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Josep Martí Blanch

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Apaleamiento de fin de año a Pedro Sánchez

Es una lástima que haya gente con una vida tan pobre como para llegar al convencimiento de que la mejor manera de cruzar la frontera entre años es desplazarse a la sede de un partido político para mostrar la peor cara de uno mismo

Foto: Unas 300 personas celebran la entrada del año nuevo en la calle Ferraz. (Europa Press/Diego Radamés)
Unas 300 personas celebran la entrada del año nuevo en la calle Ferraz. (Europa Press/Diego Radamés)
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Primer incendio del año. Ni al final de las 12 campanadas tuvimos que esperar. Trescientos ciudadanos sobre un total de 48 millones decidieron que la mejor manera de dar la bienvenida al año nuevo era apalear hasta dejarlo tieso un muñeco de Pedro Sánchez en la madrileña calle Ferraz.

Entre los congregados, a algunos no les bastaba con el monigote de trapo y por eso proferían gritos y eslóganes que sugerían que lo que tocaba hacer no era darle al monigote de trapo, sino empalar al Perro Sanxe de verdad, al original. Mientras eso sucedía, el resto del país, hasta llegar a los 48 millones, comía uvas procurando no atragantarse, comparaba vestidos de presentadoras —no de presentadores— y descorchaba botellas de vino y cava como si no hubiera un mañana.

Lo del muñeco en Ferraz fue ridículo. Y es una lástima que haya gente con una vida tan pobre como para llegar al convencimiento de que la mejor manera de cruzar la frontera entre años es desplazarse a la sede de un partido político para dar la nota y mostrar la peor cara de uno mismo.

Pero a nadie le amarga un dulce, y menos en fiestas tan señaladas. Así que el Gobierno ha salido en tromba a victimizarse —hasta cinco ministros: María Jesús Montero, Pilar Alegría, José Manuel Albares, Óscar Puente y Diana Morant— para sacar provecho de ese aquelarre cutre. Y, en paralelo y a través de sus voceros, el PSOE ha anunciado que estudiará la posibilidad de querellarse por un delito de odio contra los cafremanifestantes.

Toda esta sed de justicia expresada nada más empezar el año sería incluso razonable si lo que persiguiesen el PSOE y el Gobierno fuera empurar a los responsables de la chaladura sectaria del muñeco. Señalar a los organizadores del acto y buscarles las cosquillas a través del siempre resbaladizo terreno del delito del odio.

Pero la respuesta de los ministros y del PSOE no busca eso, sino no dejar escapar la oportunidad de señalar a Alberto Núñez Feijóo como verdadero responsable de ese esperpento de Nochevieja. El gallego, al parecer del Gobierno y de los socialistas, sería el verdadero instigador de la paliza al muñeco de Pedro Sánchez, por dos motivos. Primero, por alentar la crítica vehemente a las decisiones del líder del PSOE y, segundo, por no condenar efusiva y expresamente las concentraciones nocturnas que vienen celebrándose en la calle Ferraz con más éxito de titulares que de público.

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El trabajo de asimilación de lo ultra al PP no permite un respiro en las filas socialistas. Eso es así porque en el fondo este es el eje político de la legislatura que ha de permitir desarrollar cualquier otra iniciativa. El libreto del PSOE es sencillo, entendible incluso para los niños de P-3: dado que el PP es ultra, cualquier cosa que hagamos los demás ha de ser forzosamente mejor o, al menos, disculpable. De ahí que en el vocabulario socialista Vox no tenga una entidad propia y solo sirva de muletilla o introducción para señalar al gran culpable de todo: Feijóo, el facha.

