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¿Jornada de reflexión? Mejor no pensárselo demasiado
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Marta García Aller

Segundo Párrafo

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¿Jornada de reflexión? Mejor no pensárselo demasiado

¿De verdad es bueno para la democracia que reflexionemos sobre lo que hemos visto en esta campaña del 28-M?

Foto: Urnas electorales en Andalucía, en los pasados comicios autonómicos. (EFE/Salas)
Urnas electorales en Andalucía, en los pasados comicios autonómicos. (EFE/Salas)
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Como la siesta, el futbolín o la tortilla de patata, la jornada de reflexión también es un invento español. Uno que, a diferencia de los otros tres ejemplos anteriores, ha ido perdiendo el sentido con los años si es que alguna vez lo tuvo. Con el mismo paternalismo que aquí se priva al ciudadano de enterarse de las encuestas de intención de voto que se hacen durante la última semana, se le invita a que reflexione la víspera de ir a votar por si no se hubiera enterado bien de todo lo que le han contado. O como si a estas alturas no supiera bien el país en el que vive, pero en el último momento le fuera a llegar la iluminación.

En tiempos de Twitter, WhatsApp y TikTok tiene menos sentido que nunca pretender una frontera entre la comunicación pública y la privada. ¿No se puede pedir el voto por la tele pero sí en YouTube? El problema ya no es solo el anacronismo de pretender ponerle puertas a internet, sino del contenido en sí. ¿De verdad va a ser bueno para la democracia que reflexionemos sobre lo que hemos visto hacer a los partidos estas últimas semanas? El sinsentido de la jornada de reflexión cobra una nueva dimensión visto lo visto para el 28-M, con una campaña electoral tan mediocre y embarrada como esta.

Foto: Foto: EFE/Raquel Manzanares.

¿Reflexionamos sobre cómo la campaña electoral ha acabado en las páginas de sucesos por los presuntos casos de compra de votos en varios pueblos? ¿O sobre los riesgos de utilizar esos casos aislados para sembrar dudas sobre todo el sistema? ¿Reflexionamos sobre el empeño de hacer nacional una campaña de municipales y autonómicas? ¿O sobre si de Los Ancares a la Alpujarra moverán algún voto las listas de Bildu?

Si el votante tiene buena memoria, podría reflexionar también sobre todas las veces que en las últimas semanas el Gobierno ha utilizado los mítines para hacer anuncios que correspondían al Consejo de Ministros. O cuántos de esos anuncios parecían nuevos, pero ya estaban en los Presupuestos de este año. Un votante motivado podría dedicar un ratito de la jornada a sopesar si es mejor política social subvencionar el interraíl de los jóvenes o el cine de los mayores. Y quien tenga entre 35 y 65 años siempre puede dedicar el día a dar con qué promesas electorales lo han tenido en cuenta, a ver si se le ocurre alguna.

Foto: Foto: Reuters/Jon Nazca.
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Claro, que si a lo que al votante aspira es a intentar acordarse de las políticas públicas que proponen los que le prometen derogar el sanchismo, va a necesitar mucho más tiempo. Es más probable que a estas alturas tenga claro que el PSOE tiene a Bildu de socio de gobierno a que sepa qué le proponen en su tierra para la sanidad, la educación y la vivienda.

No lo tiene más fácil si se trata de un votante pensándose en votar a la izquierda. A este no va a bastarle con reflexionar sobre los programas electorales de cada partido, tendrá además que asegurarse de que en este rato no haya surgido alguno nuevo.

No es al ciudadano al que hay que pedirle que reflexione, sino a quienes han manejado esta campaña si no podían hacerlo mejor

Hay más países en los que los partidos no pueden hacer campaña electoral el día anterior a que se abran las urnas, pero solo en España se llama jornada de reflexión. Otras democracias no le dicen al votante que se pare a pensar bien en lo que va a hacer como dudando de su madurez, simplemente lo llaman "silencio electoral". No es lo mismo pedirle a los partidos que se callen por un día que pedirle al ciudadano que se lo piense mejor.

No es al ciudadano al que hay que pedirle que reflexione más sobre lo que ha escuchado durante estas semanas, sino a quienes han manejado esta campaña si de verdad no podían hacerlo mejor. Porque, visto lo visto, lo de llamar a la víspera de las elecciones jornada de reflexión, más que obsoleto, suena a recochineo. Casi mejor no pensarlo demasiado.

Como la siesta, el futbolín o la tortilla de patata, la jornada de reflexión también es un invento español. Uno que, a diferencia de los otros tres ejemplos anteriores, ha ido perdiendo el sentido con los años si es que alguna vez lo tuvo. Con el mismo paternalismo que aquí se priva al ciudadano de enterarse de las encuestas de intención de voto que se hacen durante la última semana, se le invita a que reflexione la víspera de ir a votar por si no se hubiera enterado bien de todo lo que le han contado. O como si a estas alturas no supiera bien el país en el que vive, pero en el último momento le fuera a llegar la iluminación.

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