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Las fronteras de la desigualdad

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La Agenda 2030 y el futuro de nuestros hijos

No pretendo realizar un análisis detallado ni una actualización sobre los ODS. Solo quiero exponer qué pretende la Agenda 2030, cómo se acordó y quién la respalda

Foto: La ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra. (EFE/J.J. Guillén)
La ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra. (EFE/J.J. Guillén)

La Agenda 2030 y sus objetivos de desarrollo sostenible (ODS) son cruciales para el mundo, para la población más pobre del planeta y, también, para usted y para mí. Lo son sobre todo para nuestros hijos, las niñas y niños que vivirán las consecuencias de que se consigan o no estos objetivos.

No pretendo realizar un análisis detallado ni una actualización sobre los ODS, amenazados en el lado de la salud y en el de la crisis económica. Solo quiero exponer qué pretende la Agenda 2030, cómo se acordó y quién la respalda.

Foto: Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). (ONU) Opinión

La humanidad vive una contradicción. Por un lado, nos enfrentamos a retos que son globales, nos guste o no. La pandemia es la mejor prueba de que las enfermedades saltan cualquier muro o valla. La crisis climática, que ya ha devastado los medios de vida de millones de personas, tiene causas y consecuencias globales. La economía, sea en globalización o en una pretendida vuelta a la autosuficiencia, requiere de reglas internacionales que la pongan al servicio de las personas, frenando el acaparamiento de valor en pocas manos y la evasión fiscal internacional que lastra la salud y la educación.

Por otro lado, crecen las fuerzas aislacionistas y localistas, las que confunden el natural aprecio a lo propio y la importancia de defender legítimos intereses nacionales, con la negación de cualquier sentido colectivo de humanidad, que necesita sentirse como tal para abordar retos de semejante dimensión.

Foto: Reciclaje, reutilización... son conceptos fundamentales en los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Foto: EFE

Si estas dos tendencias se afianzan, retos cada vez más globales y repliegue a lo doméstico, el futuro será crudo, sobre todo para las generaciones que llegan. Este dilema es el que vino a abordar la Agenda 2030. De manera imperfecta, sí, aunque tal vez la mejor posible.

Los 17 objetivos de la Agenda 2030 son evidentes, hay pocas excentricidades y sí un foco en lo que más afecta a las personas, vivan donde vivan. Este esfuerzo colectivo pretende acabar con el hambre y la pobreza en cualquier lugar, también en España. Garantizar una educación de calidad y el acceso a sistemas sanitarios es un objetivo incuestionable siempre, y más en tiempos de pandemia. Cuando 356 millones de niñas y niños viven en la pobreza, nada puede ser más importante para cualquier ser humano que sacar de ahí a la infancia que la sufre. Los estudios apuntan a una mayor incidencia de la pobreza y la violencia en las mujeres y niñas, que deben tener más protagonismo en una agenda de este calibre.

Foto: Reparto de alimentos en Madrid. (EFE) Opinión

Los objetivos apuntan también a los aspectos estructurales que nos afectan a todos. Entre ellos, el cambio climático, la preservación de bosques y océanos, la desigualdad económica extrema y el empleo digno, esencial para tener un medio de vida. Se aspira a modelos de desarrollo sostenibles porque ya hemos constatado que los recursos planetarios son finitos, que hay que cuidarlos y distribuirlos mejor.

Los ODS no gustan del todo a casi nadie. A unos les parece que son demasiado genéricos o van muy lejos o muy rápido en asuntos sensibles. A otros nos parece que se quedan cortos y que, por ejemplo, deberían ser más ambiciosos en la lucha contra la desigualdad. Normal, ya que es una agenda de consenso global. Lo relevante es que aborda los desafíos cruciales, los que de verdad importan para el presente y futuro de la vida humana, y que logró aunar voluntades de forma inédita e indispensable para tener opciones de éxito.

Foto: El presidente de la COP26 con un grupo de negociadores. (EFE)

De hecho, la Agenda 2030 fue adoptada en 2015 en el marco de la Asamblea General de Naciones Unidas y tras un largo proceso de participación y discusión. La acordaron y firmaron los 193 Estados miembros, uno a uno, por parte de su jefe de Estado, Felipe VI en el caso de España, en tiempos de Mariano Rajoy en la presidencia del Gobierno.

Los objetivos no se quedan en propósitos generales, cada uno tiene varias metas precisas, así como indicadores para su seguimiento de forma que su adopción no se limite a declaraciones sin una acción efectiva. Dicho esto, y como ocurre con toda iniciativa positiva, hay riesgo de lavado de imagen, de 'ODS washing'. O sea, de asociarse con la Agenda 2030 y explicar algunas actividades alineadas con la misma, pero no cambiar aquellas prácticas de empresas, gobiernos o personas que laminan la sostenibilidad y la cohesión social. El mejor ejemplo lo hemos visto recientemente con billonarios, los mayores contribuyentes al calentamiento global, acudiendo en sus 'jets' privados a disertar en la COP26 de Glasgow sobre cambio climático. Que haya hipocresías no resta valor a los ODS, solo vuelve más exigentes el monitoreo y la transparencia sobre lo que cada uno hace.

Foto: sostenibilidad-empresa-bra

Se trata de una agenda global, sí, y es indispensable que lo siga siendo. Por más que haya quien quiera aislarse de las crisis, estas nos acaban alcanzando y siempre con un impacto mayor sobre la población más vulnerable, especialmente la infancia. Dicho esto, la Agenda 2030 es un marco y está concebida para ser adaptada a cada lugar, a cada país, región o municipio, a sus necesidades y especificidades. Se llama la 'localización de la Agenda 2030' y está dando buenos resultados en muchos lugares del planeta.

La agenda ha contado con un respaldo amplio, de académicos, gobernantes, empresas y organizaciones sociales. Incluyendo líderes como el papa Francisco, que ha reiterado su apoyo a los ODS en varias ocasiones. No podría ser de otra manera, ya que sus dos encíclicas sobre medio ambiente ('Laudato Sí') y economía y sociedad ('Fratelli Tutti') van en la misma dirección, solo que un poco más lejos.

La Agenda 2030 es un marco y está concebida para ser adaptada a cada lugar, país, región o municipio, a sus necesidades y especificidades

La pandemia ha supuesto un retroceso que se suma a otros, fruto de la falta de voluntad política para abordar los cambios necesarios, como hemos visto en la reciente COP26. Dicho esto, también hay avances por parte de empresas que se toman en serio los cambios en sus modelos de negocio, de municipios que despliegan iniciativas innovadoras para acelerar el alcance de los ODS, de alianzas entre organizaciones sociales, la academia, instituciones y empresas para enfrentar desafíos que requieren de todas las voluntades y saberes, sin exclusión.

La humanidad se juega su futuro en estos próximos años. Es indispensable afianzar la única agenda de consenso con que contamos, por frágil que sea. Nos va mucho en ello, sobre todo a nuestras hijas e hijos.

La Agenda 2030 y sus objetivos de desarrollo sostenible (ODS) son cruciales para el mundo, para la población más pobre del planeta y, también, para usted y para mí. Lo son sobre todo para nuestros hijos, las niñas y niños que vivirán las consecuencias de que se consigan o no estos objetivos.

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