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Verónica Fumanal

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La estrategia del espejo

Las comisiones de investigación en ambas cámaras, con el único fin de acusar al adversario, son un ejemplo de que en España somos alumnos aventajados de la teoría del espejo

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante una sesión de control al Gobierno, en el Senado. (Europa Press/Gustavo Valiente)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante una sesión de control al Gobierno, en el Senado. (Europa Press/Gustavo Valiente)
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Bienvenidos al espectáculo del espejo, en el que cualquiera puede verse reflejado con la estrategia acusatoria del adversario. La estrategia del espejo la describe Naomi Klein en su último libro ' Doppelgänger' en la que explica cómo lidió con su doble virtual, Naomi Wolf, una periodista habitual de los medios afines a Steve Bannon con la que sus seguidores empezaron a confundirla. Leyendo su maravilloso ensayo sobre las estrategias de la ultraderecha negacionista, los efectos de la sociedad de la comunicación digital y la vida política tras la pandemia, me quedé con el término la estrategia del espejo y enseguida recordé la puesta en marcha de dos comisiones de investigación en el Congreso y Senado, uno promovido por la mayoría progresista y plurinacional que gobierna España con su mayoría parlamentaria; y la del Senado, apoyada por la mayoría absoluta del PP.

La teoría del espejo, según Klein, consiste en reprochar a tu adversario político aquello de lo que se te acusa a ti, pero aumentado, más exagerado, sin necesidad alguna de que medie la verdad o que datos que señalen algún indicio de acusación. Si te acusan de corrupto, las nuevas técnicas de comunicación en la era de las redes sociales y la posverdad, ya no tratan de desmontar la acusación y demostrar que eres un político limpio, sino de acusar al otro de lo mismo, pero con mayor gravedad. Digamos que sería una sofisticación del “y tú más”. Como afirma Klein, Trump es un maestro de esta teoría o jugada del contragolpe “no importaba de qué lo acusaran, él siempre devolvía el golpe diciendo que su oponente era culpable de lo mismo -corrupción, mentiras, confabulaciones extranjeras- solo que peor”. En España no nos quedamos atrás.

Las comisiones de investigación en ambas cámaras, sobre las corrupciones o corruptelas relacionadas con las mascarillas, pero con el único fin de acusar al adversario, son un ejemplo de que en España somos alumnos aventajados de la teoría del espejo. El PSOE, afectado por el caso Koldo en la compra de mascarillas en lo peor de la pandemia, quiso hacer una distinción respecto a lo realizado por el PP en el caso de la Comunidad de Madrid y en el Ayuntamiento de Madrid. Obviamente, ni Almeida, ni Ayuso parecen tener un comisionista alto cargo en sus gobiernos como sí parece que tuvo el ministerio de Ábalos. Sin embargo, el trazo gordo de la cuestión es que hubo caraduras lucrándose cuando todos los demás pensábamos en sobrevivir. Como decía, el PSOE quiso gestionar la crisis de una forma diferente, por ello, puso en marcha la comisión de investigación en el Congreso, como para demostrar que no tenía nada que ocultar. Además, en ella, también aprovecharía para llamar a declarar a los otros sospechosos, haciendo que la comisión Koldo fuera la comisión mascarillas, y así, todos emponzoñados en la estrategia del espejo.

El PP, que en esto de las comisiones de investigación ya tienen su experiencia, pensó que la mejor manera que la comisión mascarillas volviera a ser la comisión Koldo era controlar la suya propia. Por ello, promovió una en el Senado, en la que gracias a su mayoría absoluta controlaría el relato final y así devolvería la pelota el Congreso. Poco importa, que esto reste valor a las comisiones de investigación parlamentarias, la instrumentalización de las instituciones, que la verdad importe más bien lo justo y siempre que no me afecte a mí en primera persona. La estrategia del espejo sirve para que cada uno salga reflejado con el ataque del adversario.

