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Los cambios de Feijóo para que nada cambie
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Verónica Fumanal

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Los cambios de Feijóo para que nada cambie

Núñez Feijóo no es un hombre de revoluciones, ni de cambios de paso, ni de conejos en la chistera. El gallego es más predecible, de cambios pausados o, mejor, de no abordar ningún cambio

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Andreu Dalmau)
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Andreu Dalmau)
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Alberto Núñez Feijóo ha decidido ejecutar, tras semanas anunciándolos, los cambios en las portavocías y responsabilidades de la dirección del Partido Popular. Nadie sabe muy bien por qué los realiza. De hecho, la falta de autocrítica por parte de los populares, unida a esa necesidad de repetir que han ganado las elecciones una y otra vez, evidencia que algo no va bien en la sede de Génova. Sin embargo, o bien no saben qué es lo que no ha funcionado o no lo quieren decir. La realidad despertó a un partido preparado para gobernar, pero no para asumir la dura tarea de oposición. Y ahora les toca rehacerse con más poder institucional, pero sin estrategia política conocida.

Cuca Gamarra ha sido la primera sacrificada. Para el PP, la noticia está en que ella no seguirá siendo la voz cantante en el Congreso. Dos presidentes han pasado por Génova, Casado y Feijóo, y ella continuaba siendo la portavoz en el Congreso. No es nada habitual que cuando cambia la dirección de un partido con un golpe de mano tan traumático como el que le hicieron a Casado, se mantengan caras que recuerden el pasado. Al menos, así, sin solución de continuidad. Lo cierto es que Cuca Gamarra fue elegida secretaria general en el congreso extraordinario que encumbró a Feijóo. Los estatutos no están disponibles en la web del partido, pero normalmente este tipo de cargos no puede ser destituido, a menos que se celebre otro congreso en el que se releve. Por lo tanto, Gamarra sigue ahí porque Feijóo no puede destituirla. El tema es si es una secretaria general de paja o ejerce.

Tellado portavoz en el Congreso, Fúnez en el Senado. Lo cierto es que, aunque hubo bastante expectación, no se entiende muy bien por qué. Los nombres son los esperados y posibles, máxima confianza del líder. Núñez Feijóo no es un hombre de revoluciones, ni de cambios de paso, ni de conejos en la chistera. Eso lo deja reservado para Sánchez, quien nunca evita un buen giro de guion. El gallego es más predecible, de cambios pausados o, mejor, de no abordar ningún cambio. Porque si uno analiza lo que propone el presidente del PP para dar un nuevo impulso al partido, es un conjunto vacío.

En la actualidad, Núñez Feijóo controla el partido porque nadie quiere disputarle el liderazgo. La fórmula presentada como mágica —"lo que funciona en provincias funciona a nivel nacional"— se ha demostrado fallida. Feijóo presumía de mayorías absolutas en Galicia y de saber cómo exportarlas al Congreso de los Diputados y fracasó. A buen seguro, una lección que habrán aprendido, en cabeza ajena, Moreno Bonilla y Díaz Ayuso, los dos con más apoyos del PP. Ambos quieren terminar de consolidar sus mayorías, de disfrutar de una legislatura sin socios molestos y sin pandemia. ¿Quién querría ahora un trono sin reino, teniendo un reino y trono? Aunque este sea más pequeño.

Foto: Feijóo y Ayuso, juntos en la Plaza Mayor. (EFE/Rodrigo Jiménez)

Si Alberto Núñez Feijóo quisiera un cambio de verdad y revitalizar el partido, aportar nuevas ideas, con caras renovadas y un nuevo impulso valiente para afrontar la oposición durante cuatro años, haría lo que no ha hecho el PP desde que se fue Casado: un congreso nacional, con su ponencia ideológica y sus órganos de dirección refrendados por las bases. Esto supondría un verdadero impulso y, sobre todo, abordar los debates pendientes del PP: qué es el PP una vez tiene a Vox en el tablero político; cuál es la relación que debe mantener con el Gobierno de España; cuál es la alternativa programática que ofrece a sus posibles votantes.

Ni la inercia ni el paso del tiempo van a contestar esas preguntas. De momento, la relación que mantiene el PP con Vox es la de la pura necesidad y, en más ocasiones de las deseables, la del silencio cómplice. Gobiernan con ellos en todas las instituciones que lo han necesitado. Gracias a ellos, el PP gobierna en más autonomías y municipios que nunca en la historia reciente. Pero el peaje ha sido enorme; ser vistos como los cómplices de un partido que los radicaliza, los sitúa fuera de los consensos institucionales y ahuyenta a los moderados. Justo aquellos a los que venía a seducir Feijóo.

Foto: El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo. (Europa Press/Jorge Peteiro) Opinión

Sobre la relación del PP con el Gobierno de España, puede seguir Feijóo manteniendo durante cuatro años un clima preelectoral de confrontación total al más puro estilo Ayuso. Durante el día de ayer, mientras el presidente andaluz, Moreno Bonilla, firmaba la paz de Doñana con la vicepresidenta Rivera sobre los acuíferos, Ayuso interponía un recurso ante el Supremo sobre el Plan del Tajo, aludiendo que el Gobierno utilizaba el agua de forma partidista. ¿Quién es Feijóo, Ayuso o Moreno? La indefinición en política, y más en la oposición, nunca es una opción.

El programa electoral del principal partido de la derecha en España no puede ser el antisanchismo. Obviamente, el esfuerzo político de este primer año del PP estará centrado en el desgaste en la calle y en las instituciones por la amnistía. Y el resto de los tres años restantes, ¿qué? ¿A esperar que el Gobierno cometa errores? ¿A decir no a todo lo que se proponga desde el Ejecutivo? ¿A pedir bajar impuestos que ya están bajados y pedir más servicios públicos al mismo tiempo? ¿A utilizar el Senado como arma de filibusterismo político? Sinceramente, me parece poca cosa para llegar a la Moncloa dentro de cuatro años. El PP necesita cambios, aunque su líder no esté dispuesto o no sepa cómo afrontarlos.

Alberto Núñez Feijóo ha decidido ejecutar, tras semanas anunciándolos, los cambios en las portavocías y responsabilidades de la dirección del Partido Popular. Nadie sabe muy bien por qué los realiza. De hecho, la falta de autocrítica por parte de los populares, unida a esa necesidad de repetir que han ganado las elecciones una y otra vez, evidencia que algo no va bien en la sede de Génova. Sin embargo, o bien no saben qué es lo que no ha funcionado o no lo quieren decir. La realidad despertó a un partido preparado para gobernar, pero no para asumir la dura tarea de oposición. Y ahora les toca rehacerse con más poder institucional, pero sin estrategia política conocida.

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