Congreso, pero que dejaría su escaño en 18 meses para regresar a la república catalana. Seis años después, su aspiración es que el Gobierno de Pedro Sánchez decrete por la vía militar una armonización fiscal que elimine la corresponsabilidad fiscal de las autonomías y cercene su capacidad de impulsar políticas impositivas propias (dentro del pequeño margen con que cuentan) en función del proyecto ideológico que se imponga en las urnas en cada territorio.

Las dos visiones sobre Madrid, la envidia de Piqué, la demonización de Rufián, demuestran hasta qué punto una parte del debate periférico —particularmente en Cataluña— gira alrededor de la agenda madrileña, que hace tiempo que sustituyó a la catalana en interés por parte de la opinión pública. El ejemplo más visible, por el nivel de contradicción que entraña, es el que pone encima de la mesa el soberanismo, que tras dejar de correr tras el señuelo de la independencia exprés, fija ahora parte de su agenda en el objetivo de conseguir que alguien embride a la Comunidad de Madrid.

En realidad, sucede que a Madrid ahora mismo quienes la envidian, en palabras de Piqué, lo hacen porque tienen la impresión de que la ciudad y la comunidad saben a lo que juegan y, recientemente confrontados en las urnas los diversos proyectos políticos que se ofertaban a los madrileños, el ganador despliega su ideología en forma de decisiones y enseña el camino sin complejos.

Las dos visiones sobre Madrid demuestran hasta qué punto una parte del debate periférico gira alrededor de la agenda madrileña

Por el contrario, en Cataluña la impresión es que, superada hace ya tiempo la fase álgida del proceso, no hay más proyecto que el de ir ganando tiempo sin saber exactamente a qué se quiere jugar ni adónde se quiere ir. Esto, por lo que se refiere al ámbito autonómico. En lo que atañe al terreno municipal, Barcelona está en plena fase de quiebra de la confianza ciudadana respecto al proyecto de Ada Colau y la ciudad anda instalada en una especie de compás de espera, entre un proyecto que ya no da más de sí y la desesperanza de no adivinar una alternativa que sea capaz de galvanizar energía en favor de un nuevo sueño colectivo para la capital catalana.

Si la política es narrativa, que lo es en buena medida, los guionistas de Madrid van ganando por goleada. Monopolizan cada vez más la conversación y consiguen que los demás sientan la necesidad de posicionarse a favor o en contra del menú político que allí se oferta.

Foto: Viviendas en Barcelona. (Joan Mateu Parra)

Estaría bien alcanzar a responder por qué hoy en Cataluña cada vez son más los que consideran que Madrid es una capital abrazada a la 'joie de vivre' y Barcelona un lugar cada vez más apagado y entristecido. Ojo, no decimos que esto sea así. Pero sí decimos que al menos esta percepción va ganando adeptos a diario.

Si le preguntan a Rufián, les responderá que la fiesta de Madrid la pagamos los demás y que eso es lo que lo explica todo. Si le preguntan a Piqué, quizá la respuesta sería que a quienes mandan en Barcelona y Cataluña no les gustan demasiado las fiestas. O peor aún, que no saben muy bien todavía qué tipo de fiesta aspiran a organizar. Y quien dice fiesta, dice proyecto político.

Envidia sana de Madrid, dijo alto y claro el central del Barça Gerard Piqué en el acto de presentación de una nueva edición de la Copa Davis, que organiza su empresa. Para añadir que ojalá Barcelona estuviera al nivel de la capital de España, porque últimamente las cosas le cuestan más a la ciudad de la alcaldesa Ada Colau.

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