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Una ley de aborto sin plazos: ¿legalizaremos en el futuro el asesinato?
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Josep Martí Blanch

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Una ley de aborto sin plazos: ¿legalizaremos en el futuro el asesinato?

La CUP ha registrado un texto legislativo en el que destaca que el aborto pueda practicarse en cualquier momento del embarazo, sin plazo alguno que pueda frenar la voluntad de la madre o de la persona gestante para interrumpirlo

Foto: 'Marcha por la Vida' contra el aborto y la eutanasia. (EFE/Archivo/Fernando Villar)
'Marcha por la Vida' contra el aborto y la eutanasia. (EFE/Archivo/Fernando Villar)
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Les propongo un viaje de lo más radical. De la esencia del bien al mal absoluto sin abandonar el reino de lo humano. Lo mejor y lo peor. De hacer cuanto está en nuestra mano para proteger la vida más frágil a la pretensión de institucionalizar el asesinato a través de las leyes. Sí. Este es un artículo de palabras gruesas. Las que deben utilizarse para referirse a quien aspira a convertirse en un criminal. Pero primero vayamos al bien.

Hace una semana el país entero se felicitaba por el éxito del equipo médico del Hospital Universitari i Politècnic La Fe de Valencia tras la extirpación con éxito por primera vez en España de un tumor cardiaco diagnosticado en periodo fetal.

Más de treinta profesionales, dos equipos quirúrgicos completos, dándolo todo para salvar una vida. Y tras el éxito, el posterior y merecido reconocimiento y contento de la sociedad entera. El canto epopeyico a lo logrado en forma de noticias, reportajes y entrevistas.

Escogemos este ejemplo por ser el último que nos ha proporcionado la actualidad. Pero son recurrentes las ocasiones en las que celebramos noticias de perfil similar. La vida logrando sacar finalmente la cabeza cuando todo apuntaba a lo contrario.

Foto: Fachada del Tribunal Constitucional. (EFE/Mariscal)

Bebés todavía no natos con graves dificultades, afectados por las patologías más diversas, a los que los avances médicos, la voluntad de sus padres y el compromiso y buen hacer de los profesionales consiguen sellar finalmente el pasaporte para la vida.

Son niños queridos, a los que se escoge nombre mucho antes de nacer y en los que se proyectan todas las ilusiones de la vida desde el minuto uno de su gestación. Por eso se hace lo posible y lo imposible por traerlos a la vida. Y por eso mismo como sociedad damos rienda suelta al entusiasmo cuando eso se consigue.

Foto:  Vista general del Tribunal Constitucional en Madrid. (EFE/Mariscal)

Estos bebés casan mal con la cultura del aborto. Y ahora vamos a lo peor.

Tres semanas antes de esa intervención quirúrgica, la CUP registraba en el Parlament de Catalunya una proposición de ley sobre la plena efectividad del derecho al aborto. El asunto pasó desapercibido para los medios de comunicación. Se trataba de una acción política oportunista, de las decenas que acostumbran a registrarse en vísperas del Día de la Mujer. Competía, por tanto, con otros titulares. Además, su fracaso parlamentario estaba plenamente garantizado. Por una cuestión meramente competencial y por la imposibilidad de lograr articular una mayoría para apoyar la locura que la extrema izquierda catalana proponía en su texto infame.

Lo más destacado del texto legislativo de estos descerebrados es que el aborto pueda practicarse en cualquier momento del embarazo, sin plazo alguno que pueda frenar la voluntad de la madre o de la persona gestante para interrumpirlo a su plena y única voluntad cuando le plazca. En román paladino: poder abortar hasta el mismo momento de dar a luz.

Foto: Imagen: L. Martín.
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Los cuperos se sitúan así solo un pasito por detrás de las teorías todavía más radicales, ceñidas únicamente de momento al ámbito provocador de la academia, que defiende la posibilidad del aborto también después del parto, basándose en la idea de que el recién nacido no es todavía consciente de su individualidad y que en consecuencia no se trata todavía de un ser humano.

La CUP no ha ido tan lejos como Alberto Giubilini y Francesca Minerva, que son los pensadores que defendieron en 2012 el aborto posparto en el Journal of Medical Ethics, pero se ha quedado cerca. Exige también la extrema izquierda que nadie puede escapar a su falta de entendimiento. Por ello el texto presentado prohíbe totalmente la objeción de conciencia de los profesionales médicos.

Aunque la propuesta venga de un grupo minoritario, seis diputados sobre un total de 135, merece tomar nota de que es la primera vez que un Parlamento en España se las ve con una iniciativa que propone un aborto sin más límite que la propia voluntad.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Mariscal)

Al amparo de la consigna ya sabida -es mi cuerpo, yo decido- la extrema izquierda catalana introduce por vez primera en una cámara legislativa un articulado que convierte a cualquier bebé todavía no nato, seis, siete, ocho, nueve meses de gestación, en un trozo de carne susceptible de acabar convertida en un desecho biodegradable.

Puede argüirse que como los plazos -y ahí están las diferencias entre las legislaciones de los diversos países- no son más que una convención política y social que ayudan a fijar arbitrariamente la frontera del dolor de una sociedad ante un tema tan complicado, la CUP no hace más que actuar coherentemente y de un modo acorde con su ideario al procurar ampliarlos hasta el mismo día del parto.

Desde luego puede adoptarse ese punto de vista, sobre todo si uno tiene querencia por sumergirse en juegos dialécticos y en el señalamiento de contradicciones de fondo sobre una problemática que no admite soluciones fáciles y satisfactorias, ni en el plano individual ni colectivo.

Foto: El presidente del Tribunal Constitucional, Cándido Conde-Pumpido. (EFE/Fernando Alvarado) Opinión

Pero perdido ya el mínimo sentido común, más que estirarnos con argumentaciones y contraargumentaciones, preferimos situarnos en el nivel más básico de discusión. Esto es, afirmar que lo que proponen no es más que la legalización del asesinato más cruel, aquel que se perpetra sobre los cuerpos más inocentes y desvalidos.

Y como ya sabemos que la evolución de las ideas es impredecible, apuntemos 2024 como el año en el que por primera vez un Parlamento se las vio con una demencia como esta por escrito. Y sepamos también que la sinrazón de hoy puede ser, sin dejar de ser la bandera de los dementes, la razón del mañana.

Lo mejor y lo peor de nosotros en el mismo plano de actualidad. Valencia y Barcelona. Un hospital y la CUP. Los más de treinta profesionales de la salud que han salvado un bebé y unos revolucionarios de postín jugando a ser el pulgar de Nerón.

Nos queda lejos todavía. Pero tomen nota del debate a futuro que pretenden incentivar desde los márgenes quienes aspiran a erigirse, en nombre del individualismo más radical disfrazado de feminismo, en amos y señores de la vida y muerte de los demás.

Les propongo un viaje de lo más radical. De la esencia del bien al mal absoluto sin abandonar el reino de lo humano. Lo mejor y lo peor. De hacer cuanto está en nuestra mano para proteger la vida más frágil a la pretensión de institucionalizar el asesinato a través de las leyes. Sí. Este es un artículo de palabras gruesas. Las que deben utilizarse para referirse a quien aspira a convertirse en un criminal. Pero primero vayamos al bien.

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