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Marta García Aller

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Por qué Taylor Swift es más importante que Xi Jinping

El mundo sigue patas arriba. No solo no se han acabado las incertidumbres tecnológicas ni geopolíticas, sino que se agravan. Por eso Taylor Swift es tan importante

Foto: Taylos Swift en el estreno de 'The Eras Tour', en Los Ángeles. (Reuters/Mario Anzuoni)
Taylos Swift en el estreno de 'The Eras Tour', en Los Ángeles. (Reuters/Mario Anzuoni)
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Taylor Swift es más importante que Xi Jinping. Al menos, para ser considerada persona del año por la revista Time. La diva norteamericana del pop se ha impuesto al presidente chino, también al rey Carlos III, que ha debutado este año en el cargo, y a Sam Altman, el creador de Open AI que está revolucionando la inteligencia artificial. Y tiene más sentido del que pueda parecer que quienes apenas reconocemos sus canciones, la tomemos como referente para entender mejor el mundo en que vivimos.

Para empezar, porque sí la escuchamos. Sin saberlo, pero la escuchamos, aunque no nos demos cuenta. En eso se parece a Xi Jinping. Aunque en vez de escucharlo sin darnos cuenta, es su gobierno quien escucha a la gente que no sabe que está siendo vigilada. Que se lo digan a TikTok. Por qué si no habría tantos gobiernos de Washington a Bruselas prohibiendo a sus empleados esta app por temor al espionaje del gobierno chino.

En plena lucha por el control de las redes, Taylor Swift es la reina de lo viral. Se la escucha por todas partes. Más que a Bad Bunny, según Spotify. Pero aunque sea un fenómeno global, en Europa no es el referente cultural que es en Estados Unidos. No todavía, al menos. También en eso es buen exponente del repliegue hacia sí mismo que está haciendo la que todavía sigue siendo la primera potencia mundial.

Hablar de Taylor Swift no es solo hacerlo de música. Su última gira ha impulsado el PIB estadounidense en 5.000 millones y su impacto sale en los informes de la Reserva Federal por su efecto en la recuperación de las economías locales, allá por donde pasa su gira de conciertos.

Foto: La cantante estadounidense Taylor Swift. (Reuters/Mario Anzuoni)

Es la reina de los escenarios, un icono generacional y también una empresaria con mucho poder en la industria del entretenimiento, por encabezar una rebelión exitosa contra la industria discográfica al conseguir el control sobre su propia música. Regrabando sus primeros discos consiguió recuperar control sobre ellos y demostró su poder como líder de masas al conseguir que sus fans que escucharan sus nuevas versiones en vez de las antiguas. Eso es economía y también política. Es poder.

Taylor Swift tiene, como si de un país se tratara, sus propios corresponsales. Gannett, la cadena de periódicos más grande de Estados Unidos, contrató un periodista que pudiera cubrir todo lo relacionado con la artista de 34 años, que lleva 17 de carrera. No solo su gira y sus discos, también siguen su impacto empresarial y su influencia en la cultura pop. Según Bloomberg, el suyo es el catálogo más valorado y se estima en mil millones de dólares, el doble que el de Bruce Springsteen.

Taylor Swift también se estudia en Harvard, Standford y en Berkley. Hay mucha demanda de estos cursos, también muchos detractores que consideran poco serio dedicar un semestre a Taylor Swift. A todos ellos, Stephanie Burt, una de las profesoras de inglés en la Universidad de Harvard que imparte uno de los cursos sobre la cantante, recordaba en The New York Times que casi todo lo que se enseña en literatura fue en algún momento una forma de arte popular de poco prestigio que en su época no consideraban digno de estudio, incluido el propio Shakespeare.

placeholder Taylor Swift, persona del año según la revista 'Time'. (Reuters)
Taylor Swift, persona del año según la revista 'Time'. (Reuters)

Como compositora, Time la compara a Bob Dylan y Paul McCartney. Como artista, a Elvis Presley y Madonna. Quienes en su juventud fueron fans de algunas de estas superestrellas del siglo XX les parecerá una exageración. Seguro también que recuerdan que eso mismo era lo que sus padres o abuelos decían de estas estrellas cuando empezaron a hacerse populares.

Pero si Taylor Swift es mejor icono del momento que vivimos de lo que parece, es por lo mucho que necesitábamos que alguien como ella fuera el personaje del año. Alguien rico y famoso, como en los buenos tiempos, y no alguien que defiende o amenaza el orden mundial.

Llevábamos unos años demasiado intensos. El año pasado, cuando Rusia invadió Ucrania, la portada de Time fue Zelenski. En 2021, el siempre inquietante Elon Musk. En el 20, el año que empezó el covid, Joe Biden y Kamala Harris. Unas semanas después de aquellas elecciones tan ajustadas fue el asalto al Capitolio.

Foto: Foto: Reuters/Mario Anzuoni.

Que en 2023 la portada de Time sea Taylor Swift seguramente es solo un espejismo, pero uno necesario. Nos recuerda a aquellos años en que no estaban pasando continuamente cosas extraordinarias, las democracias occidentales no estaban amenazadas o no llegaba una tecnología que estaba a punto de cambiarlo todo, todo el rato.

Esto no quiere decir que el mundo no siga patas arriba. La guerra de Ucrania no se ha terminado y ahora hay que sumarle la de Israel contra Hamás. No solo no se han acabado las incertidumbres tecnológicas ni geopolíticas, sino que se agravan. Occidente sigue en vilo por el cambio del orden mundial y los populismos en auge. De hecho, Trump puede volver a ser presidente el próximo año.

Por eso, Taylor Swift es importante para entender el mundo en que vivimos. Para recordarnos, de hecho, la normalidad que tanto añoramos. Además, qué mejor prueba que la superestrella del momento para recordarnos lo rápido que cambia todo. Sobre todo a los que no teníamos ni idea de quién es Taylor Swift.

Taylor Swift es más importante que Xi Jinping. Al menos, para ser considerada persona del año por la revista Time. La diva norteamericana del pop se ha impuesto al presidente chino, también al rey Carlos III, que ha debutado este año en el cargo, y a Sam Altman, el creador de Open AI que está revolucionando la inteligencia artificial. Y tiene más sentido del que pueda parecer que quienes apenas reconocemos sus canciones, la tomemos como referente para entender mejor el mundo en que vivimos.

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