La quema de muñecos goza de una amplia tradición en España. También los fusilamientos y los apedreamientos. El colectivo juvenil de la CUP —Arran— prendió fuego a un muñeco de Santiago Abascal el pasado septiembre, aprovechando los festejos de la Diada. A Pablo Iglesias le tocó el turno hace más tiempo, cuando fue el Judas de Robledo. El muñeco que figuraba ser él fue apedreado el Domingo Santo de 2016 en la localidad madrileña de Robledo de Chavela, desatándose una gran polémica. También entonces desde el entorno de Podemos se quiso sacar provecho apelando al delito de odio de la no muy ilustrada tradición de ese municipio de apedrear cada año a algún personaje.

Por su parte, la Generalitat de Cataluña, cuando la presidía Quim Torra, denunció ante la Fiscalía de Sevilla el fusilamiento en Coripe de un muñeco de Carles Puigdemont, amparado también en la tradición de haber sido elegido el Judas de ese año en ese lugar. La Fiscalía archivó el caso, una decisión razonable en concordancia con el hecho de que en Coripe hayan fusilado ya a prácticamente todos los personajes de la historia reciente de España. Como en el municipio riojano de Alfaro, lugar en el que cada año arden por Semana Santa un montón de próceres del país. Uno puede llegar a pensar que en España no eres nadie si no queman, apalean o fusilan a tu muñeco. El listado de ejemplos es interminable, así que mejor dejémoslo aquí.

Foto: La sede central del PSC amaneció este lunes con pintadas amarillas. (EFE)

Se dirá que existe una diferencia sensible entre apalear, quemar o fusilar a alguien en el marco de una tradición y hacerlo en una manifestación convocada con un claro ánimo de reivindicación política. No mucha, la verdad. En el fondo, viene a ser lo mismo. Como lo demuestra el hecho de que no haya diferencia alguna en la respuesta de quien presta involuntariamente su imagen a la cuchipanda. Cuando consideran que pueden sacar provecho político victimizándose, sacan a colación el estudio de acciones legales ante la Fiscalía. Si no se observa beneficio político, se ponen de perfil y a otra cosa mariposa.

El escarnio al muñeco, al que sea, permite fácilmente el reductio ad Hitlerum. Si los nazis quemaron libros y muñecos, donde sea que se haga lo mismo es porque las esvásticas están a punto de dominarlo todo. Esta patraña es eficaz argumentalmente, solo que más falsa que un billete de 15 euros. En el caso del vapuleamiento al muñeco de Pedro Sánchez, participó el 0,000625% de la población española. Con eso ya queda todo dicho. ¿Hay cafres entre nosotros? Sí. Pero su número es tan reducido que podemos despreciarlos con absoluta tranquilidad. De hecho, como reza el refrán, no hay mejor desprecio que no hacer aprecio.

Solo que en este caso no hacer aprecio eliminaría la posibilidad de sacar el dedo acusador para señalar a Feijóo como culpable de esas imágenes y aprovechar para cebar la doble trampa de su silencio —y presentarlo como cómplice— u obligarlo a condenar los actos —como si él tuviera algo que ver—.

Cuando consideran que pueden sacar provecho político victimizándose, sacan a colación el estudio de acciones legales ante la Fiscalía

Renunciar a ese trampantojo, tal y como se ha planteado la legislatura, es algo que el PSOE no puede ni quiere dejar de hacer. De ahí que la particular Nochevieja de unos pocos descerebrados haya captado tanto interés. Eso y también que el primer día del año tampoco suceden tantas cosas. Y de algo hay que seguir hablando en un país adicto a la politiquería.

Mal los manifestantes. Pero muy desafortunado el PSOE señalando a quien no debe para llevar el agua a su molino. Por dura que sea la oposición del PP, no se ha oído en boca de Feijóo palabra alguna que incite a la violencia contra el presidente del Gobierno.

Primer incendio del año. Ni al final de las 12 campanadas tuvimos que esperar. Trescientos ciudadanos sobre un total de 48 millones decidieron que la mejor manera de dar la bienvenida al año nuevo era apalear hasta dejarlo tieso un muñeco de Pedro Sánchez en la madrileña calle Ferraz.

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