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Verónica Fumanal

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Lo privado ya es público

Lo privado se ha vuelto público. Lo personal es político. Los límites entre ambas esferas han quedado totalmente fulminados

Foto: Teresa Urquijo y José Luis Martínez-Almeida. (Reuters/Ana Beltrán)
Teresa Urquijo y José Luis Martínez-Almeida. (Reuters/Ana Beltrán)
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¿Qué es lo público y lo privado? Esta línea cada vez es más difusa en política. Dónde viven los políticos, con quien comparten sus vidas, si les gusta que les echen las cartas del tarot o qué bailan en su boda, cada vez captan más la atención de las audiencias en detrimento de su gestión al frente de una institución pública. Los grandes debates políticos tuvieron su momento álgido hace casi una década, con la aparición de los nuevos partidos que también hicieron redefinirse a los tradicionales. Pero ahora, pareciera que vivimos un cierto agotamiento de las cuestiones ideológicas y de lo que se trata es de seguir confrontando modelos de vida, que es lo que parece interesar a los votantes.

Isabel Díaz Ayuso no fue a la boda de José Luis Almeida con su pareja; fue acompañada de Alfonso Serrano, su mano derecha política. Este gesto fue toda una declaración política. La presidenta madrileña, que había utilizado las ruedas de prensa del Gobierno de la comunidad para defender a su novio, ahora utilizaba su vida privada para amonestarlo, para dejarlo en casa castigado. No queda bien que, justo cuando acaba de empezar la campaña de la declaración de la renta, una líder política se cuelgue del brazo de un defraudador confeso. Por el contrario, Ayuso decidió asistirse de Serrano, su fiel escudero, quien hacía unos días se había reunido con su novio en un bar para hablar, entre otras cosas, de sus temas judiciales. Serrano ya no solo es un líder del PP de Madrid, es, además, quien le gestiona sus temas privados, asesora a su novio, como le acompaña a una boda. ¿Dónde está el límite entre lo público y lo privado?

José Luis Almeida se ha casado este pasado fin de semana con Teresa Urquijo y la boda fue todo un acontecimiento político, de hecho, la falta de variedad ideológica de los más de 500 invitados evidencia los estragos de la polarización afectiva. Eso sí, no faltaron los miembros de la realeza española, desde Froilán hasta Juan Carlos, bajo la excusa de que son parientes. Cómo decía Rubén Amón en 'Más de uno', si el criterio de invitación a las bodas se ampliara a los primos cuartos (aproximadamente), los convites en este país serían infinitos. La boda de Almeida fue un acto político que se retransmitió en Telemadrid, como si fuera una boda de estado. Por ello, quién iba y quién no iba era el mensaje. Entre los 500 invitados estuvo todo el poder madrileño, un gran espaldarazo que acabó con un chotis castizo de los novios, que permítanme, podrían haber ensayado un poco más.

Irene Montero quiere humanizarse. Tras su paso por el Gobierno de España, ahora ha decidido que, en esta nueva etapa política, como candidata, debía suavizar un perfil que había estado blindado en su faceta personal, para evitar ahondar en las críticas androcéntricas que la situaban únicamente como la mujer de. Ahora, en sus redes sociales estamos descubriendo qué personajes de ficción le gustaban, qué tatuajes lleva, qué series de televisión le gustan o qué alimentos no le gustan. Todo esto es personal, pero al mismo tiempo pretenden dibujar un perfil político para tener más oportunidades en las próximas elecciones europeas en las que se enfrentará como candidata.

Foto: Begoña Gómez, en un homenaje a Nadia Calviño. (EFE/Rodrigo Jiménez)

De momento, el PP ha decidido no pedir la comparecencia de Begoña Gómez en la comisión de investigación que se han montado en el Senado para replicar la impulsada en el Congreso. Sin embargo, la pareja del presidente es una de las principales bazas políticas del desgaste de Sánchez. Atrás quedaron las críticas al Falcon, a sus rasgos personales. El PP ha decidido laminar la acción de la Moncloa por una serie de informaciones periodísticas sobre la actividad profesional de Gómez. ¿Habría que limitar la vida profesional de las parejas de los gobernantes? Para ello, habría que pagarles un sueldo. A priori, creo que la respuesta sería negativa. Sin embargo, de aquí en adelante las parejas de los políticos, familiares y amigos van a ser susceptibles de ser utilizados como arma política.

Lo privado se ha vuelto público. Lo personal es político. Los límites entre ambas esferas han quedado totalmente fulminados. Con quién te reúnes, con quién duermes, en qué casa vives, quién va a tu boda, qué comida no te gusta o qué bebes en un bar debe estar alineado con tu figura pública, de lo contrario podría comprometerte. Este juego es peligroso, porque los criterios de cancelación son férreos y tremendamente etéreos. Lo que para alguien es inocuo, puede ser fulminante para la carrera de otro, en función de las circunstancias y del foco que se le quiera dar. Sinceramente, el estándar es tan alto y los riesgos tantos, que pronto habrá que subirles el sueldo para que quede gente que quiera dedicarse a esto de lo público.

¿Qué es lo público y lo privado? Esta línea cada vez es más difusa en política. Dónde viven los políticos, con quien comparten sus vidas, si les gusta que les echen las cartas del tarot o qué bailan en su boda, cada vez captan más la atención de las audiencias en detrimento de su gestión al frente de una institución pública. Los grandes debates políticos tuvieron su momento álgido hace casi una década, con la aparición de los nuevos partidos que también hicieron redefinirse a los tradicionales. Pero ahora, pareciera que vivimos un cierto agotamiento de las cuestiones ideológicas y de lo que se trata es de seguir confrontando modelos de vida, que es lo que parece interesar a los votantes.

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