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Josep Martí Blanch

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Marine Le Pen es una traidora

Teniendo alguien más a la derecha, Marine Le Pen queda automáticamente centrada —aunque solo formalmente— y pasa a convertirse en alguien a quien poder votar sin avergonzarse

Foto: Marine Le Pen. (Reuters/Archivo/Sarah Meyssonnie)
Marine Le Pen. (Reuters/Archivo/Sarah Meyssonnie)
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Marine Le Pen es una traidora. No merece el voto de los patriotas. Ha decidido abandonar los valores que daban sentido a su proyecto político. A ver si Zemmour se atreve más adelante a dar el paso y se acaba presentando. Ese sí que tiene claro lo que hay que hacer para que Francia siga siendo francesa”. Quien así hablaba a finales de 2020 era un militar francés de familia numerosa y valores tradicionalistas que pasaba sus vacaciones en Barcelona. Fue la primera vez que escuché hablar de Zemmour como posible aspirante al Elíseo y también la primera ocasión en la que escuchaba a un votante de Le Pen decir que se había convertido en una centrista remilgada. Efectivamente, el militar era muy muy de derechas. Pero dijo cosas que merecían escucharse y que sirven para entender lo que pasa hoy en Francia en vísperas de sus presidenciales.

Recupero la anécdota personal porque estos días abundan los análisis que tratan de explicar el crecimiento de Marine Le Pen en las encuestas cuando hace tan solo unos meses se la daba por muerta. En estos momentos, no solo se da casi por seguro su pase a la segunda vuelta, sino que algunos estudios demoscópicos creíbles y confiables aseguran que puede disputarle el triunfo a Emmanuel Macron en la votación definitiva.

Foto: Marine Le Pen, en la Asamblea Nacional francesa. (Reuters)

La mayoría de los textos que se publican dan por buena la tesis de que la candidatura de Zemmour ha blanqueado definitivamente a Le Pen, permitiendo de este modo que puedan incorporarse a su bolsa de votantes ciudadanos que han dejado de considerarla como un peligro ultraderechista, papel que ha asumido con gusto y entusiasmo el primero con su plataforma electoral Reconquete.

Según este punto de vista, Le Pen representa lo que siempre ha representado el lepenismo. Solo que, teniendo alguien más a la derecha, ella queda automáticamente centrada —aunque solo formalmente— y pasa a convertirse en alguien a quien poder votar sin avergonzarse.

Siendo en parte cierto, este análisis resulta simplista en 2022 para aproximarse a lo que es a fecha de hoy y quiere representar el lepenismo. Marine Le Pen lleva años trabajando para matizar su formación política y alejarla de las posiciones ultramontanas del pasado, centradas únicamente en la demonización de la inmigración como único eje de actuación política (lo que hoy representa efectivamente Zemmour).

Foto: El presidente francés, Emmanuel Macron, en una imagen de archivo. (Getty/Leon Neal)

La operación de cambio de nombre de su partido en 2018 —de Frente Nacional a Agrupación Nacional— supuso la aceleración de esa mutación. Le Pen decidió, por explicarlo gráficamente, perder algunos votos en la ultraconservadora región de La Vendée para abrazar un nacionalpopulismo de matriz más económica que le abriera las puertas de votantes de otro perfil. No se abandonaba el patriotismo exacerbado de la gran Francia, pero se matizaban cuestiones como el discurso islamofóbico, pasando a apuntar de manera general a la necesidad de más seguridad y no asimilando directamente al musulmán con el delincuente. Al tiempo también se introducían modificaciones para bajar ligeramente los decibelios antieuropeos.

Hoy, fuera de Francia, la tendencia es obviar estos matices cuando se analiza el lepenismo del presente. Y se sigue identificándolo con la matriz de sus orígenes. Pero con la lupa suficientemente cerca puede observarse claramente que Agrupación Nacional tiene hoy en día más puntos en común con el estilo y el fondo del proyecto que encabeza Boris Johnson en el Reino Unido, por poner un ejemplo, que no con lo que comúnmente se identifica con la ultraderecha en el sentido más académico del término.

Foto: Valérie Pécresse. (Reuters/Benoit Tessier)

Estamos ante un proyecto nacionalpopulista que atrae tanto a los trabajadores urbanos —la izquierda desaparece de estas presidenciales—, la gente del campo y también a las clases medias amenazadas por un ascensor averiado que solo viaja en dirección descendente. Zemmour ha ayudado a acabar el trabajo con su presencia en esta carrera electoral, cierto; pero quien vea hoy a Reagrupación Nacional con los mismos ojos que miraba al Frente Nacional se ha perdido la lección entera.

El macronismo sigue siendo favorito. El sistema de doble vuelta complica las aspiraciones del lepenismo, puesto que permite el reagrupamiento del voto en segunda vuelta hacia la opción menos mala. Pero, si en 2017, en segunda vuelta, Macron dobló en votos a Le Pen (66,1% a 33,9%), en estos momentos algunas encuestas sitúan esa diferencia, caso de competir nuevamente en segunda vuelta, en un ajustado 53,5% a 46,5%, respectivamente. Hace 20 años, cuando el primer Le Pen, Jean Marie, se batió sorpresivamente en segunda vuelta contra la derecha convencional de François Chirac, la diferencia fue de un 82,21% a un 17,79%, más de 60 puntos de diferencia.

Foto: Jean-Luc Mélenchon. (Reuters/Sarah Meyssonnier)

Es probable que los europeos revivamos la historia que viene repitiéndose en las presidenciales francesas una vez más. El próximo domingo, después del escrutinio, habrá cierto desconsuelo sistémico, se llorará la desaparición de la izquierda —ni está ni se la espera—, se verterán también lágrimas, aunque menos, por la desaparición de la derecha convencional que representa Valérie Pécresse y se celebrará con alivio que Zemmour quede fuera de la carrera.

Se tocará la corneta para que la opinión pública europea —aunque solo voten los franceses— anime de forma unánime a Emmanuel Macron en la gran final contra Marine Le Pen. Es una película que ya hemos vivido. Y es más que probable que al final el resultado sea el mismo que otras veces. 'Macron, president!'.

Podemos incluso anticipar titulares: Francia dice no a la ultraderecha, Europa respira, etc. Hasta que un día, como nos pasó con el Brexit o con Donald Trump, los franceses den la campanada. Luego nos preguntaremos qué nos hemos perdido y qué es lo que no nos han contado. Una de esas cosas es que Agrupación Nacional hace tiempo que dejó de ser el Frente Nacional. La otra, más importante, sí que la sabemos: los franceses, igual que nosotros, van viviendo cada día un poquito peor.

Marine Le Pen es una traidora. No merece el voto de los patriotas. Ha decidido abandonar los valores que daban sentido a su proyecto político. A ver si Zemmour se atreve más adelante a dar el paso y se acaba presentando. Ese sí que tiene claro lo que hay que hacer para que Francia siga siendo francesa”. Quien así hablaba a finales de 2020 era un militar francés de familia numerosa y valores tradicionalistas que pasaba sus vacaciones en Barcelona. Fue la primera vez que escuché hablar de Zemmour como posible aspirante al Elíseo y también la primera ocasión en la que escuchaba a un votante de Le Pen decir que se había convertido en una centrista remilgada. Efectivamente, el militar era muy muy de derechas. Pero dijo cosas que merecían escucharse y que sirven para entender lo que pasa hoy en Francia en vísperas de sus presidenciales.

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