Es noticia
El gran debate laboral no está en el Congreso: está en Illescas y en Coslada
  1. España
  2. Takoma
Ángel Villarino

Takoma

Por

El gran debate laboral no está en el Congreso: está en Illescas y en Coslada

La victoria de Amazon sobre los sindicatos estadounidenses es solo un episodio más de uno de nuestros grandes desafíos. Hay que volver la vista hacia lo que pasa en Coslada

Foto: Almacén de Amazon en San Fernando de Henares. (EFE)
Almacén de Amazon en San Fernando de Henares. (EFE)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Parece más importante si hablas de Inland Empire —California— que de Coslada, Illescas o San Fernando. Pero el panorama, a escala, es parecido. Naves rectangulares hasta donde alcanza la vista, plataformas de carga, enjambres de furgonetas. Y miles de nuevos trabajos… Aunque muchos sean por semanas, por días, por horas, por encargo, en el alambre. Se trata de una imagen a contracorriente para un escenario laboral anémico. Un relámpago que nos transporta por sorpresa a otros tiempos, incluso a 'Tiempos modernos'.

Entre los últimos en llegar al Centro de Transportes de Coslada, están los correos portugueses (CTT), hoy totalmente privatizados y con la paquetería urgente en plena expansión para sobrevivir al fin de las cartas. No está entre los más grandes, pero ha contratado a otros 300 operarios para sus 80 centros logísticos y ya emplea a más de 1.000 personas. Su trabajo es supervisar las máquinas que clasifican objetos recién comprados por internet: moviéndolos, escaneando etiquetas, clasificándolos. En las oficinas no gestionan la decadencia, como sucede en otros polígonos y en otros sectores. Este ejercicio lo que han gestionado concretamente es un crecimiento anual de dos dígitos.

Foto: Centro logístico de Amazon en Illescas, el más grande que la compañía tiene en España. (Carmen Castellón)
TE PUEDE INTERESAR
El 'e-commerce' logra lo que no logró el Pocero: que el norte de Toledo no sea un desierto
Michael Mcloughlin Fotografía: Carmen Castellón

Está ocurriendo en la mayoría de los grandes centros logísticos y en los pequeños polígonos de provincia reconvertidos en plataformas de distribución. Una transformación lo suficientemente importante como para quedar fuera del debate público. No hay eslogan fácil ni relato emotivo en el tránsito de cajas a través de correas transportadoras. Y resultaría muy difícil construir un agravio o acusar a un rival con asuntos como el algoritmo que utiliza Amazon para decidir qué empresa de paquetería te va a llevar a casa lo que acabas de pedir desde el teléfono. Y, sin embargo, el diálogo que abre es de los más importantes, de los que dejan margen para hacer ‘policy’ (políticas, que no política) y que sirva para algo.

Hay paralelismos entre la Revolución Industrial y lo que está cobrando forma. La primera acabó con el artesanado al organizar y mecanizar la producción. La segunda erosiona el comercio minorista mediante un proceso parecido. Respaldadas por operarios, las máquinas mueven y distribuyen nuestras compras, las organizan en economías de escala, las abaratan y las hacen más eficaces. Crean algunos empleos, destruyen más y por el camino transforman la propiedad. Los transportes que hacen el reparto —por ahora, aún tripulados— quedan casi siempre en manos de empresas intermediarias o autónomos respaldados por programas informáticos para optimizar las entregas y reducir los costes.

Ikea lleva hasta Lyon un sofá que sale de Seseña y acaba en un salón de Madrid

Manuel Romana, profesor de Ingeniería Civil de la Universidad Politécnica de Madrid y un erudito del transporte, recuerda que la revolución logística no es nada nuevo, que lleva más de 20 años en marcha. Lo distinto es que ahora ha saltado la última barrera. “Los almacenes robotizados están instalándose hasta en los lugares más insospechados. Ikea lleva hasta Lyon un sofá que sale de Seseña y acaba en un salón de Madrid. Resulta que lo más eficaz es que todos los sofás se agrupen en un gran centro logístico de Francia y, de allí, se envíen los pedidos específicos para cada tienda. El salto que estamos dando ahora es utilizar esta estructura para la fase final del proceso, la venta al cliente”. Los precios y plazos de entrega son la nueva materia prima. Las penalizaciones de Amazon, por ejemplo, dejan fuera de mercado a todo el que no sea capaz de mantener el ritmo.

La velocidad a la que se destruye el tejido de propiedad (“ya sean grandes superficies o pequeños negocios”, dice Romana) es incluso superior a la que acabó convirtiendo el artesanado en una especie en extinción arrinconada en ferias, puestecillos turísticos y venta ambulante. “Ahora, estos trabajadores están controlados a todas horas. Si estás haciendo un reparto, no puedes pararte a tomar un café por el camino y decir que había tráfico porque estás geolocalizado y tus jefes saben perfectamente dónde has estado y qué has hecho”.

Hay muchas maneras de verlo. Amazon ha hecho una de las mayores contrataciones de la historia desde que comenzó la pandemia y tiene ya cerca de 1,5 millones de empleados en todo el mundo, eso sin contar el empleo indirecto de las empresas que le dan servicio, los repartidores, etcétera. La empresa de Jeff Bezos acaba de conseguir una victoria importante frente a los sindicatos, pero el tema no está en absoluto cerrado. El modelo laboral de la nueva distribución cada vez va a tener más importancia.

Foto: Imagen de un almacen de Amazon. (Reuters)

En España, los sindicatos están tratando de entrar en el tema con muchas dificultades y a menudo con escasos reflejos. “Muchos de estos centros logísticos se están asentando en zonas y polígonos donde no había prácticamente industria”, dice Ana Isabel Berceruelo, responsable del sector de carretera y logística de CCOO. “Hay pequeños almacenes con 350 trabajadores y grandes centros logísticos con cerca de 3.000 personas”, dice. El reparto está casi siempre subcontratado (“entre el 60 y el 70%”). “Son empresas sin representación sindical cuyos estándares laborales son los mínimos”, dice. Un peldaño por encima de los ‘riders’.

Charles Dickens escribió muchas más páginas sobre debates parlamentarios inanes que sobre personajes como Oliver Twist. Y Beatrice Webb se hizo pasar por obrera para entender las condiciones de vida del nuevo mundo que estaba surgiendo. Hoy, tenemos infinitamente más información que en el siglo XIX, pero hay situaciones cotidianas que recuerdan a las novelas que trataban de explicar cómo estaba cambiando el mundo poniendo la lupa en un callejón insalubre de Liverpool o Mánchester. O en Inland Empire. O en Coslada.

Parece más importante si hablas de Inland Empire —California— que de Coslada, Illescas o San Fernando. Pero el panorama, a escala, es parecido. Naves rectangulares hasta donde alcanza la vista, plataformas de carga, enjambres de furgonetas. Y miles de nuevos trabajos… Aunque muchos sean por semanas, por días, por horas, por encargo, en el alambre. Se trata de una imagen a contracorriente para un escenario laboral anémico. Un relámpago que nos transporta por sorpresa a otros tiempos, incluso a 'Tiempos modernos'.

CCOO
El redactor recomienda