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La izquierda mata a España y la derecha, a los españoles
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Josep Martí Blanch

Pesca de arrastre

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La izquierda mata a España y la derecha, a los españoles

Unos asesinan el continente y otros, el contenido. Pero, por suerte, el demonio vive en los matices y ni una cosa ni la otra son ciertas, aunque sean muchos los que así las sienten

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Reuters/Susana Vera)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Reuters/Susana Vera)
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Se acabaron la guerra, las subidas de tipos de interés, el incremento de las cuotas hipotecarias, la inflación, el paro juvenil, las malas series de televisión y los restaurantes caros que sirven bazofia. El mundo ya va bien otra vez. O eso parece, dado que hemos podido regresar a la normalidad patria. Básicamente, la de tirarnos los platos a la cabeza a cuenta de nuestras cosillas. La traición a España y la futura desintegración del Estado gracias a la izquierda y la desaparición del estado de bienestar a cuenta de la derecha. Un titular caricaturizado para ejemplificarlo: "Sánchez mata a España y Ayuso, a los madrileños". De ser verdad, el país entero va de cabeza a la morgue. Unos asesinan el continente y otros el contenido. Pero, por suerte, el demonio vive en los matices y ni una cosa ni la otra son ciertas, aunque sean muchos —la mayoría, de buena fe— los que así las sienten.

Lo de Ayuso se explica rápido: tienen razón los profesionales sanitarios y los ciudadanos que se quejan. Solo que también la tendrán en otras comunidades donde van a reproducirse por igual problemas del mismo tipo, aunque estén gobernadas por formaciones de izquierda. En Cataluña, por ejemplo, la red de asistencia primaria colapsó con la pandemia y no va a recuperarse. Tampoco en los centros sanitarios podrán mantenerse todos los profesionales incorporados con el covid con el mismo presupuesto. Otra cosa es que el malestar médico y ciudadano todavía no se haya articulado a través de la protesta. Pero las habas se están cociendo en todas partes y más pronto que tarde, como en Madrid, acabarán servidas en el plato. Falta dinero, faltan profesionales y falta una reforma valiente del sistema. Y también el Gobierno de España tiene algo que decir y hacer al respecto.

Foto: Reunión de Feijóo con varios barones del PP. (EFE/PP/David Mudarra)

Vayamos a los asesinos de España, que han escogido la reforma del delito de sedición —y puede que también el de malversación— para acometer su propósito. Aunque dicho sea de paso, parecen estas pocas armas para tan ambicioso proyecto. La permanencia del Estado no pivota sobre estos dos artículos del Código Penal, que seguirá contando con un arsenal para su defensa. Así que no es razonable tanto aspaviento. Sí lo es que haya malestar entre los que consideran que las penas impuestas a los líderes soberanistas procesados —o las que aguardan a los que marcharon al extranjero en el caso de que vuelvan, a la fuerza o voluntariamente— no deberían bajo ningún concepto ser acortadas. Pero de ahí a considerar que Sánchez ha malvendido España a cambio de un presupuesto media un universo entero.

El precio pagado por el presidente español por desarmar al independentismo es más bien bajo. Ruidoso, cierto, pero muy económico. En una legislatura solo se habrán hecho concesiones encaminadas a disminuir la factura penal a abonar por los líderes independentistas, pero sin atacar en lo más mínimo el fondo del conflicto territorial, que es lo que sí podría justificar ciertas reacciones. Lo cierto es que el Gobierno de Sánchez está administrando la victoria en el conflicto soberanista sin ensañarse con el vencido. Pero lo hace sin discutir en absoluto sobre las cuestiones que dieron origen a las hostilidades. No encaja esta manera de proceder con la de un traidor, más bien con la de un hábil negociador que compra barato y vende caro.

El precio pagado por el presidente español por desarmar al independentismo es más bien bajo. Ruidoso, cierto, pero muy económico

El hecho de que ERC haya abandonado como eje de negociación en la mesa bilateral con el Gobierno español la autodeterminación y la amnistía —las banderas iniciales que enarbolaba— ratifica esta impresión. Otra cosa es que se considere que no hay nada que negociar con los independentistas y que el bastón bastaba y sobraba para encauzarlos. Si se maneja esta pretensión, naturalmente, todo precio resulta excesivo, por económico que resulte. Pero el bastón ya existía en 2017 y no impidió que sucediese lo que sucedió. Quizá lo que en realidad debiéramos advertir es que la solución no estaba, está o estará en el Código Penal. La crítica más seria a todo este asunto, también recurrente en el mundo independentista —descontando a ERC—, es que todo parece diseñado para aliviar situaciones personales concretas. La munición disponible para un arreglo político a la mayor crisis de Estado afrontada en democracia, descontado el golpe de Estado, se consume en arreglar únicamente estropicios personales y sin atender a las cuestiones sustanciales que engrasaron el envite soberanista. En realidad, sale barato negociar con los independentistas. Se puede mirar del derecho y del revés, pero los 13 diputados de ERC en Cortes solo han servido para rebajar la factura penal de las figuras más relevantes del soberanismo por los hechos de 2017. Muy poca cosa, aunque en el debate público parezca mucho, y desde luego nada sustancial que pueda considerarse una amenaza al Estado.

Foto: La nueva dirección de ERC, encabezada por Pere Aragonès (i) y Oriol Junqueras. (EFE/Quique García)

Un apunte sobre el impacto en Cataluña de la reforma del Código Penal. Ha cuajado mayoritariamente la idea de que según cuál sea el redactado final del delito de “desórdenes públicos agravados” que ha de sustituir al de sedición, sacarán provecho los políticos, pero saldrá perdiendo el independentismo de base que protesta en la calle. Hay coincidencia de opiniones en que será más fácil que las acusaciones por altercados puedan armarse fácilmente con peticiones de cárcel para los manifestantes. La otrora poderosa ANC —ahora en horas bajas—, pero también Òmnium, la CUP y JxCAT están en ese posicionamiento. Sobre este asunto, Podemos también se ha manifestado y ha insistido en que presentará enmiendas para garantizar un redactado que evite una interpretación abusiva en los juzgados del nuevo delito. Es este un asunto que interpela a todos los españoles y sobre el que debería reflexionarse en profundidad y seriamente, más allá del estrépito de estos días.

Una paradoja final: los independentistas acusando a ERC de venderlos y de la otra parte acusaciones a Sánchez por hacer lo propio con España. Será que las dos cosas no pueden ser. ¿No les parece?

Se acabaron la guerra, las subidas de tipos de interés, el incremento de las cuotas hipotecarias, la inflación, el paro juvenil, las malas series de televisión y los restaurantes caros que sirven bazofia. El mundo ya va bien otra vez. O eso parece, dado que hemos podido regresar a la normalidad patria. Básicamente, la de tirarnos los platos a la cabeza a cuenta de nuestras cosillas. La traición a España y la futura desintegración del Estado gracias a la izquierda y la desaparición del estado de bienestar a cuenta de la derecha. Un titular caricaturizado para ejemplificarlo: "Sánchez mata a España y Ayuso, a los madrileños". De ser verdad, el país entero va de cabeza a la morgue. Unos asesinan el continente y otros el contenido. Pero, por suerte, el demonio vive en los matices y ni una cosa ni la otra son ciertas, aunque sean muchos —la mayoría, de buena fe— los que así las sienten.

Isabel Díaz Ayuso Pedro Sánchez
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