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Milei entra en la campaña catalana: Sánchez y el doble liderazgo
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Esteban Hernández

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Milei entra en la campaña catalana: Sánchez y el doble liderazgo

Las elecciones catalanas se están desenvolviendo en un marco atravesado por cuatro líneas. El presidente ha puesto la última carta sobre la mesa para conseguir que Illa gobierne la Generalitat

Foto: Sánchez con Illa, en un mítin. (Europa Press/Kike Rincón)
Sánchez con Illa, en un mítin. (Europa Press/Kike Rincón)
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Las elecciones catalanas se están desarrollando a partir de la puesta en juego de cuatro factores, que operan de manera sucesiva, y que tienen poco que ver con los discursos que se utilizan públicamente.

El primero de ellos tiene que ver con el efecto red, que está marcando la política española de manera incesante. Su reflejo en las elecciones autonómicas recientes ha sido claro y cada vez tiene mayor peso en las nacionales.

Podría explicarse de esta manera. España tiene dos mapas que se superponen y junto con uno bien delimitado, con la división en provincias y comunidades autónomas, aparece otro, que define la economía, y que se estructura desde los núcleos de actividad.

Con la globalización, las ciudades han cobrado un peso especial: no es tanto un mundo de regiones como de urbes que se interconectan y que van mucho más allá de los territorios que las circundan. El caso de Madrid es evidente: capta recursos, empresas y población, de manera que las zonas que la rodean dependen cada vez más de ella, capitales de provincia incluidas. Tiene un efecto positivo en la periferia amplia de la ciudad, en la medida en que incrementa su actividad (y uno menos amable en sus precios) y otro negativo para las zonas más alejadas, que tienden a vaciarse. Ocurre también con ciudades como Valencia o Málaga.

Los partidos nacionalistas han apostado por una política de fortalecimiento de su territorio mucho más que por insistir en alejarse de España

En ese contexto, hay muchas ciudades que se han visto perjudicadas. Una fue Barcelona, la segunda gran urbe española, que perdió vigor después de la crisis en beneficio de Madrid, y otra Bilbao. Es difícil entender el procés sin tener en cuenta esta perspectiva, porque se quiso arreglar el mapa económico modificando el administrativo. Se prometió a la población catalana que una salida de España conllevaría muchas mejores opciones, porque era un territorio moderno e innovador que competiría de manera eficaz en el ámbito global si no contase con la rémora de estar atado a España. Una insistencia en ese marco aparece en la número dos que Puigdemont ha colocado en la lista de Junts.

La manera tan diferente en que Euskadi y Cataluña, los territorios cuyas ciudades se habían detenido, han respondido a este parón es significativo respecto del momento español. Lo que han constatado las elecciones recientes que el instante independentista ha terminado (o se ha pospuesto para una época lejana): los partidos nacionalistas como el BNG en Galicia, o los soberanistas, como Bildu en Euskadi, han apostado por una política de fortalecimiento del territorio mucho más que por acentuar el proceso de salida de España. Lo que están intentando esas regiones, como tantas otras de nuestro país, es combatir su estancamiento mediante el refuerzo de las capacidades propias, aunque a menudo no tengan otros planes para ir más allá de una mejor sanidad y educación y un desarrollo más amplio de su lengua.

El coste díficil de asumir

Ese es el segundo factor, ya que es el momento en que se encuentra Cataluña, y todos sus actores relevantes son conscientes: no toca separación, sino refuerzo, y a algunos les cuesta aceptarlo públicamente. Desde esta perspectiva se entiende mejor la oportunidad perdida de ERC, así como sus tensiones internas: pudo ser el partido que liderase la salida del procés, que se colocase en la posición del antigua Convergencia, y que al mismo tiempo que realizaba una retirada ordenada, canalizase el deseo de la población catalana de que su economía y su territorio gozasen de una mayor vitalidad. En lugar de enfocarse en esa tarea, las dos almas del partido entraron en lucha y se vieron arrastradas por ese factor perturbador que siempre ha sido el Puigdemont huido. Ese lastre ha empujado hacia abajo a Aragonès y los suyos, que con el temor a ser llamados traidores —incluso por parte de los suyos— perdieron la oportunidad de convertirse en el partido dominante.

“Si no se amplía el aeropuerto, ¿cómo va a venir la gente, en patinete? ¿Cómo pensáis que funciona el mundo?”

Ese espacio lo está ocupando de una manera clara Salvador Illa. Representa al partido que afirma expresamente que hay que cerrar la vieja etapa, y que al mismo tiempo apuesta por centrarse en mejorar las condiciones de Cataluña. Incluso lo hace contra sus socios de izquierda en Madrid, como cuando subraya que "si no se amplía el aeropuerto, ¿cómo va a venir la gente, en patinete? ¿Cómo pensáis que funciona el mundo?"

