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Sánchez desbarra usando el comodín de ETA para justificar su apuesta con Junts
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Josep Martí Blanch

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Sánchez desbarra usando el comodín de ETA para justificar su apuesta con Junts

Si lo más que va a decir Sánchez para justificar ese encuentro es que el Gobierno de Aznar también se reunió en Suiza con representantes de ETA, más le valdría al presidente cerrar el pico

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Raúl Terrel)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Raúl Terrel)
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La política española siempre está presta para sacar el comodín de ETA a poco que tenga la ocasión de hacerlo. ETA sirve para un roto y para un descosido. Quien no pudo resistirse ayer a la tentación de jugar esta carta fue Pedro Sánchez. Uno espera del presidente del Gobierno que mida mejor el alcance y repercusión, presente y futura, de sus palabras. Deberían esforzarse más en la Moncloa por afinar los argumentarios con los que se equipa a Pedro Sánchez para afrontar las entrevistas que ha empezado a conceder. Argumentarios que después son reproducidos, con puntos y comas incluidos, por la totalidad de representantes políticos e institucionales del PSOE.

Decíamos en el último artículo que Sánchez no había tenido una respuesta solvente en su entrevista del jueves pasado en TVE para explicar la reunión en Ginebra con Junts cuando todavía no se había celebrado. Un encuentro que ahora ya sabemos amparado por el Centro Humanitario Henry Dunant y mediada por el diplomático salvadoreño Francisco Galindo. Pues bien, cuatro días después, la situación ha empeorado ostensiblemente. Porque si lo más que va a decir Pedro Sánchez para justificar ese encuentro, como hizo ayer en la Cadena SER, es que el Gobierno de José María Aznar también se reunió en su día en Suiza con representantes de ETA, más le valdría al presidente cerrar el pico, aguantar el chaparrón, esperar que amaine y no empeorar las cosas.

Es hiriente que el presidente se ponga en la boca a los etarras para justificar el sinsentido de esa reunión del sábado. Un encuentro que únicamente obedece a su necesidad, ya satisfecha, de contar con los siete votos de Junts en la investidura. Y también, por supuesto, a la necesidad de Carles Puigdemont de alargar su pista de aterrizaje con algo más que la amnistía para mitigar los hipotéticos daños que puede sufrir Junts por haber investido un presidente de España y volver al terreno del pragmatismo político. Comparar esas dos necesidades, personales ambas, con el momento histórico que vivía España cuando ETA asesinaba no es razonable. Es más, resulta netamente ofensivo.

Que el conflicto político catalán, reiteramos político, acabe manejándose por una institución cuya misión es “prevenir y resolver conflictos armados mediante el diálogo, la mediación y la diplomacia discreta” prueba la absurdidad del asunto. No ha habido conflicto armado ni terrorismo en Cataluña, por mucho que algún juez se empeñe en ello por motivaciones absolutamente contrarias a las de Pedro Sánchez. Tan ridículo resulta querer empurar judicialmente por terrorismo a Puigdemont como que el PSOE se siente a una mesa acompañado de especialistas en mediación de conflictos armados para reunirse con Junts.

Foto: Carles Puigdemont. (EFE/EPA/Ronald Wittek) Opinión
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Sánchez atribuye a una reacción exagerada de la derecha el malestar por dicho encuentro y los que seguirán en Suiza. Un consejo le damos al presidente del Gobierno. Ponga cámaras ocultas en las sedes del PSC y del PSOE y se enterará de lo que vale un peine cuando se habla abiertamente. Es también su propia gente la que se siente violentada por sus decisiones y, más que por sus decisiones, por las justificaciones que las acompañan.

Es como si el líder del socialismo español haya dejado de ser consciente de las repercusiones, también en el largo plazo, que acompañan cualquier decisión por él tomada en su condición de presidente del Gobierno. Como si sus iniciativas tácticas, vinculadas a la supervivencia en el cargo, como él mismo ha reconocido en sus dos últimas entrevistas, agotaran su recorrido en el presente. Debiera saber que no es así. Y que aceptar la mediación de un especialista en crisis de refugiados y de una fundación que se presenta a sí misma como centrada en conflictos armados confiere un barniz al conflicto político catalán que resulta inexplicable y perjudicial. Ahora y en el futuro. Ahí queda el precedente.

Foto: El secretario de organización del PSOE, Santos Cerdán, ayer en Ginebra. (EFE)

El PSC se pasó todo el proceso, y aún se les oye decirlo de vez en cuando, afirmando que el verdadero conflicto a resolver era primero entre los propios catalanes. Y que solo después de ponerse de acuerdo independentistas y no independentistas, tendría sentido interpelar al Estado con una propuesta de solución que se hubiera trabajado y acordado primeramente en Cataluña. Sánchez se ha cargado de un plumazo este razonamiento, que era el pilar de la acción política de los socialistas catalanes.

No con la amnistía, no con la mesa de negociación con la Generalitat pactada con ERC la legislatura pasada, que a fin de cuentas era entre ejecutivos; pero sí aceptando este tipo de mediación internacional en las reuniones PSOE-Junts de Suiza. El presidente del Gobierno ha caído gustoso en la trampa de ceder la representación de Cataluña a Junts, también a ERC cuando con otro mediador se ponga en marcha el calendario de reuniones con los republicanos, y dar la espalda a su propio electorado catalán. Y lo ha hecho escalando a iniciativa propia un conflicto político doméstico a un nivel para el que resulta difícil hallar una explicación plausible.

Incluso aceptando la necesidad de mediación, anfitrión y mediador hubiesen podido reunir otras características que apuntalasen otro tipo de discurso. Claro que quizá lo que convenía es que los mediadores estuviesen en la agenda de Junts, pero sobre todo en la de José Luis Rodríguez Zapatero, el hombre que sueña con hacer realidad ahora la promesa solemne que hizo hace 20 años, cuando prometió apoyar la reforma de Estatuto de Autonomía que saliese del Parlament de Cataluña.

Ni siquiera en el partido de Carles Puigdemont hay unanimidad sobre este asunto. Ayer mismo se cuestionaba, cierto que desde posiciones minoritarias en su ejecutiva, que el planteamiento de la mediación internacional resulte válido y provechoso para Junts. No es descartable que algunas voces disonantes se manifiesten en este sentido antes de Navidad. ¿El argumento? Quienes así se pronuncian lo hacen por considerar que es una mesa sin recorrido alguno, en la que no va a conseguirse nada de lo que dice que va a negociarse y cuyo único rédito puede acabar siendo negativo por asociar el proceso a otro tipo de conflictos violentos con los que no tienen ni quieren tener nada que ver. Si algunos junteros piensan así, imagínense en casa de los socialistas.

La política española siempre está presta para sacar el comodín de ETA a poco que tenga la ocasión de hacerlo. ETA sirve para un roto y para un descosido. Quien no pudo resistirse ayer a la tentación de jugar esta carta fue Pedro Sánchez. Uno espera del presidente del Gobierno que mida mejor el alcance y repercusión, presente y futura, de sus palabras. Deberían esforzarse más en la Moncloa por afinar los argumentarios con los que se equipa a Pedro Sánchez para afrontar las entrevistas que ha empezado a conceder. Argumentarios que después son reproducidos, con puntos y comas incluidos, por la totalidad de representantes políticos e institucionales del PSOE.

Pedro Sánchez ETA (banda terrorista) Junts per Catalunya
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