Foto: Francina Armengol, con el defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo. (Europa Press/Eduardo Parra)

Otro de los casos más evidentes de la teoría del espejo es la batalla por sembrar la duda en las parejas de los líderes políticos, en este caso sobre la señora Gómez, esposa del presidente Sánchez y el señor González Amador, novio de la presidenta Ayuso. Desde que se conociera que la actual pareja de la presidenta de la Comunidad de Madrid se valiera de facturas falsas para no pagar a Hacienda parte de sus beneficios como comisionista de material sanitario, la esposa de Sánchez es el objeto de los ataques del PP. Incluso Borja Sémper que siempre abjuró de la estrategia del espejo, esta Semana Santa ha estado alertando de que “todo se sabrá” como si fuera el spoiler del próximo capítulo. Este episodio es prototípico de la estrategia del espejo, hacienda pilla a la pareja de Ayuso defraudando al fisco y en lugar de tomarlo como un caso ajeno a la presidenta y situarlo fuera del perímetro de lo público, deciden asumirlo como un ataque en primera persona contestado con la misma intensidad pero en sentido contrario, contra la mujer del presidente. De qué acusa el PP a la señora Gómez, qué pruebas tiene, por qué no van a la fiscalía… porque no se trata de la verdad, ni de la justicia, se trata de que cada uno salga reflejado con el ataque del adversario.

La guerra fratricida entre Junts y ERC también responde a los parámetros de la estrategia del espejo. Ambos partidos independentistas no quieren realizar su diferenciación estratégica en el eje ideológico, Junts en el terreno de la derecha y ERC en la izquierda. Ninguno de los dos partidos quiere abandonar el cleavage independentista porque sabe que en cuanto lo haga será acusado por el otro de traición a la patria. Y así, en esta competición de quién es más independentista, pero sin saltarse las leyes, ni incurrir en el error de darle excusas a la Justicia, quieren desbancarse el uno al otro en una carrera por demostrar quién es más independentista, pero sin traspasar los límites. Así que ambos partidos aseguran que lo volverán a hacer… pero ninguno dice cómo. Para evitar asumir que ninguno de los dos partidos tiene un plan para separarse del conjunto de España su estrategia se centra en el espejo, señalar a su adversario de que no cumple los estándares básicos del partido independentista votable y de que cuando pueda traicionará a su electorado porque tiene otros intereses ocultos, porque de lo que se trata es que cada uno salga reflejado con el ataque del adversario.

Foto: El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, junto al expresidente Carles Puigdemont en Bruselas. (EFE/Oliver Hoslet) Opinión
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Porque como dice Naomi Klein no hace falta que sea cierto, sino tener un argumento con el que embarrarlo todo, porque en la estrategia del barro solo ganan quienes están dispuestos a llevar la política y las instituciones a un terreno fuera de los confines de lo legítimo. Y funciona. Klein explica en su libro cómo durante estos cuatro años, el trumpismo ha campado a sus anchas en un sistema de medios de comunicación creados para tal efecto, adquiriendo cada vez más y más alcance a través de las hipocresías e incongruencias de sus adversarios mediante el tratamiento de “asuntos de calado que sus oponentes han tenido la negligencia de dejar abandonados”. Sería oportuno que viéramos qué lecciones podemos extraer en nuestro país, porque la teoría del espejo ya está implantada y quienes más rédito obtienen no suelen estar del lado de la democracia.

Bienvenidos al espectáculo del espejo, en el que cualquiera puede verse reflejado con la estrategia acusatoria del adversario. La estrategia del espejo la describe Naomi Klein en su último libro ' Doppelgänger' en la que explica cómo lidió con su doble virtual, Naomi Wolf, una periodista habitual de los medios afines a Steve Bannon con la que sus seguidores empezaron a confundirla. Leyendo su maravilloso ensayo sobre las estrategias de la ultraderecha negacionista, los efectos de la sociedad de la comunicación digital y la vida política tras la pandemia, me quedé con el término la estrategia del espejo y enseguida recordé la puesta en marcha de dos comisiones de investigación en el Congreso y Senado, uno promovido por la mayoría progresista y plurinacional que gobierna España con su mayoría parlamentaria; y la del Senado, apoyada por la mayoría absoluta del PP.

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