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El Papa, contra Caperucita Roja
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Marta García Aller

Segundo Párrafo

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El Papa, contra Caperucita Roja

Relativizar el bien y el mal en esta historia del invasor y el invadido mientras los muertos en Ucrania se cuentan por miles suena más a manipulación que a empatía

Foto: El papa Francisco. (EFE/Fabio Frustaci)
El papa Francisco. (EFE/Fabio Frustaci)
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Pobre Caperucita Roja. Por no tomarla con Putin, el papa Francisco la ha tomado con ella. Al preguntarle por la guerra en Ucrania, el pontífice advirtió contra lo que dijo que era una percepción de cuento de hadas del conflicto como el bien contra el mal: “Necesitamos alejarnos del patrón habitual de Caperucita Roja, en el que Caperucita Roja era buena y el lobo era malo”. Palabra del pontífice en una entrevista con la revista jesuita 'La Civiltà Cattolica'.

Seguramente sea esta una de las críticas más desconcertantes que ha hecho este Papa. Y no tiene mal palmarés. Ha cargado contra las suegras, contra los cotillas y el capitalismo. También contra los curas que viajan en coches caros. Pero atacar a Caperucita para cargarse la distinción entre el bien y el mal es otro nivel. ¿Acaso no es lo más arriesgado que puede hacer un Papa? Como siga animando a los fieles a reinterpretar lo que dicen las fábulas, a no creerse eso del bien contra el mal, a ver qué hacemos entonces con la Biblia.

Foto: El presidente ruso, Vladímir Putin, y el patriarca Cirilo I de Moscú, en 2017. (EFE/Michael Klimentyev)

Mucho antes, y mucho mejor, que el papa Francisco, ya nos enseñó a cambiar el cuento Goytisolo en aquel poema en el que había un lobito bueno al que maltrataban todos los corderos. Había también un príncipe malo, una bruja hermosa y un pirata honrado. Lo cantaba Paco Ibáñez, que le contó a Juan Cruz cómo un domingo descubrió, mientras sonaban las campanas, que la religión era un cuento.

En esa entrevista en 'La Civiltà Cattolica', el papa Francisco también dijo que la invasión de Ucrania por parte de Moscú fue "quizá provocada de alguna manera". Habrá que sumar la OTAN a la lista de cosas que no le gustan al pontífice, como las suegras cotillas y los coches caros. En mayo ya había anticipado ese planteamiento cuando dijo en 'Il Corriere della Sera' que los “ladridos” de la OTAN a las puertas de Rusia quizá llevaron al conflicto.

Foto: Carta del Ejército de Ucrania al Papa, pidiendo ayuda. (Twitter)

Pero la invasión de Ucrania no es un cuento. Y relativizar el bien y el mal en esta historia del invasor y el invadido, mientras los muertos civiles se cuentan por miles, suena más a manipulación que a ejercicio de empatía, que es lo que se trata de enseñar a los niños jugando a cambiar los cuentos de hadas, para que aprendan a ponerse en el lugar del otro.

El pontífice no se considera pro-Putin. Aclaró en esa entrevista con jesuitas que sería “simplista” decir tal cosa y reconoció que las tropas rusas eran feroces. Feroz fue el adjetivo que usó. No es que esté a favor del lobo, solo nos pide que nos pongamos en su lugar. Érase una vez un lobo imperialista que se creía que el bosque era suyo, tenía hambre y, ya se sabe, Caperucita, igual que la OTAN, se le acercó provocando.

El martes por la mañana, poco después de que la prensa internacional se hiciera eco de que el Papa decía que la guerra de Ucrania quizá “fue provocada”, el Vaticano publicó un mensaje del Papa afirmando sin matices que la invasión de Ucrania fue una violación del derecho de autodeterminación de un país. Oficialmente, era parte de un mensaje para la VI Jornada Mundial de los Pobres del próximo 13 de noviembre, que la oficina de prensa del Papa vio urgente adelantar. Está claro que la infalibilidad papal no cubre las entrevistas.

Pobre Caperucita Roja. Por no tomarla con Putin, el papa Francisco la ha tomado con ella. Al preguntarle por la guerra en Ucrania, el pontífice advirtió contra lo que dijo que era una percepción de cuento de hadas del conflicto como el bien contra el mal: “Necesitamos alejarnos del patrón habitual de Caperucita Roja, en el que Caperucita Roja era buena y el lobo era malo”. Palabra del pontífice en una entrevista con la revista jesuita 'La Civiltà Cattolica'.

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