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Feijóo, Ayuso y los Hombres G
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Marta García Aller

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Feijóo, Ayuso y los Hombres G

A Ayuso no la eclipsó Pegasus. En todo caso, la eclipsó Feijóo. El gallego aprovechó el Dos de Mayo para empezar a madrileñizarse en los mentideros de la Villa

Foto: La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. (EFE/Sergio Pérez)
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. (EFE/Sergio Pérez)
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Lo más sorprendente de las celebraciones del Dos de Mayo no fue que la presidenta Isabel Díaz Ayuso aprovechara la conmemoración del levantamiento contra los franceses para renegar de ocho siglos de la “España perdida”, así la llamó, “por la invasión musulmana”. Sonaba extraño oírlo precisamente en Madrid, la única capital europea fundada por los árabes. Luego, la presidenta reivindicó que “Madrid está hecha de todos sus acentos y biografías”. Pero no, lo más extraño no fue eso. Ni siquiera los 2.000 años de historia que atribuyó Ayuso a la nación española.

Más extraño fue ver a la presidenta Ayuso en su discurso del Día de la Comunidad de Madrid reivindicando solemnemente la España que “se niega a la confrontación ideológica”. A punto está de cumplirse un año de que arrasara en las urnas el 4-M con aquella campaña de “socialismo o libertad”, pero quién se acuerda ya de hace un año. En su discurso, sin embargo, Ayuso criticó en la Puerta del Sol la división de las dos Españas, y rechazó la discordia que provoca “negarse a vivir con el que piensa diferente” o “no poder soportar al que piensa distinto”. El día anterior había presentado en Majadahonda su eslogan para liderar el PP madrileño: ‘Socialismo free’. Pero quién se acuerda ya de ayer.

De quien no se acordó nadie fue de Pablo Casado. La Fiesta del Dos de Mayo tiene mucha experiencia en pasar página para que no se noten los huecos. Tal vez por eso los expresidentes de la comunidad presentes estaban tan juntitos en un extremo del escenario en el que Ayuso entregaba las medallas de la comunidad. Así no se notaba el hueco que ya es tradición que deje Ignacio González, el que faltaba junto a Joaquín Leguina, Alberto Ruiz-Gallardón, Esperanza Aguirre, Cristina Cifuentes, Ángel Garrido y Pedro Rollán, que fue presidente de la comunidad unos 10 minutos y es el único de todos los ex que vive una resurrección política en la nueva dirección de Génova elegida por Alberto Núñez Feijóo.

El nuevo líder del PP, que aún no se ha empadronado en la capital, pero dice que está a punto, aprovechó la celebración del 2 de mayo para empezar a madrileñizarse en los mentideros de la Villa. Era muy difícil moverse por los corrillos de la Real Casa de Correos, tras los discursos y la entrega de premios, y no salir en una foto con Feijóo. Estaba tan solicitado el nuevo presidente popular, y tan solícito él para prestarse a todas las peticiones de selfis y posados, que parecía el novio en la boda. Iba girando de foto en foto sobre sí mismo en la misma baldosa, como si estuviera bailando un chotis.

Ayuso y Feijóo exhibieron juntos unidad y complicidad en la parte oficial del acto, pero separados fue cuando más a gusto se los veía. Cada uno atendía en una esquina del patio de la sede regional a sus fans y sus corrillos, en los que la comidilla era la nueva trama de espionaje denunciada por Félix Bolaños. El ministro de la Presidencia, que por la mañana denunció que los móviles del presidente y la ministra de Defensa fueron espiados de forma ilícita y externa, fue el único representante del Gobierno de Sánchez que estaba en la Puerta del Sol para aplaudir a la presidenta. Y aplaudió.

Bolaños acaparó mucho interés de la prensa, pero el asunto Pegasus no eclipsó a Ayuso. Si acaso sirvió para darle un poco de tranquilidad al alcalde Martínez-Almeida, que también andaba por ahí y con este escándalo de la seguridad nacional está encontrando algo de tregua mediática a la polémica de las mascarillas. A Ayuso no la eclipsó Pegasus. En todo caso, la eclipsó Feijóo. Parecía un eclipse consensuado.

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Fue el presidente gallego y nuevo jefe del PP el que para variar hizo las declaraciones más polémicas. No cuando aseguró que se abre "una nueva etapa para bajar la tensión y la crispación en la política española". Sino cuando dejó caer que le parece mucha casualidad que el Gobierno informe justamente ahora del espionaje. Una de cal, otra de tregua.

Ayuso fue más prudente. Los mensajes contra Sánchez fueron esta vez velados, aunque deducibles, cuando criticó “el ego y los miedos del gobernante que se cree en posesión de una verdad indiscutible”. No es la sutileza a la que la presidenta nos tiene acostumbrados. Tampoco es habitual que no sea la que más selfis acapara en los actos que preside. En el nuevo PP, los ataques y los protagonismos están más repartidos.

Solo los Hombres G, el grupo que acababa de recibir la medalla de plata de manos de la presidenta, competían con Feijóo en la cantidad de gente que hacía cola para retratarse con ellos. Incluso cuando la anfitriona ya se había retirado, el presidente gallego seguía en la Puerta del Sol, atendiendo pacientemente en los corrillos a la prensa y los invitados, bailando su chotis fotográfico. No tenía prisa. Un Dos de Mayo también puede servir para conquistar Madrid.

Lo más sorprendente de las celebraciones del Dos de Mayo no fue que la presidenta Isabel Díaz Ayuso aprovechara la conmemoración del levantamiento contra los franceses para renegar de ocho siglos de la “España perdida”, así la llamó, “por la invasión musulmana”. Sonaba extraño oírlo precisamente en Madrid, la única capital europea fundada por los árabes. Luego, la presidenta reivindicó que “Madrid está hecha de todos sus acentos y biografías”. Pero no, lo más extraño no fue eso. Ni siquiera los 2.000 años de historia que atribuyó Ayuso a la nación española.

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