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Pesca de arrastre
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¿Qué hará Junts con la reforma de la jornada laboral?
El punto de partida de los de Puigdemont es que la gente quiere cobrar más, no trabajar menos. El objetivo final, diluir y matizar la medida sin reventarla
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El Consejo de Ministros ha puesto a rodar el balón de la reforma de la jornada laboral. Y con ella ha dado inicio también el juego trucado de espejos parlamentario que se alargará hasta el día de su votación. Una singladura difícil que alterará el contenido inicial de lo que Sumar quiere y el PSOE, con la boca pequeña, dice querer.
En el horizonte, los necesarios votos de Junts, el escollo que siempre es más difícil de sortear para el Gobierno. Aunque quizás debiéramos decir para Sumar y Yolanda Díaz, pues no son pocas las voces socialistas que, por lo bajini y sin la presencia de micros, suspiran con que sean los de Carles Puigdemont los que agüen el contenido de la norma en el periodo de negociación.
Junts, de momento, no fija posición. Parte de su electorado, el pequeño empresario, es el que se siente más amenazado por esta cuestión, pero entre los asalariados lo normal es que vean como algo positivo cobrar lo mismo por trabajar menos, puesto que los supuestos efectos negativos que puede provocar su aprobación -también para el trabajador por cuenta ajena- no son visibles desde el presente puesto que son únicamente proyecciones. Sus votantes, pues, andan divididos con la propuesta. Y es esta división la que deberá sortear Junts para contentar a todos.
De momento, su secretario general, Jordi Turull, ha dicho que en Cataluña lo que la gente quiere es cobrar más, no trabajar menos. Pero ha añadido algo más que nada tiene que ver con la jornada laboral, pues situó el simulacro de moción de confianza que finalmente se debatirá en el Congreso como el punto en el cual Pedro Sánchez sabrá si puede continuar como presidente o ha de empezar a pensar seriamente en convocar elecciones.
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En el calendario parlamentario, ese debate sobre si Sánchez merece o no la confianza de Junts irá por delante de la validación de la reforma de la jornada laboral. Con toda probabilidad, ese primer acto se salvará favorablemente para los intereses de Pedro Sánchez atendiendo a este esquema: veremos unas puñaladas dialécticas de Junts desde el atril que no resultarán mortales. A continuación, se añadirá que, a pesar de todo anterior y lo mal que van las cosas entre junteros y socialistas, hay que dar generosamente otra oportunidad. Sánchez, por su parte, listará todos los elementos que, según su criterio, demuestran su “inquebrantable voluntad” de dar cumplimiento a los acuerdos firmados con los de Junts para señalar que ese y no otro seguirá siendo su compromiso. Y comieron perdices hasta la próxima crisis.
Si ese es el escenario más lógico (aunque no pueda darse como cierto), la reforma de la jornada laboral será uno de los primeros exámenes que pondrá nota a esa nueva teórica relación que, en teoría, inaugurarán el PSOE y Junts tras los discursos que oiremos en el simulacro de moción de confianza.
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Pues bien, no habrá muchas diferencias con lo que hemos visto hasta la fecha. El Gobierno deberá pasar por caja ante los junteros y ceder en algunas de las exigencias que las gentes de Carles Puigdemont están trabajando en estos momentos. Como es un asunto que ante la opinión pública va a presentarse desde el Gobierno como un avance al cual nadie de “verdadero sentir democrático” puede oponerse, la manera de hacer de Junts será muy similar al que ya vimos con las pensiones. Sí al fondo, no a la forma y no a todo. Hay que negociar.
¿Y qué es lo que habrá de negociarse? Más allá de las 37,5 horas, los junteros van a apuntar hacia cuestiones como la flexibilización de la jornada (más horas semanales en verano que en invierno en según qué sectores, por ejemplo), los tiempos de adaptación a la nueva legislación en función del tipo de empresa, excepciones a la inviolabilidad de la privacidad del trabajador fuera del horario laboral para que sea posible contactarle en caso de necesidad, etc.
En estos momentos son muchos los sectores y pequeños empresarios que escriben su carta a los reyes a Junts -incluso ha habido delegaciones desplazadas a Waterloo para hablarlo directamente con Puigdemont- para que la norma que finalmente se apruebe resulte lo menos lesiva para sus intereses. Junts va tomando nota y sin duda hará prevaler su poder de negociación para introducir cambios de calado en lo que propone originariamente el Gobierno.
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Así que lo que vamos a vivir en las próximas semanas es esta secuencia: plena confianza y optimismo constante sobre el devenir de las negociaciones por parte del ser de luz que es Yolanda Díaz. Endurecimiento inicial de los junteros para fijar un punto de partida creíble en las negociaciones. Cesión del Gobierno en algunas cuestiones que los de Puigdemont fijarán como irrenunciables y de las que el Ejecutivo acabará diciendo que son accesorias. Y un acuerdo final en el que el binomio Sánchez-Díaz celebrará una “nueva conquista social” ante los medios de comunicación, mientras Junts, ante los mismos micrófonos, insistirá en que la reforma inicial nada tiene que ver con lo que finalmente se ha aprobado y que ha sido gracias a ellos que se han salvado los intereses de la pequeña y mediana empresa y también los de los trabajadores. Esta es la más que probable guionización del asunto hasta que lleguemos al final.
El Consejo de Ministros ha puesto a rodar el balón de la reforma de la jornada laboral. Y con ella ha dado inicio también el juego trucado de espejos parlamentario que se alargará hasta el día de su votación. Una singladura difícil que alterará el contenido inicial de lo que Sumar quiere y el PSOE, con la boca pequeña, dice querer.