La pulsión de poder

En este escenario aparece el tercer factor, ese elemento claramente perturbador que complicará la elección de gobierno, y que quizá lleve a la repetición electoral, que es la negativa a dar marcha atrás.

En Cataluña hay dos partidos a los que les cuesta aceptar el momento. Uno es Junts, ya que entienden que les corresponde gobernar porque su presidente es el legítimo, y el otro es ERC, que no termina de asimilar que esa posibilidad de convertirse en la formación dominante se ha desvanecido, a pesar de que fueron ellos quieren pasaron por la cárcel y dieron la cara.

Esas peleas de poder son las que están de fondo, y no el momento de finalización simbólica del procés, que todos saben muerto

Ya no está en juego la independencia, ya que ninguno de ellos, ni siquiera Junts, daría pasos en esa dirección si gobernase. La independencia, en estas elecciones, es un discurso instrumental con el que se trata de hacer valer en las urnas la teórica legitimidad adquirida, e impedir que exista otro gobierno que el encabezado por Puigdemont. Si las encuestas no se equivocan, ERC tendrá que valorar si apoya a Illa y es llamado traidor, con las consecuencias que se deriven en el futuro, o si apoya a Puigdemont y respalda a quienes lo apuñalaron. Esas peleas de poder son las que están de fondo, y no el momento de finalización simbólica del procés, que todos saben muerto.

Este elemento perturbador trastoca todo, porque ese reencuadramiento de los tiempos, en los que toca dejar de lado el mapa administrativo y poner el foco en el económico, le puede dar la victoria a Illa, pero no la Generalitat. La única salida, desde el lado socialista, es que sus resultados sean excelentes y empujen a los otros dos partidos, y en especial a ERC, a aceptar que no hay otra posibilidad que dar sus votos al PSC.

Los dos líderes

Es ahí donde Sánchez va a jugar una baza adicional, la que introduce el cuarto factor, como es la nueva naturaleza del discurso. Su regreso tras la carta para combatir los bulos será el elemento que ponga encima de la mesa para intentar dar a Illa un necesario empujón extra. Ese movimiento aporta un nuevo marco, porque saca la campaña de asuntos puramente catalanes, de la amnistía y del "volveremos a hacerlo", y la lleva hacia una partida de mayor envergadura: luchar por la democracia y contra la extrema derecha. De manera que habrá dos líderes socialistas en los mítines: Illa hablando de Cataluña y Sánchez en una pelea existencial. Un doble discurso.

En ese contexto, la entrada en escena de Javier Milei, presidente de Argentina, es una baza adicional para Sánchez, porque le permite desenvolverse en el marco que ha elegido para esta campaña y para las europeas (por lo menos), el del combate contra la extrema derecha. Puede beneficiar a Vox, a los que Milei apoyará expresamente en un acto en Madrid, y ayuda al discurso que Sánchez quiere utilizar: los dos modelos, el suyo y el de Milei, frente a frente.

Si el PP sabrá salir de ese marco es una pregunta por contestar, como lo es la efectividad que tendrá esta jugada para el PSOE. No solo por la credibilidad que los votantes concedan a ese enfrentamiento, sino por las dudas que circulan acerca de si esa lucha dialéctica se quedará en un mero discurso. Entre los suyos, y también entre los socios —que hablan de teatro—, hay escepticismo respecto de que el punto y aparte anunciado sea tal, así como de que la carta llevase dentro algo más que una añagaza. También hay ciertas dudas sobre si ese impulso adicional puede funcionar, ya que, como afirma Jaime Miquel, Illa tiene un recorrido definido, entre 850.000 y 900.000 votos, "que no se puede mejorar".

Foto: Imagen cedida de la Presidencia de Argentina en la que sale Javier Milei. (EFE)

El movimiento de Sánchez, no obstante, eleva la apuesta. El resultado de las elecciones catalanas era importante también para la legislatura española, y continuará siéndolo. Además, introducirá un elemento adicional respecto de la capacidad de Sánchez al frente del gobierno. Después de la carta, está obligado a tener buenos resultados el 12-M, pero también en las europeas. Entonces sabremos si su giro le proporciona ventaja o le hace pagar un coste.

En todo caso, las elecciones catalanas se están desenvolviendo a través de la interrelación de cuatro factores: las diferencias entre el mapa administrativo y el económico, la prioridad en este instante del segundo sobre el primero, el factor distorsionador que introducen las pulsiones de poder heridas y el desconocido (en su resultado) impulso extra de Sánchez.

Las elecciones catalanas se están desarrollando a partir de la puesta en juego de cuatro factores, que operan de manera sucesiva, y que tienen poco que ver con los discursos que se utilizan públicamente.

Pedro Sánchez Salvador Illa Carles Puigdemont Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) Javier Milei
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