Es noticia
Invertir: principios o criterio
  1. España
  2. Por si acaso
Nemesio Fernández-Cuesta

Por si acaso

Por

Invertir: principios o criterio

La transición energética​ es una cuestión de inversiones. Como particulares, deberemos cambiar de coche o de sistema de calefacción. Pero lo fundamental es transformar todos los sistemas de producción y consumo de energía en el mundo

Foto: Foto: Reuters/Archivo/Christian Hartmann.
Foto: Reuters/Archivo/Christian Hartmann.

En sus modelos predictivos, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) utiliza distintos escenarios. El denominado 'desarrollo sostenible' conduce al cumplimiento de los objetivos del Acuerdo de París, con un incremento de la temperatura media del planeta a final de siglo inferior a los 2 °C. Este escenario asume que los objetivos de desarrollo sostenible se alcanzan y, en particular, que los 800 millones de personas que en el mundo no tienen acceso a ninguna fuente de energía ven su problema resuelto. En paralelo, todos los compromisos de emisiones netas cero se cumplen: las economías avanzadas en 2050, China en 2060 y los demás países como muy tarde en 2070. Este escenario es consistente con un incremento de temperatura de 1,65 °C (con una probabilidad del 50%) en 2100. Si fuera posible añadir emisiones negativas a partir de 2070 —a través por ejemplo de captura directa de carbono del aire—, el incremento de temperatura podría limitarse a los ansiados 1,5 °C.

Para sorpresa de algunos o de muchos, por no decir casi todos, la AIE considera que, en el ambicioso escenario descrito, los consumos de petróleo y gas crecerán moderadamente en la presente década o, respecto a 2019, año prepandémico, solo experimentarán una ligera reducción.

La actual crisis del gas, cuyos precios han subido un 400%, arranca del desequilibrio entre producción y consumo provocado por la pandemia. Entre 2019 y 2020 la producción mundial de gas se redujo en unos 120 Bcm mientras que el consumo solo descendió 80 Bcm. Este desequilibrio, de unos 40 Bcm, apenas representa el 1% de la demanda mundial. Cuando entre 2010 y 2011 el precio del petróleo subió de 80 a 111 $/b el desequilibrio entre el crecimiento del consumo y de la producción apenas fue de 300.000 barriles diarios, menos de un 0,5% del tamaño del mercado. Grandes alteraciones de precios ante pequeñas variaciones en el equilibrio entre oferta y demanda son una realidad de los mercados energéticos, provocada por las dificultades de la demanda y de la oferta de reaccionar a corto plazo ante las variaciones en el precio. Salvo imposibilidad material, no renunciamos al consumo eléctrico, ni al calor o al frío, ni a movernos. Las empresas tampoco pueden, salvo de forma marginal, cerrar sus instalaciones ni dejar de transportar sus productos a los mercados de destino. Producir más petróleo o gas también es costoso en dinero y en tiempo. La solución se produce con un cierto retraso, cuando el incremento de precios provoca un aumento de las inversiones y, con el tiempo, el correlativo incremento de producción termina produciendo caídas de precios.

Foto: Foto: iStock.
TE PUEDE INTERESAR
Fondos y bancas privadas proyectan un nuevo 'boom' de inversión en energías renovables
Óscar Giménez Juan Cruz Peña Carlos Rodríguez

Durante los últimos años, la velocidad de reacción de la oferta de petróleo y gas ante variaciones de precios se había acelerado gracias al 'fracking'. Tan pronto los precios del petróleo y del gas superaban el umbral de rentabilidad, la producción en Estados Unidos crecía de modo acelerado. Sin embargo, esta tendencia ha cambiado. Un estudio reciente efectuado por la Energy Information Administration americana (EIA) sobre 47 empresas de exploración y producción que operan en Estados Unidos pone de manifiesto que, “aunque la caja procedente de las operaciones se ha doblado a lo largo del último año, las inversiones han crecido comparativamente menos (54%) y permanecen significativamente por debajo de la media 2015-2019. Con un mayor flujo de caja, las compañías cotizadas del sector han recomprado más sus propias acciones, incrementado dividendos, repagado deuda o incrementado la caja disponible”. No es solo un fenómeno americano. Se estima que en 2021 las inversiones en producción de petróleo y gas serán unos 100.000 millones de dólares inferiores a los casi 500.000 millones invertidos en 2019.

La transición energética es una cuestión de inversiones. Como particulares, deberemos cambiar de coche o de sistema de calefacción. Pero lo fundamental es transformar todos los sistemas de producción y consumo de energía en el mundo. Las inversiones necesarias para ello son ingentes, superan cualquier cifra que nos podamos imaginar. La única solución posible es canalizar la inversión privada hacia inversiones verdes y reducir su acceso al mundo de los combustibles fósiles. Para ello, en el ámbito regulatorio público se habla de 'taxonomía', que no es otra cosa que clasificar las inversiones en buenas o malas, y en el ámbito privado se usan los criterios ESG. Para invertir o prestar dinero, las empresas destinatarias de los fondos deben cumplir unos determinados criterios ambientales ('environment'), de sostenibilidad de sus procesos productivos ('sustainability') y de buena conducta, tanto en su comportamiento como agente social como en su proceso de toma de decisiones ('governance').

Foto: Foto: iStock.

La producción de petróleo y gas no es considerada una inversión verde, lo que obliga a las empresas del sector a incrementar la retribución al accionista o a soportar mayores costes financieros, que incentiven a los inversores a seguir siendo poco sostenibles. Al fin y al cabo, en el mundo de las finanzas casi todo tiene un precio. Pero destinar más caja a los dueños del dinero supone dedicar menos al crecimiento del negocio. Como hemos visto, el proceso parece generalizarse a lo largo de 2021. Si la tendencia a la reducción de inversiones se mantiene y la demanda de petróleo y gas no se reduce, episodios de precios disparados como el que estamos viviendo pueden ser repetitivos. Pequeños desequilibrios bastan.

La demanda mundial de petróleo se espera que decline a partir de 2030 y la de gas a partir de la segunda mitad de la próxima década. El ajuste fino que requiere el equilibrio de oferta y demanda es incompatible con el maniqueísmo de inversiones buenas y malas. Los precios a pagar, en todos los sentidos, son altísimos. Sin olvidar que los operadores dominantes en cada mercado ejercerán su poder sin miramientos. OPEP, Rusia o Argelia en nuestro caso no dejarán pasar las oportunidades de maximizar sus beneficios.

En sus modelos predictivos, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) utiliza distintos escenarios. El denominado 'desarrollo sostenible' conduce al cumplimiento de los objetivos del Acuerdo de París, con un incremento de la temperatura media del planeta a final de siglo inferior a los 2 °C. Este escenario asume que los objetivos de desarrollo sostenible se alcanzan y, en particular, que los 800 millones de personas que en el mundo no tienen acceso a ninguna fuente de energía ven su problema resuelto. En paralelo, todos los compromisos de emisiones netas cero se cumplen: las economías avanzadas en 2050, China en 2060 y los demás países como muy tarde en 2070. Este escenario es consistente con un incremento de temperatura de 1,65 °C (con una probabilidad del 50%) en 2100. Si fuera posible añadir emisiones negativas a partir de 2070 —a través por ejemplo de captura directa de carbono del aire—, el incremento de temperatura podría limitarse a los ansiados 1,5 °C.

Agencia Internacional de la Energía (AIE) Energía
El redactor recomienda